ENTREVISTAS
Jordi Roch: “La amistad ha sido la clave del éxito de la Schubertíada de Vilabertran”
Hace 30 años Jordi Roch cumplió uno de sus sueños, crear un festival dedicado al Lied y, desde aquel verano de 1993, la Schubertíada de Vilabertran se ha consolidado como uno de los certámenes musicales más prestigiosos del país. Es otro de los legados de la extensa trayectoria de una figura tan excepcional como influyente en la vida musical española durante el último medio siglo. Su labor como presidente de Juventudes Musicales de España, del Consejo Internacional de la Música de la Unesco o el liderazgo de proyectos como el Festival Internacional de Música de Barcelona o del Festival de Cadaqués así lo atestiguan.
El 21 de agosto fue una fecha tan especial como emotiva para este artífice de la programación musical en España que es Jordi Roch. Coincidiendo con los 30 años de la Schubertíada de Vilabertrán (Girona), el festival de Lied que él mismo fundara, programara y dirigiera durante dos décadas le dedicó un homenaje que reunió a un público fiel y a un destacado puñado de artistas que quisieron rendirle tributo. Pocas personas tienen el poder de convocatoria y el carisma suficiente para reunir, en una misma sala, a Juliane Banse, Matthias Goerne, Wolfram Rieger, Daniel Heide, Julie Fuchs, Konstantin Krimmel, Alexander Schmalcz y Antoni Ros Marbà, pero Jordi Roch lo consiguió.
Julie Fuchs abrió la emotiva velada musical con una selección de canciones de Gabriel Fauré y un ciclo de Poulenc junto a Daniel Heide que entusiasmaron a un público que ya espera verla el próximo verano en un recital más extenso y en este mismo escenario. A continuación, el excelente Quartet Atenea, formado por talentosos instrumentistas españoles instalados en Basilea, estrenó el Quartet tardoral de Ros Marbà, obra de precisa construcción e innegable vuelo lírico. Como no podía ser de otro modo, Matthias Goerne, acompañado por su fiel escudero Alexander Schmalcz, protagonizó la parte final del homenaje interpretando una intensa, dramática versión de La bella molinera, de Franz Schubert. ÓPERA ACTUAL estuvo ahí y, pocas horas antes del homenaje, tuvo la oportunidad de conversar con Jordi Roch, quien repasó algunos de los momentos decisivos en la gestación y la historia del festival. «El primer sorprendido de haber llegado a 30 años de Schubertíada soy yo. A menudo estos proyectos son efímeros», afirmó el gestor a ÓA. «En general acaban muriendo a causa de las habituales crisis económicas. Nosotros las hemos sufrido, pero de un modo u otro hemos conseguido superarlas. De hecho, la Schubertíada nació como consecuencia de una crisis, la del Festival de l’Empordà que ya celebrábamos en Vilabertran. Con la aparición del Festival de Peralada nuestro público habitual se desplazó allí y fue entonces cuando planteé a Joventuts Musicals de Figueres que la solución pasaba por crear algo que pudiese convivir con Peralada, una Schubertíada».
ÓPERA ACTUAL: ¿Cómo se concretó la idea?
Jordi ROCH: Siempre tuve la ilusión de crear un festival de Lied. Recuerdo comentárselo a la gran Irmgard Seefried cuando vino a ofrecer un recital en Barcelona y cuál fue su respuesta: “El Lied no interesa ni en Alemania”. Pese a ello, no me desanimé y poco después fui a la Schubertiade de Feldkirch, donde descubrí una nueva generación de liederistas extraordinarios. Un jovencísimo Christoph Prégardien, a Wolfram Rieger o a Juliane Banse que era una niña y a quien espeté, al final de su recital: “Yo crearé una Schubertiada para ti”. Debo reconocer que, mientras volvía al hotel no dejaba de pensar en el lío en el que me había metido.
ÓA: No era la primera vez que se metía en líos como el de la Schubertíada. Anteriormente ya había impulsado y dirigido otros festivales importantes. ¿Se podría decir que el Festival Internacional de Música de Barcelona y el Festival de Cadaqués fueron antecedentes necesarios de la Schubertíada?
