ENTREVISTAS
Gregorio Marañón publica sus 'Memorias de luz y niebla'
La capacidad de trabajo, compromiso y la visión de futuro de Gregorio Marañón en los proyectos que asume es bien sabida, y por ello no extraña la cantidad de instituciones y empresas que le acogen, incluido el patronato del Teatro Real de Madrid. Este destacado personaje de la transición española sigue activo y comprometido con el mundo empresarial y cultural del país y sorprende por el gran círculo de personalidades que le rodea y que protagoniza junto a él su libro de memorias.
Gregorio Marañón Bertrán de Lis (Madrid, 1942) es presidente del Patronato y de la Comisión ejecutiva del Teatro Real desde 2007, justo cuando el coliseo madrileño celebraba el primer decenio de vida como el principal teatro de ópera de Madrid y antes de convertirse en el principal teatro de ópera de España. Se trata de una persona cercana, amable, cultivada, que entiende la amistad como un bien preciado y que es capaz de estar en tantos frentes que parece que haya vivido varias vidas a la vez. En el ámbito cultural es miembro de numerosas academias, incluyendo la de Bellas Artes de San Fernando o la de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, es patrono en instituciones madrileñas, toledanas y sevillanas, como la del Real Alcázar, además de ser presidente del Teatro de la Abadía o asesor de Cáritas Española. A nivel empresarial actualmente es presidente de Logista, de Air City Madrid Sur, del Consejo de Administración de Universal Music España, vocal del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional y durante años ha trabajado como abogado, en banca, en empresas propias o como asesor de otras tantas participando incluso como fundador de varias publicaciones. Posee numerosas distinciones, como la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid y la de la Junta de Castilla-La Mancha; es Comendador de la Legión de Honor francesa y de la Orden de la Stella italiana. También es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha y tiene el Premio Nacional de Periodismo Mariano de Cavia. Es miembro del Comité de Honor de ÓPERA ACTUAL desde el 2017.
Marañón acaba de publicar Memorias de luz y niebla (Galaxia Gutenberg), cuya relevancia es múltiple dada la multifacética personalidad de este humanista liberal que no rehúye la política desde la sociedad civil, insistiendo en que la transición debería ser el espejo en el que buscar el futuro prometedor de una España centrada en el bien común.

Gregorio Marañón junto a los miembros del patronato del Teatro Real presidido por SS. MM. los Reyes de España

Portada de 'Memorias de luz y niebla' editado por Galaxia Gutenberg
ÓPERA ACTUAL: ¿Por qué publica sus memorias cuando todavía está en activo?
Gregorio MARAÑÓN BERTRÁN DE LIS: La amistosa insistencia de Joan Tarrida y de María Cifuentes, hizo, hace dos veranos, que me comprometiera a escribir este libro. Luego el confinamiento del mes de marzo fue decisivo para que pudiera culminarlo. Como motivación más personal, creo que, al igual que el conocimiento de la historia debe iluminar nuestro futuro, la reflexión sobre lo ya vivido nos ayuda a afrontar nuevos proyectos. Siguiendo a Emilio Lledó, sin memoria no hay futuro.
ÓA: ¿Qué es para usted la cultura?
G. M. B. L.: La cultura tiene un valor estratégico por su carácter identitario, y porque el ocio inteligente que ofrece suscita un pensamiento crítico y también utópico, siendo ambos esenciales para el avance personal y social. Además, genera riqueza y empleo.
ÓA: ¿El rechazo de Jordi Pujol a la propuesta de Javier Solana de convertir al Liceu en el primer teatro español fue lo que impulsó al gobierno de Felipe González a convertir el Teatro Real en el referente lírico español?
G. M. B. L.: Estoy convencido, como cuento en el libro, de que fue así, habiendo vivido aquel proceso muy de cerca.
ÓA: Una de sus mayores aportaciones al Real es su singular independencia del poder político.
G. M. B. L.: En los primeros diez años del Teatro Real, tras su reapertura en 1997, hubo seis presidentes –los correspondientes ministros de Cultura– y seis equipos de dirección distintos –los que cada ministro traía consigo–. Con tanta inestabilidad fue imposible desarrollar un proyecto serio, sumiendo a la institución y a sus cuerpos estables –orquesta y coro– en la irrelevancia, como acertadamente describió Ansón. Cuando César Antonio Molina me pidió que estudiara un modelo institucional alternativo para el Teatro Real, propuse que su Fundación tuviera un presidente independiente elegido por el Patronato a propuesta del ministro de Cultura con mandatos de cinco años, y que, a su vez, los patronos no institucionales tuvieran también mandatos de cinco años, escogiendo para estos puestos a personalidades relevantes del mundo de la cultura, como Mario Vargas Llosa, Javier Gomá y Laura García Lorca, y del mundo empresarial. Como es natural, hemos vivido algún momento de tensión, pero los ministros conmigo han respetado la autonomía del Teatro.
ÓA: ¿Cómo ha conseguido que el Real esté arropado por cientos de prohombres y ciudadanos a nivel de sus órganos de gobierno y especialmente en su Consejo asesor, Junta de protectores, Círculo diplomático, Consejo internacional y los miles de Amigos de coliseo?
