ENTREVISTAS
Jaume Plensa: "Al hacer ópera creo que aporto frescura"
Ha conseguido un reconocimiento mundial con sus cabezas monumentales de adolescentes ensoñadoras, con las cuales conjura poesía, introspección y silencio. También con sus poetas estilitas, parte fundamental de un universo impregnado de espiritualidad. Artista poliédrico y escultor de culto, Jaume Plensa debutó en ópera como escenógrafo y figurinista con La Fura dels Baus. Ahora se estrena como regista con Macbeth de Verdi en el Liceu de Barcelona.
Al mismo tiempo que Jaume Plensa (Barcelona, 1955) se encuentra inmerso en los ensayos del Macbeth verdiano que estrenará en el Liceu de Barcelona el 16 de febrero, tiene dos exposiciones en cartel, en el Museo Oscar Niemeyer en Curitiba (Brasil) y en la valenciana Fundación Bancaja; esta última, Jaume Plensa. Poesía del silencio, se podrá ver en La Pedrera de Barcelona a partir del 30 de marzo. Pero independientemente de la magnitud de ambas muestras, hoy la mayor curiosidad por el trabajo de Plensa lo suscita su regreso al mundo de la ópera por la puerta grande después de 16 años, con su debut en la dirección de escena, encargándose, además, del diseño de la escenografía y del vestuario.

'El alma del agua', en Nueva Jersey (2021)

La cantata 'Atlàntida', de Manuel de Falla, en el Festival de Granada de 1996
Este debut es un nuevo gesto con los cuales Plensa demuestra estar estrechando lazos con su ciudad natal, como ha sucedido con sus recientes exposiciones en el Macba y la galería Senda, y con las donaciones de dos obras por parte del artista: la escultura metálica Ànima al Hospital de Sant Joan de Déu y Blau al Hospital Clínic, como agradecimiento a los sanitarios por su trabajo durante la pandemia.
Hacía años que el artista anhelaba dirigir este título de Verdi (previa en este enlace), sobre todo desde que se consagró en el campo de la ópera a mediados de los años 90 con dos de los directores artísticos de la compañía teatral La Fura dels Baus, Àlex Ollé y Carlus Padrissa. Fue con una puesta en escena de La damnation de Faust, de Berlioz, auspiciada por Gerard Mortier en el Festival de Salzburgo, a quien Plensa le había pedido, sin éxito, montar Macbeth. “Nos dijo que era demasiado pronto para que hiciéramos la ópera de Verdi”, recuerda Jaume Plensa a ÓPERA ACTUAL después de una agotadora jornada de ensayos durante la cual ha abordado la muerte del rey Duncan junto a sus colaboradores en este proyecto, Leo Castaldi en la dirección escénica, Nadia Balada en el vestuario, Marc Salicrú en la escenografía y Antonio Ruiz en la coreografía. “Como en esta ocasión también soy director de escena, he podido abrazar todo el conjunto de la ópera”, afirma el artista, acostumbrado al trabajo en equipo. Macbeth y Lady Macbeth siempre han estado presentes en la obra escultórica del artista y, a un mes del estreno, no siente que tenga que sorprender al público, sino conmoverlo: “Es como si me desnudara, porque enseño mi corazón”, confiesa.
Como se pudo ver en la exposición Jaume Plensa. Ópera, teatro y amigos (Museo de las Colecciones ICO, 2005), existe una relación de vasos comunicantes entre sus trabajos artísticos y operísticos. “Es un trabajo muy fluido, siempre he entendido el mundo teatral, sobre todo la ópera, como un espacio público en el cual uno puede intervenir, por lo que me resultó muy natural hacerlo en el mundo teatral, no sentí que estuviera cambiando de territorio”, asegura. “Otra cosa que me fascina de la ópera es su carácter efímero; mi trabajo normalmente está imbuido de una cierta eternidad, como algo que trasciende, y de la música y la ópera me fascina que se construyen y se destruyen permanentemente. Este mundo efímero me ha dado mucho equilibrio”, apunta Plensa.
