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Natalia Labourdette: "No me gustan las etiquetas porque la definición conlleva opresión"
Su éxito como Despina en el Così fan tutte del Teatro de La Maestranza puso una vez más de manifiesto que Natalia Labourdette es una intérprete que combina gran personalidad vocal y carisma escénico con una insaciable curiosidad tanto musical como intelectual. Muestra de ello es su capacidad de adaptación a universos tan dispares como los roles operísticos de Donizetti y Mozart o las canciones de Berg, Poulenc o Turina. Este curso volverá al Teatro Real, donde ya debutó con Tebaldo de Don Carlo, para participar en la nueva producción de Peter Grimes.
Hace siete años que vivo entre España y Alemania. En Berlín estudié en la Universität der Künste. Empecé con el violín en Madrid, pero al llegar a grado medio me di cuenta que lo que quería era cantar. Mi madre siempre dice que de pequeñita ya lo hacía en la bañera. Me enamoré de la música pop, de La oreja de van Gogh y soñaba con ser cantante de musicals.
Entré primero en el Coro del Conservatorio y luego me aceptaron en el de la Comunidad de Madrid. Ahí entendí que era imprescindible una base clásica y decidí ir a Berlín, a pesar de que no sabía una palabra de alemán. Soy inquieta e hiperactiva y siempre me ha gustado estar en movimiento.
Estudié con Enrico Facini, quien principalmente me hizo entender lo que yo ya hacía y a tener confianza en mi técnica. Cuando canté, aún en la Universität, Corinna de Il viaggio a Reims, estaba enferma, pero me dije que durante mi carrera me encontraría muchas veces en esa situación y por tanto debía hacerlo. Por suerte salió muy bien.
Me formé en bel canto, pero siempre he sido muy curiosa y pronto empecé a proponer a mi profesor otros repertorios. En la variedad está el gusto y no quiero encasillarme. Se trata de encontrar el equilibrio entre lo que te proponen y lo que encaja con tus características. Soy feliz si puedo cantar algo y hacerlo bien, más allá de repertorios.
Puede parecer que mi canto es muy natural, pero es fruto de muchas horas de estudio. Me considero muy trabajadora. No es que mi canto sea instintivo, sino que el objetivo de ese trabajo es que el público tenga la sensación que todo fluye técnicamente con naturalidad, con facilidad.
No quiero etiquetarme como ligera, lírico ligera o lírica. Considero que en la definición esta la opresión y nunca me guío por lo que hacen los demás. Dije que no a un papel como Micaëla (Carmen, de Bizet) porque, aunque podría hacerlo, si lo cantase a menudo podría perjudicarme. En cambio, me encantaría hacer en un futuro Lulu, de Alban Berg, un personaje que considero que aborda todas las facetas de una mujer, a pesar de estar inevitablemente condicionado por la mirada de un hombre.
Lo que me ha fascinado al preparar Despina ha sido profundizar en los recitativos. El nuestro es el único instrumento vinculado a la palabra. Se trata del conflicto que plantea Strauss en Capriccio: Prima la musica o le parole? Siempre practico el ejercicio de decir el texto hablado, en prosa, porque eso te proporciona las claves del ritmo interno de una aria o canción. La melodía la aprendo rápido pero el texto lo trabajo concienzudamente. Paseando en bicicleta por Berlín repetía los recitativos una y otra vez para encontrar la acentuación exacta. ¡Me miraban como si estuviese loca!

Natalia Labourdette en el rol de Despina
Despina es mi primer papel mozartiano en escena, pero tengo ganas de hacer muchos más. Uno que me gustaría es Cherubino. Acostumbran a interpretarlo mezzosopranos, pero también lo han cantado muchas sopranos y, la verdad, ¡me encantan los roles de pantalones!
En el primer recital que ofrecí tras el confinamiento me sorprendió ver al público con mascarilla. Eso hace más difícil percibir sus reacciones, el feedback. Pero he tomado una actitud flexicoviral. ¡Me adapto a lo que sea!
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