ENTREVISTAS
Fedora Barbieri: «Los cantantes de hoy a los cinco años ya no tienen voz»
Fue una mezzosoprano dramática de pujante temperamento, célebre por su interpretación de roles verdianos como Amneris y Azucena. En junio pasado habría cumplido 100 años, y en su honor la ciudad de Florencia decidió ponerle su nombre a una calle en señal de homenaje. Esta es una entrevista realizada en Viña del Mar, Chile, en septiembre de 1989.
Fedora Barbieri (1920-2003) fue una de las más grandes mezzosopranos dramáticas de su generación. Para muchos, la de voz más excelsa y temperamento más fuerte. Reconocida intérprete verdiana, trabajó con las más distinguidos directores de su época, como Toscanini, Serafin, Furtwängler, Giulini o Von Karajan. Aunque debutó en 1940, su carrera se prolongó hasta 1969, pero siguió cantando esporádicamente hasta el año 2000 cuando, con 80 años, celebró en el Teatro del Maggio Musicale de Florencia sus 60 años de actividad, en el papel de Mamma Lucia (Cavalleria rusticana) de Mascagni. En la última etapa de su vida actuó como jurado en diferentes concursos internacionales, como el Luis Sigall de Viña del Mar (Chile), el Francesc Viñas de Barcelona, el Jaume Aragall en Torroella de Montgrí o el Maria Callas de São Paulo (Brasil).
Poseedora de un repertorio de más de un centenar de títulos, en su más de medio siglo de carrera su talento quedaría para siempre asociado a personajes como la Princesa de Éboli, Amneris, Azucena, Ulrica, Mrs. Quickly, Dalila, Carmen o Brangania, que cantó junto a estrellas como Renata Tebaldi, Jon Vickers, Ettore Bastianini, Tito Gobbi, Ramón Vinay, Boris Christoff o Maria Callas, a quien recuerda “como una gran estudiosa y una gran intérprete. En Venecia hicimos Tristán e Isolda, con Tullio Serafin; creo que si él no hubiese dirigido, Callas no habría aceptado cantar Isolda; él sabía distinguir las posibilidades de las voces, algo que muy pocos pueden hacer en la actualidad. Para mí fue también una excelente colega. No dejaba de cantar nunca, ni siquiera en los más pequeños ensayos. Ella tenía un problema terrible: no veía bien al director; sin embargo, siempre era precisa, perfecta”.
Juan Antonio MUÑOZ: Su legado hizo que el aspecto interpretativo y actoral fuera ganando terreno en la ópera.
Fedora BARBIERI: Sí y no. Hoy, casi todas las sopranos tienden a copiar a Maria Callas. Esto es algo que se encuentra en el ambiente; hasta los jurados de los concursos comparan a las competidoras con la Callas y dicen que esta tiene la voz de la Callas, esta otra el porte, la otra el talento dramático… Callas fue una y no habrá otra igual. Ella no tenía lo que se llama una voz hermosa, pero estudiaba horas y horas, y fue inteligente en escoger su repertorio. Los artistas tienen que entender que el canto es algo propio, muy personal, y que no se puede buscar referencias interpretativas en otros. A lo más, otros cantantes pueden dar luces acerca de algo.

Junto a Maria Callas, con quien compartió una profunda amistad, además de muchas funciones en escena y sesiones en los estudios de grabación
J. A. M.: ¿Cómo ve la evolución del canto desde sus primeros años hasta ahora?
F. B.: Se han olvidado muchas cosas y han cobrado importancia otras que no sirven para el canto. Cuando gané el concurso del Centro Lírico de Florencia, se estudiaba muchísimo. La preparación de los cantantes era minuciosa y sólida. Hoy en día sigo estudiando, aunque cante poco; es la única forma de mantenerse y crecer. Hoy sucede que un cantante gana un concurso y a la semana siguiente canta Traviata y deja de estudiar. Para nosotros un concurso era el pie para seguir estudiando; a lo más se nos asignaba un pequeño rol en una ópera de cámara o un personaje que nos acomodara para empezar a tener contacto con la escena. Creo que se perdió la seriedad artística de los cantantes, la seriedad profesional.
J. A. M.: Habría que considerar que el mundo de hoy es otro y con otras exigencias.
F. B.: Sí. Además en este mundo no se tiene en cuenta las posibilidades fisiológicas. Después de cada vez que se canta, hay que tomar un descanso. Los cantantes líricos de hoy cantan, cantan y cantan, y a los cinco años ya no tienen voz.
