ENTREVISTAS
Ruth Iniesta: «Sentí que había llegado el momento de cantar Violetta»
De niña soñaba cantar pop. empezó su carrera en el mundo del musical y debutó en el ámbito de la lírica cantando zarzuela. Ruth Iniesta ha venido desarrollando su carrera operística principalmente en Italia, y con papeles tan exigentes como Lucia, Elvira o Gilda. Con La Traviata derribó las puertas del Teatro Real de Madrid, demostrando que puede llegar a ser una de las grandes de su generación. En el horizonte se percibe una transición natural hacia el repertorio lírico. Eso sí, tiene claro que esa transición debe ser lenta y segura.
Todavía me estoy recuperando del boom que ha significado La Traviata en el Teatro Real (Crítica ÓA). No sé si será un punto de inflexión en mi carrera y no quiero pensar mucho en ello, pero ha sido un regalo inesperado porque fue muy precipitado. Estaba en casa, confinada como todos, con un horizonte profesional incierto por la situación y, de repente, recibí la llamada del Real. Cuando eres joven vas a por todas, te sientes libre. Pero a medida que tu carrera avanza, la presión aumenta y vas acumulando una maleta de inseguridades. Durante esta cuarentena he tratado de trabajar ese aspecto y por eso disfruté tanto de esa Traviata.
Había debutado Violetta en septiembre, en Palermo y al retomarla la noté más madura y me sentí muy cómoda. Aunque tres funciones saben a poco ¡En la tercera es cuando empiezas a disfrutar!
Soy una lírico-ligera, pero mi voz tiene cuerpo en el centro y por eso hace años que me proponían el papel. Pero aún no había cantado Puritani o Lucia, que te preparan para Violetta respecto al control mental con el que debes abordarlo. Habiendo debutado Elvira y Lucia, ¡ya era el momento!
Violetta es un papel peligroso por su dramatismo. Yo debo controlarme en el primer acto para tener la voz centrada en el segundo y tercero. Si pudiera elegir, y el mercado lo permite, me gustaría espaciar mis interpretaciones de La Traviata y alternarla con títulos como La fille du régiment, Sonnambula o Capuleti.
Me apunté a la Accademia Rossiniana de Pésaro, con Alberto Zedda, y allí conocí a Michele Mariotti. Ha sido alguien decisivo en mi carrera pues me ofreció Sophie, de Werther, en Bolonia. Fue mi primer papel importante y me abrió muchas puertas. Otro debut clave en mi trayectoria fue el de Elvira de I puritani en Palermo. Me ofrecieron el papel una semana antes del estreno. Yo dudaba, pero mi marido insistió en que debía intentarlo, así que en tres días me lo aprendí y empecé los ensayos. ¡Suerte que mi compañero era Celso Albelo y me ayudó a mantener la calma!
Lo más importante para aceptar un papel es que me sienta cómoda al cantarlo, prescindiendo de modas. Ahora se ha vuelto a poner de moda que sopranos ligeras interpreten a personajes fuertes como Lucia, Gilda o Violetta. Para mí, lo importante, es cantar con mi voz y no falsearla. Y, si no gusta… ¡Para gustos colores!
Me preguntan por la agenda a largo plazo y no sé ni lo que haré el próximo mes. Ahora todo pende de un hilo y hay que adaptarse a lo que venga. Además, se programa con mucha antelación y yo, dentro de tres años, no sé si voy a seguir cantando ciertos roles. Es difícil encontrar el equilibrio entre lo que te ofrecen, el momento y lo que tú quieres hacer.
Me hace especial ilusión cantar Ascensión, de La del manojo de rosas, en en el Teatro de La Zarzuela y en la misma producción en que, hace unos años, hice mi primer papel importante, Clarita. Representó mi transición del musical a la ópera y ahora, en cierto modo, con Ascensión y Violetta, siento que se cierra el círculo, un período de mi carrera.
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