Uno de los directores de La Fura dels Baus, Àlex Ollé, artista residente en el Liceu esta temporada, dice sentirse “un poco responsable” de que Plensa haya recibido el encargo de dirigir Macbeth. “Nuestra colaboración con Jaume surgió a raíz de que con La Fura organizamos la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Carlos Saura tenía que dirigir un documental sobre los Juegos con una recreación de la Batalla de Maratón, y pensamos en Jaume porque Saura nos pidió recrear la carrera fundacional de Hércules” recuerda Àlex Ollé. “Conocía su obra y sus esculturas de hierro con letras me parecían adecuadas para el proyecto. No es que Jaume fuera furero, pero a Carlus Padrissa y a mí nos pareció que su trabajo encajaba”.
La película de Saura no llegó a realizarse, pero Plensa, Ollé y Padrissa sí que trabajaron juntos en un espectáculo hoy legendario, en el Festival de Granada de 1996: la puesta en escena de la cantata Atlántida, de Manuel de Falla, basada en textos de Jacint Verdaguer. “Pensaron en nosotros porque en la obra aparecen elementos de la mitología griega que habíamos utilizado en la ceremonia de los Juegos Olímpicos. Tanto Carlus como yo pensamos en Jaume para que hiciera la escenografía”, apunta Ollé mientras Plensa recuerda de ese primer montaje que llegaron a encontrar “un equilibrio” entre las estéticas del grupo teatral y la suya; “fue una experiencia extraordinaria en la que aporté el elemento visual”.
Entre el público estaba Mortier, y el director musical era Josep Pons, con quién ahora Plensa se ha reencontrado en el Liceu. El gestor belga quedó fascinado por el lenguaje furero, y después de que la compañía declinara su propuesta de hacer un espectáculo de calle para el Festival de Salzburgo, La Fura y Plensa se consagraron con La damnation de Faust recordado sobre todo por un cilindro metálico monumental que presidía la escena y que evocaba el horno de la fundición donde estaba ambientada la obra. En París, también de la mano de Mortier, montaron La flauta mágica con unas laberínticas estructuras hinchables que recuerdan a los habitáculos de delicados ladrillos de cristal de una etapa anterior de Plensa –llamados Lady Macbeth– y que, al mismo tiempo, evocan el interior de una mente en la que transcurría la obra.
Cambio de rumbo
La última colaboración entre Plensa y La Fura se produjo en 2007 con El castillo de Barba Azul, de Bartók, y Diario de un desaparecido, de Janácek. El trabajo conjunto de estos artistas se caracteriza por el afán innovador tanto en los aspectos conceptuales como en los tecnológicos, y fue una relación mucho más profunda que la típica que se crea entre un regista y un escenógrafo: se llegó a afirmar que Plensa había trabajado como si fuera “codirector” de las obras. Àlex Ollé recuerda que, junto a Padrissa y a Plensa, realizaban “mucho trabajo de mesa. Nos sentábamos los tres y partíamos de cero. Como él, veníamos de unos universos muy plásticos y visuales, y Jaume fue importante en su capacidad para conceptualizar. Cuando Carlus y yo empezábamos a trabajar con el libreto, Jaume era como un catalizador, aportaba un concepto, una idea, como el cilindro de La damnation, que también era un contenedor de psique”. Las piezas de Plensa se convertían en el elemento vertebrador de la puesta en escena que después Ollé y Padrissa desarrollaban según las necesidades de la trama. “Nunca he entendido la escenografía como disponer objetos encima de un escenario, eso me parece una banalidad”, advierte Plensa, “sino como concebir el espacio en el que sucede la acción, y mis compañeros trabajaban con ese lugar metafórico e ilusorio. Como escultor sé construir un esqueleto. Mis compañeros ponían los músculos”.
El trabajo para la escena de Plensa fue premiado en 1999, conjuntamente con La Fura dels Baus, con la Medalla de Oro de la Cuatrienal de Praga por las escenografías para las cantatas escénicas El martirio de San Sebastián de Debussy y la ya citada Atlàntida, y para la ópera de Berlioz “por su brillante diseño, la consistencia de sus elementos escenográficos y su excepcional creatividad”. Aun así, Plensa decidió no continuar en el campo teatral porqué quería recuperar “una cierta paz” para trabajar en sus esculturas. Es curioso que después de abandonar el mundo de la ópera, Plensa concibiera una escultura pública, la Crown Fountain de Chicago, para la cual filmó los rostros de decenas de ciudadanos como si fueran actores.