J. A. M.: ¿De quién es la culpa?
F. B.: Gran parte la tienen los propios maestros de canto, que sencillamente no saben enseñar o que no saben qué enseñar, lo que es peor.
J. A. M.: ¿Por dónde debería arrancar esa enseñanza?
F. B.: Lo primero es la respiración. El cantante debe ser capaz de controlar el aire que tiene en sus pulmones, de graduar la intensidad del sonido de acuerdo a él, de expirarlo de forma paulatina. La base de la voz es la columna de aire que se es capaz de mantener. Después de dominar la respiración viene todo lo demás y eso puede demorar años. Otra cosa que hay que tener en cuenta cuando se canta es que, además de emitir sonidos, se dicen palabras que tienen significado. Ese texto hay que saber decirlo. Siempre recuerdo la siguiente frase de Arturo Toscanini: “Recuerda, Fedora, la palabra está esculpida en bronce. Tienes que hablar cantando”. Ahora, no; hay veces que no se entiende nada y muy pocos saben sostener el sonido.
J. A. M.: Parece que se hubieran extinguido las voces dramáticas. ¿Qué opina?
F. B.: No hay ni sopranos dramáticas, ni mezzos, ni grandes barítonos. Pienso que, junto a los problemas técnicos ya referidos, esto se debe a una cosa fisiológica. Para sostener los roles de óperas como Aida y El Trovador es necesario tener una caja ancha. Hoy las cantantes son muy estrechas. Para cantar no es necesario ser gordo, pero sí hay que tener un tórax adecuado. Por eso después de un aria ahora las cantantes se quedan agotadas. Pienso que es cierto lo que algunos han dicho: “Después de la Barbieri, todas las voces de mezzo son construidas, no naturales”. La voz solo se descubre después de dominar el fiato.
J. A. M.: También dicen que fue la última de las grandes voces…
F. B.: Sí, sí, ya lo sé, la última de las voces de mezzo-contraltos aptas para cantar Verdi. Pienso que tienen razón en varios aspectos, aunque puede estar mal que lo diga yo… Ya no se dan las voces de antes. ¡Creo que soy la mejor mezzosoprano del mundo!

En La Scala de Milán en 1951 junto a Victor de Sabata, Mario Del Monaco y Constantina Araujo
J. A. M.: Como la última gran mezzo verdiana, ¿cómo deben ser las voces adecuadas para cantar las obras de Verdi?
F. B.: Eso es muy difícil de decir. Los cantantes quieren cantarlo todo cuando es absolutamente necesario circunscribirse a un repertorio. Además, piensan que para cantar Verdi hay que engolar la emisión y cantar de pecho. En Verdi siempre es fundamental sostener el sonido. Lo demás es asunto de color de voz, que varía de acuerdo al personaje. A Verdi hay que tratarlo con respeto. Toscanini era un hombre muy fuerte y muchos le tenían pavor, pero él me decía que al único al que él le tenía miedo era a Verdi: “No sabes, Fedora, lo que era que te mirara Verdi, ese hombre estupendo, con esos ojos azules magnéticos”.
J. A. M.: ¿Le gusta participar como jurado en concursos de canto?
F. B.: Sí y no. Creo que siempre es interesante oír voces nuevas y me gusta dar consejos cuando puedo hacerlo. El problema es que en los concursos son pocos los que realmente saben de canto.
J. A. M.: ¿Y cómo se enfrenta a la tarea cuando es parte de un jurado?
F. B.: Es algo duro. Soy muy seria al respecto. Mi interés es el cantante, ningún otro. Yo decido por la voz; ese es mi único parámetro de comparación.
J. A. M.: Usted ha seguido cantando, aunque papeles adecuados a su edad.
F. B.: Sí. Es que para mí es muy importante. Hace poco hice Falstaff en Marsella, con Ingvar Wixell, que hacía, por primera vez, el rol titular. He cantado esta ópera con todos los grandes barítonos y me encanta.
J. A. M.: ¿Existe algún papel que le hubiera gustado hacer?
F. B.: ¡Sí!, la Charlotte de Werther y ¡La Traviata!, pero definitivamente no era para mi voz… -ÓA
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