J. R: El Festival Internacional de Música de Barcelona fue clave para la vida musical de la capital catalana a principios de los años sesenta. Había entonces un Festival de la Canción Mediterránea, que se celebraba en el Palau de la Música y que no era demasiado interesante, pese a que se le destinaba un presupuesto importante. Así que junto a Manuel Capdevila, Lluís Prats y el compositor Xavier Benguerel fuimos al Ayuntamiento de Barcelona y presentamos, sin demasiadas esperanzas, un proyecto de festival internacional ambicioso. Por diversas circunstancias el proyecto se aceptó y el festival se convirtió en un animador importante de una vida musical barcelonesa que no era la que es actualmente. Por él pasaron las mejores orquestas, como la Filarmónica de Viena, los más importantes solistas de la época y, sobre todo fomentamos los estrenos y la creación contemporánea.

El barítono Matthias Goerne
ÓA: ¿El Lied ya estaba presenta en la programación de ese Festival Internacional de Barcelona?
J. R: ¡Desde luego! Trajimos a figuras como Dietrich Fischer-Dieskau, Jessye Norman, Inrmgard Seefried y tantos otros. Recuerdo especialmente a Anton Dermota, un liederista sensacional. La versión más emotiva que jamás he escuchado de La bella molinera, el ciclo de Franz Schubert, fue una noche, a altas horas de la madrugada, con Dermota cantando y acompañándose él mismo al piano en un hotel. Puede que las circunstancias y el vino de la cena anterior contribuyesen a esa emoción, pero es un recuerdo absolutamente imborrable.
ÓA: ¿Y cómo recuerda la primera cita de la Schubertíada de Vilabertran?
J. R.: El recital inaugural fue toda una declaración de intenciones, con una figura consagrada como Brigitte Fassbaender interpretando Winterreise, en aquel momento un ciclo que solo cantaban hombres, acompañada por un joven y talentoso pianista llamado Wolfram Rieger. Combinar grandes figuras con la presentación de jóvenes valores del Lied ha sido siempre el sello de Vilabertran.
ÓA: ¿Y cómo descubrió a Goerne? Al igual que sucedió con Juliane Banse, sorprendió muchísimo la madurez que ambos tenían al enfrentarse a este género.
J. R.: Fue la propia Juliane Banse quien me habló de un joven barítono con quien iba a ofrecer un recital en Heide. Cogí un avión, fui para allá y descubrí a Matthias Goerne. Fue el 13 de julio de 1993, aún conservo el programa de ese día. Al final del recital acordé con Matthias, que nunca había cantado fuera de Alemania, que el siguiente verano lo haría en Vilabertran. Él me pidió expresamente interpretar Winterreise y así fue. Desde entonces, cada verano ha encontrado un hueco para venir a la Schubertíada pese a estar cada vez más solicitado incluso por festivales como el de Salzburgo. Goerne y su fidelidad han sido decisivos en la historia de la Schubertíada (quien acaba de triunfar como protagonista en el reciente Wozzeck del Gran Teatre del Liceu de Barcelona).
ÓA: ¿En qué radica la clave de este referencial festival dedicado al Lied?
J. R.: Siempre digo que cada festival tiene el público que se merece, al que educa y va remodelando. Quien acude a Vilabertran sabe que asistirá a un recital exigente, de gran nivel musical y se comporta acorde a ello. Creo que la Schubertíada ha contribuido a la difusión del Lied entre el público y especialmente entre las jóvenes generaciones de cantantes de nuestro país que ya no ven este género como algo ajeno, sino como algo fascinante. Este aspecto formativo ahora lo hemos concretado con las clases magistrales que este año han ofrecido Matthias Goerne, Juliane Banse y Wolfram Rieger. Grandes profesionales y, sobre todo, grandes amigos. Tras 30 años, creo poder afirmar que la clave del éxito de la Schubertíada a Vilabertran ha sido, sin lugar a duda, la amistad.