ENTREVISTAS

Juan Jesús Rodríguez: “Tengo voz para cantar, pero también para hablar y rebelarme”

01 / 10 / 2019 - Antoni COLOMER - Tiempo de lectura: 8 min

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Juan Jesús Rodríguez en la sala del Gran Teatre del Liceu donde cantó 'Luisa Miller' el pasado mes de julio © Josep LAGO
Traviata Arturo Chacón-Cruz en 'Luisa Miller' en el Liceu junto a Eleonora Burato y Juan Jesús Rodríguez © Gran Teatre del Liceu / Antoni BOFILL
El Don Giovanni de Juan Jesús Rodríguez, en septiembre durante su debut en el personaje, en la Programación Lírica de A Coruña © Amigos de la Ópera de A Coruña

Después de su Miller en el Liceu en julio, de su primer Don Giovanni en A Coruña el pasado mes de septiembre y de debutar Don Rodrigo en el Teatro Real, Juan Jesús Rodríguez inaugura este mes el curso de ABAO Bilbao Opera interpretando Lucia di Lammermoor. El barítono andaluz, a sus 50 años, se encuentra en plenitud. Sus éxitos no dejan de sucederse y su espíritu libre y crítico infunde acentos especiales a su aclamada trayectoria.

Nacido en Cartaya, Huelva, (1969), Juan Jesús Rodríguez es uno de los barítonos del momento y un espíritu libre en el complejo panorama operístico actual. Su privilegiado instrumento le permite afrontar los más exigentes roles verdianos; su evidente madurez vocal y profesional le permite escoger y dirigir su carrera a voluntad. Sabe lo que quiere y hacia dónde quiere ir. Eso sí, sin imposiciones de ningún tipo. En ocasiones ha afirmado que su formación tiene mucho de autodidacta y que su técnica es producto de un intenso trabajo de búsqueda personal. “Se trata de conocerse a uno mismo, de un viaje hacia tu interior”, afirma Rodríguez a ÓPERA ACTUAL, aunque, reconoce, eso no se consigue en solitario. “Por el camino encuentras estímulos y algunos maestros, incluido ese pescadero que se pasa el día gritando ‘¡Pescado fresco!’ sin quedarse mudo. Mi experiencia en la Escuela de Canto de Madrid no fue especialmente buena. Me hacían cantar mucho Mozart. Había una especie de obsesión de que hay que empezar con Mozart. No estoy de acuerdo con eso. A un cantante joven con una voz apta para Verdi o Wagner debes encauzarlo de otra manera. No vale lo mismo para todos. El mejor profesor, quien conoce mejor tu voz, eres tú mismo. Evidentemente necesitas ciertos guías y, sobre todo, saber elegir esos guías”, aclara.

"La voz verdiana es aquella capaz de asumir ese repertorio, hacerse oír por encima de la orquesta y conmover al público desde su propia personalidad. ¡Esa es una voz verdiana!"

ÓPERA ACTUAL: Entonces, ¿por dónde hay que empezar?

Juan Jesús RODRÍGUEZ: La mejor escuela es el bel canto, en el que encuentras las dificultades, aprendes a manejar el fiato, a solucionar el pasaje y a llegar a las notas agudas de manera natural. Mi técnica se basa en la naturaleza, que nos lo da todo, aunque por el camino lo vayamos perdiendo. La buena técnica consiste en reencontrar esa naturaleza. Y el bel canto, el cantar con el alma, que te devuelve a tu naturaleza, a tu corazón, que es desde donde nos expresamos. Y ahí, evidentemente, incluyo a Verdi. Algo que siempre me sorprende es esa idea de que cantar Verdi de joven es peligroso. No digo una ópera entera, pero un aria como instrumento de estudio no hace ningún daño. ¡Al contrario!

Ó. A.: Ahí entraríamos en el debate bizantino de qué entendemos por voz verdiana.

