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Fatma Said: «No estoy interesada en una carrera operística al uso»
Pese a su juventud, la soprano Fatma Said ha conseguido, en poco tiempo, hacerse un hueco en el panorama vocal internacional gracias a una bella y tornasolada voz, una instintiva musicalidad que le permite abordar con naturalidad todo tipo de repertorios y la clara voluntad de volar a su aire, más allá de las convenciones del sector. Prueba de ello es su álbum de presentación, El Nour, en el que hace confluir universos musicales de oriente y occidente. Todo un manifiesto sobre diversidad cultural y musical así como de las raíces e intenciones de una cantante singular que debuta este viernes en el Festival de Lied Life Victoria de Barcelona.
El Nour, que significa “la luz”, es un proyecto personal que llevo mucho tiempo preparando y que está directamente relacionado con mis raíces. Soy egipcia, nací en El Cairo, una ciudad y un país que ha tenido una intensa relación, por su pasado histórico y cultural, con Europa. Es un punto de confluencia de muchas culturas y una puerta entre Oriente y Occidente. Esa riqueza es lo que he querido transmitir en mi primer trabajo discográfico.
Los visitantes de occidente dejaron una importante huella en mi tierra a nivel cultural, pero también personal y sentimental. Los viajeros llegaban, echaban raíces y luego debían abandonar con lágrimas en los ojos un país del que se habían enamorado. Es algo que he vivido. Estudié en la escuela alemana de El Cairo y vi como lloraban mis profesores al tener que volver a su tierra. Esa nostalgia la explica con gran sutileza Victor Hugo en Adieux de l’hôtesse arabe, en su caso desde el punto de vista de la mujer árabe que pierde a su amante.
Aunque en mi familia no hay tradición musical siempre me han transmitido un gran amor por la cultura y por el arte en general. El hecho de cantar es para mí algo natural desde que era una niña y, a través del canto, me gustaría poder difundir la música del pasado a las jóvenes generaciones, sin traicionar nunca al autor, pero de un modo personal y desde una perspectiva libre.
Malcolm Martineau es un pianista maravilloso y en su versión de Shéhérezade puedes escuchar todos los colores de la orquesta de Ravel. Hemos incorporado el ney a esta obra, un tipo de flauta de oriente medio muy expresiva, con inflexiones parecidas a las de la voz. Creo que conecta perfectamente con el orientalismo de Ravel y esa idea de fusión es lo que buscaba y lo que da sentido a toda la grabación. El resumen perfecto es Zaïde, de Berlioz, donde confluye lo francés, español y árabe en una mujer joven que, además, se llama como yo.
En la música española percibo muchos paralelismos con la música árabe. ¡La voz tiene giros expresivos tan parecidos! Recuerdo un día que estaba paseando por una calle de Málaga y, de repente, tuve la sensación de estar paseando por El Cairo, por mi ciudad. Las mismas calles, los mismos colores, el mismo perfume… Todo ello he intentado transmitirlo a través de canciones de Lorca, Falla u Obradors, acompañada de Rafael Aguirre, un gran guitarrista.
Creo que es evidente que me encanta España, donde he cantado ya varias veces. Pero me hace especial ilusión debutar, por fin, en Barcelona, ¡mi ciudad favorita! Es una gran oportunidad poder cantar en un festival como el Life Victoria, en el cual interpretaré un programa parecido al del CD. Más adelante, si nada se tuerce, volveré de nuevo al Palau de la Música Catalana.
Próximamente interpretaré a Zerlina, de Don Giovanni, dirigida por Riccardo Muti. Es un honor para mí cantar con él. Me encanta Mozart y creo que encaja muy bien con mi voz, pero la verdad es que no quiero especializarme en uno u otro repertorio. No me apetece seguir una carrera operística al uso. Me apetece combinar el recital con la ópera y hacer los proyectos que me apetezcan. ¡Ser libre!
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