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Rafael R. Villalobos, director de escena: “Mi vocación es la ópera”
La carrera de este joven regista andaluz, Rafael Villalobos, está siendo meteórica. sigue sumando éxitos, como en sus debuts en el Maestranza sevillano con Così fan tutte o en el Liceu barcelonés con un concierto escenificado sobre las reinas tudor, antes de debutar el 11 de este mes en La Monnaie-De Munt de Bruselas con una nueva producción de Tosca –que se podrá ver también en el Liceu y en el Maestranza– y de regresar, este verano, al Festival Castell de Peralada donde Villalobos dirigirá Orlando de Händel. Enamorado de la ópera desde su infancia, se formó en música y en teatro, encontrando su vehículo de expresión en la dirección de escena.
Estoy en Bruselas ensayando una nueva producción de Tosca y por ahora todo va muy bien. La música de Puccini es muy programática y eso condiciona mucho al director de escena e impide la abstracción. Nuestra producción se desarrolla en dos niveles paralelos. Por un lado, profundiza en el personaje de Tosca y en su crisis de fe, así como en la violencia y el sadismo de Scarpia. Por otro, tomo como referencia la película Saló, de Pasolini, así como su figura, que también aparece en escena.
Para mí todos los proyectos son igual de importantes, pero trabajar en La Monnaie-De Munt tiene un componente personal. Cuando, aún adolescente, vi la producción de La Calisto en la producción escénica de Wernicke, con María Bayo y procedente de La Monnaie, fue una revelación y entendí que eso era lo quería hacer. Ser director de escena. Más tarde descubrí la gestión de Gerard Mortier, un revolucionario, y La Monnaie se convirtió en el teatro de mis sueños.
En mi casa siempre han amado las artes plásticas y eso, junto al hecho de ser sevillano, ha configurado mi personalidad de esteta. Desde pequeño siempre toqué instrumentos, fui a exposiciones y al teatro. En mayo de 1998 mi tío me llevó a ver Turandot en el Maestranza y, cuando llegué a casa, le dije a mi padre que ya sabía qué iba a ser de mayor. No tenía claro desde qué posición, pero sí que iba a dedicarme a la ópera. He hecho teatro, pero desde siempre mi vocación es la ópera.
Empecé a estudiar arquitectura, pero después decidí ir a Madrid y hacer Arte Dramático. Hice cursos con Arroyo o Gas, pero me marcó especialmente uno con Vincent Dumestre sobre retórica barroca. Aunque yo había estudiado música, era el único alumno de procedencia teatral y, al principio, me veían con reticencia. Pero ahí aprendí el concepto de los affetti, la importancia de los acentos y las respiraciones, algo fundamental para trabajar y entender la ópera y a los cantantes.
Hice la tesis doctoral sobre Peter Sellars y Gerard Mortier en la universidad de Barcelona. Sellars, con sus diferentes etapas, ha sido uno de los personajes más influyentes en la dirección operística contemporánea. Mortier entendió la necesidad de crear puentes, de mediar entre creador y espectador para reducir el distanciamiento del público con la creación contemporánea.
Me gusta trabajar tanto el texto como la partitura, y por eso es importante para mí la total colaboración con el director musical. Pero debo decir que hay algunos, especialmente de la vieja escuela, que son reacios o no están acostumbrados. Y es que hasta que no trabajas a fondo en una obra no llegas realmente a conocerla. Mariella Devia va incluso más allá y, hablando de esto, me dijo que puedes decir que conoces de verdad una obra cuando ya la has interpretado con, al menos, dos directores diferentes. Creo que tiene mucha razón.
Mozart te da, como nadie, la posibilidad de profundizar en las relaciones entre personajes. Son muchas herramientas y a la vez mucha libertad. He dirigido Così fan tutte y El rapto en el serrallo y me gustaría hacer muchas más. En cambio, nunca dirigiré Tristan und Isolde. Amo demasiado esa obra y hasta llevo tatuado un pasaje de ella en mi cuerpo.- ÓA
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