J. R.: ¿Quién delimita qué voz es verdiana? ¿Quién le dijo a Nucci que no era un barítono verdiano? ¿O a Renato Bruson? Muchos barítonos cantan Verdi, cada uno con su color. ¿Son voces verdianas? Eso es subjetivo y cada uno tiene sus tesis. Mi opinión es que la voz verdiana es aquella capaz de asumir ese repertorio, hacerse oír por encima de la orquesta y conmover al público desde su propia personalidad. ¡Esa es una voz verdiana! ¿Quién decide qué color debe tener el barítono verdiano? ¿Verdi dijo algo al respecto? Creo que no.

Ó. A.: De hecho se sabe que en la época de Verdi las voces tendían a ser más líricas.

J. R.: Sí, la idea que tenemos hoy de barítono verdiano procede de figuras como Merrill, Warren, Bastianini… Antes se me preguntaba por mis maestros. ¡Pues son estos! Y con todas las diferencias de color que hay entre ellos. Unos parecen bajos, otros más líricos… ¡Pero qué cantantes!

Ó. A.: ¿De estos maestros ha aprendido el mecanismo del pasaje de la voz hacia la zona aguda?

J. R.: Cuando empecé, mis agudos eran muy estrechos, salían o no dependiendo del día porque la voz no iba por donde debía ir. Es algo que está relacionado con esa naturalidad que comentábamos. La voz pide ir por un lado, pero, de repente surge una flema y el profesor te dice: “¡Por ahí no!” Eso es un error. Para encontrar la belleza en la emisión has de superar esos escollos. Las flemas surgen cuando buscas ese espacio para la emisión, pero a medida que la voz se calienta van desapareciendo y todo fluye. Si te paran en ese punto, cuando estás descubriendo ese mecanismo, todo se complica y acabas constriñendo el instrumento por miedo a un gallo, a un sonido sucio, y ese miedo te limita expresivamente. Hay que lanzarse a la piscina. Yo he hecho muchos gallos hasta llegar a resolver lo que llamamos pasaje. Y he observado a gente como Kraus.

© Josep LAGO

El barítono andaluz durante esta entrevista realizada en el Gran Teatre del Liceu

Ó. A.: Pero Kraus tenía teorías un tanto heterodoxas respecto a la técnica del pasaje.

J. R.: ¡Pero lo que decía no era lo que hacía! Canté Traviata y Werther con él. Los artistas poseemos una gran capacidad de imitación. Nos nutrimos de ello más que de lo que leemos en un libro. Observarle me ayudó porque en él veía el mecanismo técnico muy claro. Aunque luego ponía la voz muy adelante, lo más importante es que antes ¡abría la garganta como un pavo! Ese movimiento de bajar la glotis, lo que yo llamo crear espacio, es el que a mucha gente se le escapa y al que Kraus no daba la importancia que tiene. Luego, evidentemente, hay que girar la voz y buscar los resonadores, pero el espacio tiene que estar necesariamente.

Ó. A.: Verdi es el epicentro sobre el que ha construido su carrera.

J. R.: Sí, he hecho prácticamente todos los papeles verdianos para mi cuerda y estos me han abierto todas las puertas. Me falta La forza del destino y algún otro que pronto voy a debutar… Verdi es el creador del barítono moderno, que se mueve en una tesitura un poco más aguda que el de Lucia o I puritani. El salto del barítono verdiano desde Luisa Miller a los de la trilogía popular es enorme. Con Miller estamos aún ante el barítono de Donizetti, con su aria y su cabaletta al inicio de la ópera. Pero el tercer acto es otra cosa, pertenece ya al Verdi maduro. Aunque sigue siendo puro bel canto, como Rigoletto o Iago.

Ó. A.: Recientemente ha salido de su zona de confort verdiana y ha incorporado en A Coruña el rol de Don Giovanni a su repertorio.