El artista recibió el encargo de este Macbeth para el Liceu en 2019, el mismo año en que realizó una instalación lumínica como escenografía para la ópera de Joan Magrané Diàlegs de Tirant i Carmesina para el Festival Castell de Paralada y el Gran Teatre barcelonés. “Me excita mucho volver a hacer ópera porque creo que aporto frescura por mi falta de hábitos en este campo”, afirma. “No me considero un profesional de la ópera, soy un extranjero, un visitante. Si el Liceu me hubiera ofrecido otro título no lo habría aceptado”, insiste Plensa. Pero su respeto por la lírica es evidente, ya que tanto en sus comienzos como ahora tiene una idea muy clara: “No hay que interferir nunca en el mensaje del compositor. Él es Dios y nosotros somos sus portavoces en la Tierra, tenemos que hacer de puente entre el compositor y el público, casi como un canal de energía. Creo que con Macbeth lo lograremos enseñando muchas actitudes, como la pureza, que se deberían recuperar en el mundo de la ópera”. Para Plensa esto significa trabajar como “un fiel servidor” del compositor sin intentar eclipsarlo con una creación propia.
Después de Macbeth, ¿querrá Plensa volver al mundo de la ópera con asiduidad? ¿Ha recibido más ofertas? “Aún no, la gente quiere ver qué pasará. Nunca he hecho ópera solo, esta es para mí una experiencia nueva. Había recibido ofertas que rechacé, pero esta vez la propuesta coincidía con el 175º aniversario del Liceu y con el encargo de las puertas que he hecho para el edificio –Constelacions–, y estamos disfrutando de todo con los músicos, los cantantes los bailarines. Es el momento de pensar en la pieza y no en si haré más o no”, concluye el artista.– ÓA
De Barcelona al mundo
Es uno de los artistas españoles con más proyección internacional. Entre sus últimas obras se encuentra una cabeza monumental que instaló en Nueva Jersey en 2021 titulada El alma del agua, la más grande de su trayectoria. Ese mismo año inauguró otro trabajo excepcional en Estados Unidos, donde disfruta de un reconocimiento especial desde que su trayectoria explotó internacionalmente con la Crown Fountain de Chicago. Se trata de Utopia, consistente en unos rostros apaisados, que recubren todo el interior del centro de interpretación del parque de esculturas Frederik Meijer, en Grand Rapids, también en Chicago, esculpidos en 400 toneladas de mármol de un blanco cristalino. Con estos trabajos Jaume Plensa se interroga una y otra vez sobre qué nos hace humanos y cuestiona las verdades más sólidas. Apasionado por la música desde que era un niño y se escondía dentro del piano de su padre, inicia su formación en la Llotja y en la Reial Escola de Belles Arts de Sant Jordi, y en su versátil trayectoria su escultura ha pasado por diferentes etapas. A mediados de los años 80 inició una serie de esculturas en hierro fundido y más adelante incorporó luz y textos escritos en relieve. También ha trabajado con resina sintética, vidrio fundido, alabastro, acero inoxidable, plástico, cobre, bronce, vídeo y sonido. También tiene una producción significativa como dibujante y grabador. Expuso por primera vez en Barcelona en 1980, y desde entonces ha vivido y trabajado en Alemania, Bélgica, Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Sus esculturas públicas se han podido ver además en Corea, Japón y Canadá. En Barcelona se pueden ver obras públicas de Plensa como Born, en el passeig del Born, y la conocida Carmela, en el entorno del Palau de la Música, Dell’arte, en el patio del Museu Can Framis de la Fundación Vila Casas y las puertas del Liceu, Constelacions. Ha recibido importantes reconocimientos, como la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de España. Es Chevalier des Arts et Lettres de Francia. * A. R. T.
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