G. M. B. L.: En primer lugar, el Teatro Real tiene un proyecto excelente y apasionante, de la máxima ambición artística, y su situación económica es muy buena. Ambas realidades lo hacen atractivo para quienes desean colaborar. Pero, además, en el Teatro Real no solamente se agradecen las valiosas aportaciones de la sociedad civil, sino que se facilita la participación activa de sus representantes, aportando su experiencia y buen criterio.
ÓA: ¿Qué supuso la etapa de Gérard Mortier, su proyecto europeísta y de volver el Real hacia la ciudad? ¿Cuál es el aporte de Joan Matabosch?
Gregorio MARAÑÓN BERTRÁN DE LIS: El Teatro Real, que hoy es, según el Barómetro de la Fundación Contemporánea, la primera institución de las artes escénicas y musicales del país, no habría alcanzado estas metas sin los tres años del mandato de Mortier, y sin los siete restantes de Matabosch. Nunca he comprendido la facilidad que representó su contratación. No olvidemos que, recientemente, a Joan le han tentado varias veces con ofrecimientos de algunas de las principales instituciones operísticas internacionales, tras reconocerse sus logros en el Teatro Real, pero, afortunadamente, lo que más le motiva es continuar con su proyecto en el Real, donde se le valora y se le quiere. Es de justicia añadir que sin el liderazgo de Ignacio García-Belenguer, como director general, y su extraordinario equipo, y sin el decidido apoyo de toda la plantilla, nada de esto hubiera sido posible.
ÓA: Sorprende la valentía con que explica en el libro conversaciones privadas o presiones políticas. ¿No le preocupan posibles represalias?
G. M. B. L.: No he contado todo lo que he vivido –y sé de esas situaciones–, porque no debo hacerlo, pero sí lo suficiente para que mi relato sea comprensible.
ÓA: El Real ha innovado con cuerpos estables ajenos al coliseo, la Sinfónica de Madrid y el Coro Intermezzo. ¿Cree que el modelo está funcionando?
G. M. B. L.: No solamente está funcionando, sino que me consta que constituye la gran envidia de muchas instituciones operísticas. Creo que fue una decisión excelente, que adoptamos en el primer Patronato de la Fundación, en 1995, a propuesta de Elena Salgado, que entonces era la directora general de la institución. Por ejemplo, el primer coro que tuvo el Teatro Real no estaba a la altura de lo que la institución necesitaba, y pudo, por ello, ser cambiado mediante un concurso público, lo que nos ha permitido contar ahora con uno de los mejores coros de Europa.
ÓA: ¿Sigue creyendo que reunificar el Real y el Teatro de La Zarzuela en una única fundación sería un potenciador para ambos teatros y para el género lírico español?
Gregorio MARAÑÓN BERTRÁN DE LIS: Siempre recuerdo que, en 1995, cuando se constituyó la Fundación bajo la presidencia de Carmen Alborch, el Teatro de La Zarzuela y el Teatro Real formaban parte de la misma. Fue el gobierno de José María Aznar el que decidió sacar de la Fundación al Teatro de La Zarzuela. Veinte años más tarde, fue el ministro del Partido Popular Íñigo Méndez de Vigo el que decidió volver a agruparlos, y, esta vez, fue el efímero ministro de Cultura José Guirao, quien impidió la reunificación. No se trata, por tanto, de una cuestión política, sino exclusivamente artística. Y yo, como Carmen Alborch e Íñigo Méndez de Vigo, estoy convencido de que ambos teatros juntos significan mucho más que por separado.
ÓA: Curiosamente en Madrid y Barcelona los ayuntamientos no son los que más apoyan a sus grandes coliseos líricos, a pesar de que representan destacados focos de turismo y renombre. ¿Cuándo se incorporó el Ayuntamiento de Madrid al patronato del Real?
G. M. B. L.: El Ayuntamiento de Madrid, sorprendentemente, no formó parte de las administraciones públicas refundadoras del Teatro Real, dejando al Ministerio de Cultura y a la Comunidad de Madrid solas en este proyecto. Muy recientemente, por decisión de Manuela Carmena ratificada poco después por José Luis Martínez-Almeida, el Ayuntamiento de Madrid se ha integrado plenamente dentro del armazón público e institucional del Real.
ÓA: ¿A quién van dirigidas estas Memorias de luz y niebla? ¿Tiene planeado un nuevo libro tras este y Memorias del Cigarral (2017)?
Gregorio MARAÑÓN BERTRÁN DE LIS: Este libro está dirigido a los lectores que se interesen por el pasado para comprender mejor nuestro presente y el futuro que nos aguarda. Como mi vida discurre por cauces muy diversos, el lector encontrará capítulos sobre relevantes empresas e instituciones culturales, y también sobre la política, desde la Transición hasta nuestros días. En cuanto a nuevos libros, es probable que me anime a escribirlos, pero aún no me lo he planteado. Cada día tiene su afán y, hoy, estoy presentando estas Memorias de luz y niebla. ÓA
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