J. R.: Vi la ópera en el Met de Nueva York y pensé, ¿por qué no puedo cantar este rol tan fantástico? Es un papel que requiere un importante recorrido vocal y vital. De joven canté fragmentos, pero ahora me siento preparado para disfrutar Don Giovanni vocal y escénicamente. Además, en mi debut me dirigió Carlos Saura, un aliciente más para alguien como yo, a quien le encanta el teatro (ver crítica en este enlace).

"En el Real no he sido bien tratado y tampoco en el Liceu. Y no lo entiendo. Soy la primera voz que se escuchó en el nuevo Liceu, en 'Turandot', y fue un gran honor. Después de eso solo he vuelto para sustituciones de última hora, algún recital y en 'Luisa Miller'. Todo eso en 20 años. También estuve en la inauguración del Real, con 'Divinas palabras'"

Ó. A.: Un debut, el de Don Giovanni, que siguió a otro que le hacía especial ilusión, Gérard, de Andrea Chénier (ver vídeo del aria de Carlo Gerard más abajo).

J. R.: Un sueño hecho realidad. Un gran papel que, curiosamente, no me ha costado tanto como creía. Es como si mi voz me lo estuviese pidiendo. En cambio, me piden Scarpia constantemente y me resisto. No siento que sea el momento. El personaje me encanta, pero se mueve en una tesitura de bajo-barítono y asumir una orquestación como la de Puccini cantando en una franja en la que no brillas… Quizás en unos años lo haré, porque la voz evoluciona. He hecho Marcello muy a menudo, un personaje que amo, y tengo previsto debutar Il tabarro en Málaga el año próximo.

Ó. A.: Pero antes vuelve al Teatro Real en Don Carlo. ¡Por fin! (ver crítica en este enlace)

J. R.: En el Real voy a hacer solo dos funciones. ¡Dos funciones en siete años! Y en el Liceu, ahora mismo, no tengo nada en perspectiva. Y eso que no hay muchos cantantes que hagan mi repertorio.Me gustaría poder hablar personalmente con el nuevo director artístico del Liceu para ver si esta situación se soluciona. Mire, el cantante no solo tiene voz para cantar, también para hablar y rebelarse. En el Real no he sido bien tratado y tampoco en el Liceu. Y no lo entiendo. Soy la primera voz que se escuchó en el nuevo Liceu, en Turandot, y fue un gran honor. Después de eso solo he vuelto para sustituciones de última hora, algún recital y en Luisa Miller (ver crítica en este enlace). Todo eso en 20 años. También estuve en la inauguración del Real, con Divinas palabras. Me llaman para las inauguraciones, pero luego no sé qué pasa…

Ó. A.: En un momento determinado decidió trabajar sin agente. ¿Cree que ese es el motivo?

J. R.: Fuera de España no hay problema, pero aquí es distinto. En el extranjero el agente busca lo mejor para él y para su artista, pero en España, como en Italia, son muy intervencionistas. Se meten en cómo tienes que vestir y con quién tienes que ir. Yo, por ahí, no paso. Pero además aquí hay un negocio que se hace, no lo olvidemos, con dinero público. Esto no es como Estados Unidos, donde se trata de capital privado. En España los equipos de los teatros son maravillosos pero los máximos dirigentes son cargos políticos y se mueven por intereses. Esas cosas pasan en el Real y en el Liceu, no en el resto de teatros españoles. No lo digo por ego, pero tengo contratos hasta el 2023; el año próximo debutaré en la Royal Opera de Londres, también iré a Berlín y al Met.

Ó. A: ¿Y La Scala? ¿Para cuándo?

J. R.: Algo hay por ahí, pero ahora no puedo hablar de ello. De hecho, me habían llamado antes para un personaje que ya he comentado que no quiero hacer…

Ó. A.: ¿Y bien? ¿Le han convencido?

J. J. R.: No. En La Scala quiero cantar uno de mis papeles importantes. Rigoletto, el Conde de Luna o Germont, algo así. ¡Dar lo mejor de mí!  ÓA