ENTREVISTAS
Fiorenza Cossotto: “Para mí es vital el teatro. Antes de cantar ópera hice tantos conciertos que quedé hastiada”
La mítica mezzosoprano Fiorenza Cossotto, adorada en España especialmente por liceístas y abaístas, cumplía 85 años el pasado mes de abril. Dueña de una inmensa carrera, está considerada como una de las grandes intérpretes de su cuerda del siglo XX, sobre todo en el repertorio belcantista y verdiano, aunque también incursionó en el francés y hasta en el ruso. Esta es una entrevista realizada en 1988 que muestra a la diva en la etapa final de su carrera.
Idolatrada en medio mundo por su voz espectacular, de amplia proyección y gran belleza, pero también por la intensidad dramática y pasional con la que abordaba todos sus personajes, la famosa mezzosoprano italiana Fiorenza Cossotto (1935) era una de las favoritas de los grandes escenarios del mundo, incluido, cómo no, el Liceu barcelonés y la ABAO bilbaína. En el primero debutó en 1961 con La Cenerentola de Rossini y Laura de La Gioconda de Ponchielli para regresar al año siguiente como Azucena de Il Trovatore verdiano comienzo de una relación que duraría tres décadas. Ante el público abaísta cantó en más de una decena de temporadas desde que se presentó en 1975 como Adalgisa de Norma.
Su fama internacional arrancó desde muy temprano y después de su debut absoluto en La Scala de Milán en 1957. Dos años más tarde ya subía al escenario del Covent Garden de Londres como Neris en Medea, junto a Maria Callas. Su brillante trayectoria le llevaría desde Nueva York a Tokio interpretando un repertorio que abarca más de medio centenar de personajes. A finales de la década de 1980, cuando Cossotto continuaba deslumbrando por su arrebatadora personalidad moviéndose por el mundo con sus pesadas maletas siempre cargadas de pelucas y trajes de época (prefería vestir los suyos, no los de determinadas producciones que no le convencían), su agenda seguía repleta de compromisos antes de que, paulatinamente, dejara los escenarios en los albores de este siglo. En esa época viajaba siempre acompañada de su marido, el bajo Ivo Vinco, ya retirado.
En su última visita al Teatro Municipal de Santiago de Chile, en 1988, llegó muy molesta. Su vuelo aterrizó con más de dos horas de retraso, pero además, no llegaron sus maletas con su precioso cargamento. En el aeropuerto de la capital chilena y en una fría mañana del invierno austral se desarrolló esta conversación. “Esto [el extravío del equipaje] le ocurrió no solo a nosotros, sino a muchos pasajeros, pero para nosotros no hubo explicación, porque no tenemos los recibos correspondientes de nuestro equipaje: dos grandes maletas grises y dos bolsas. No volveremos a viajar jamás en esta aerolínea (KLM)”, aseguró la artista.

Cossotto como Adalgisa junto a la Norma de Montserrat Caballé en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, en 1978
Juan Antonio MUÑOZ: ¿Qué es lo que más le preocupa de ese equipaje extraviado?
Fiorenza COSSOTTO: Una foto, la única que tenía, con mi padre y mi madre, y que siempre llevo conmigo. Además, una bolsa con medicamentos con los que estoy haciendo un tratamiento que requiere continuidad y para el cual tuve que importar algunos remedios desde Francia. También venían vestidos de noche; uno en particular, de seda natural, que cuesta más de un millón de liras. También pelucas, maquillaje de teatro, un servicio fotográfico para la edición de un libro y otras pertenencias personales.
A. M.: Después de inaugurar con Amneris la temporada en Bilbao y de cantar Ulrica de Un ballo in maschera, Laura de La Gioconda y Azucena en el Liceu de Barcelona, retomará aquí su mítico personaje de Il Trovatore. Después de tantas funciones como Azucena en todos los grandes teatros…
F. C.: Sí. ¡Son más de quinientas funciones, igual que de Amneris, que ya no recuerdo cuántas!
A. M.: ¿Y cómo ha ido innovando el rol?
F. C.: Siempre, cada representación, significa algo nuevo. Azucena está dentro de mi corazón y de mi alma. Hice el rol hace muchos años en La Scala, bajo la regia de Giorgio de Lullo y la dirección del maestro Gianandrea Gavazzeni. Ambos me traspasaron el enfoque dramático del rol –hablo de la dramaticidad verdadera, no de la falsa– sea en los movimientos o en la expresión de las palabras. Cuando hice esa primera Azucena en Milán yo tenía 22 o 23 años. Recuerdo que el director del teatro, Antonio Ghiringhelli, declaró que yo era la cantante más joven que había inaugurado una temporada allí, comprendidas la legendaria Maria Malibrán y todas las demás. Eso me ayudó a preparar con más voluntad este personaje. Por eso todavía vive en mí. Ciertamente, ha evolucionado mi concepción del rol. Creo que es producto de la edad, de la experiencia de la vida, de los sentimientos diferentes, del amor de madre. Mi primera Azucena era más salvaje; una madre joven que tenía un hondo sentido de venganza, motivo central de esta ópera. Hoy veo distinto este personaje: más maternal, mucho más dulce. La venganza se encuentra presente, pero con una vena de melancolía porque en el fondo, según he comprobado con mis estudios, Azucena se venga sintiendo amargura en el corazón. Cuando tenía 23 años, no existían términos medios: había que vengar con todo a la vieja gitana asesinada. Hoy, mi venganza es hecha realidad con una sonrisa amarga.
En paralelo a su trayectoria teatral, Fiorenza Cossotto pudo vivir la edad de oro de la industria discográfica, dejando un legado inmenso [ver discografía seleccionada en las páginas siguientes]. Nacida en Crescentino (Italia), el 22 de abril de 1935, está considerada como una de las mejores mezzosopranos del siglo XX. Estudió en la Academia de música de Turín siendo la alumna más destacada de su generación, para más tarde perfeccionarse con Mercedes Llopart, la misma maestra de Tebaldi, Caballé, Kraus, Scotto, Moffo o Suliotis. Fiorenza Cossotto debutó el 2 de diciembre de 1955 en La Scala de Milán después de ganar el concurso del coliseo milanés. Es heredera natural de la escuela de Cloe Elmo, Ebe Stignani, Fedora Barbieri y Giulietta Simionato. Dueña de una tesitura de un amplio rango vocal, poseía unos agudos espectaculares, al igual que un registro medio y unos graves impresionantes. Su facilidad para la coloratura le hicieron destacar en el repertorio belcantista desde sus inicios, para más tarde hacer suyos los roles verdianos más pesados. Algunos de sus papeles más importantes fueron Amneris, Ulrica, Eboli, Santuzza, Azucena, Adalgisa, Carmen y Leonora de La Favorita.
A. M.: Su debut como cantante ocurrió en La Scala con El ángel de fuego de Prokofiev, pero su primer rol importante fue el de Sor Mathilde en el estreno absoluto de Diálogos de carmelitas, de Francis Poulenc, en 1957. ¿Cómo recuerda todo ello?
F. C.: Poulenc me quiso mucho. Me llamaba “mi pequeña Sor Mathilde” y me decía: “Es un pecado que tú, que harás una gran carrera, no vuelvas a encarnar este pequeño personaje mío, que tanto me gusta como haces”. Eran dos o tres palabras en toda la ópera, pero yo estaba muy entusiasmada de cantarla; vivía mi parte como si participara en toda la ópera.
A. M.: A usted se le conoce como mezzosoprano, pero también ha cantado y grabado arias para soprano. Incluso grabó Lady Macbeth junto a Josep Carreras. ¿Cuál considera que es su voz natural? ¿mezzo o soprano?
F. C.: Esto ha sido siempre un enigma. Creo que naturalmente soy soprano, pero también mezzo. La mezzosoprano verdadera tiene un centro nada forzado, natural, mórbido. Eso es básico para saber si una mezzo lo es o no. Muchas sopranos no tienen agudos y, por eso, cantan como mezzos, pero no tienen el centro oscuro ni rico en armónicos. Pero esto se descubre pronto; llegado un momento de su carrera, los que saben de ópera y los críticos sienten que falta la vibración, el squillo de la voz.
A. M.: A propósito de soprano, ya se habla de su incursión como protagonista de Fedora, de Giordano.
F. C.: Sí, estoy estudiando el papel de Fedora, que es un rol para soprano: quiero hacerla muy pronto. Quizás en Nápoles, pero me gustaría debutarla con un cast importante.
A. M.: Podría ser en Santiago…
F. C.: ¡Por supuesto!, pero también me gustaría que me vieran en Dalila, del Sansón de Saint-Saens [papel que entonces acababa de incorporar y que había cantado en 1987 en Bilbao]. Es un gran rol que algunas cantantes hacen porque son bellas y actúan bien, pero para el que se necesita cantar.
A. M.: Es muy famosa por el repertorio italiano y los grandes roles verdianos para su cuerda, pero también ha cantado bastante repertorio francés, como Carmen, Dalila, Charlotte…
F. C.: Sí, últimamente he descubierto un personaje extraordinario en Charlotte, de una feminidad increíble. Estudié Carmen con Georges Prêtre, quien me inculcó un estilo francés dulce y elegante.
A. M.: La suya es una carrera fundamentalmente teatral, y pocas veces ha interpretado otros repertorios y otros formatos en las últimas décadas. ¿Le gusta ofrecer recitales como hacen muchas de sus colegas?
F. C.: ¡No! Para mí es vital el teatro. Y es que antes de cantar ópera, hice tantos conciertos que quedé hastiada.
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