ENTREVISTAS
Ermonela Jaho, la soprano que emociona
La cantante albanesa es una de las más afamadas sopranos del actual firmamento operístico. No solo posee una hermosa voz lírica y una absoluta maestría técnica, sino que es una de las cantantes-actrices más emocionantes de la actualidad, como lo fuera en su momento Maria Callas.
En mi opinión, las versiones de Ermonela Jaho que ofrece de las frágiles heroínas del tipo de Violetta o Cio-Cio San supera a Maria Callas en su capacidad para emocionar por la intensidad de la verdad que logra infundirles.
“En la vida diaria una tiende a protegerse de su propia fragilidad porque no hacerlo sería muy doloroso. Pero en el escenario estás completamente desprotegida. Tu realidad y tu debilidad están a la vista de todos. La música te enseña a canalizarlas y tu verdadero ser aparece, sea cual sea el papel que estás interpretando. Es posible que las gentes mediterráneas y balcánicas sientan más que las de otros países esta intensidad pasional, pero en cualquier caso yo no la demuestro en la vida real, ya que soy bastante tímida. Pero cuando se trata de la música, toda esta pasión se manifiesta a través de los personajes que encarno”.
A finales de diciembre debía cantar la Violetta de La Traviata en el Liceu de Barcelona. Cuando la hizo en Londres en 2019 (Crítica DVD) su interpretación, especialmente en el último acto, resultó tan estremecedora que daba la impresión de que se asistía a la muerte de una persona real, y no de una ficción escénica. La emoción de todos los presentes se tradujo en esa ocasión en una ovación interminable.

En la imagen y abajo, como la protagonista de 'La Traviata' en la Royal Opera de Londres
“El momento punta de Violetta, y al que estar atento, es la frase ‘Amami, Alfredo. Amami quanto io t’amo’ del segundo acto, cuando afloran todas las emociones del personaje. Es una auténtica explosión, el clímax de la ópera, el momento en que se expresa todo. Ahí tiene que aparecer toda su vida. Pero quedan otros dos actos, y no precisamente fáciles. Hay ocasiones en que yo me vacío en ese momento y tengo que tener cuidado porque hay que guardar algo para todo lo que sigue. La experiencia que vas adquiriendo es la que te enseña a reservarte sin perder intensidad”.
Viendo a la Jaho en este papel no resulta sorprendente enterarse de que fue precisamente este el que le decidió a convertirse en una cantante de ópera, cuando hasta entonces había pensado solamente en una carrera como cantante de música pop. “Yo, como tantas personas, carecía de cultura clásica, pero como parte de mis estudios se exigía la ejecución de una aria de ópera, de modo que me acerqué al Teatro de la Ópera de Tirana para saber cómo sonaba aquello. Se representaba aquel día La Traviata y me enamoré inmediatamente de ella hasta el punto de decirle a mi hermano que no querría morirme sin haber cantado aquello al menos una vez. ¡Y hoy ya llevo más de 300 representaciones! En casa de una amiga, que tenía un cassette de la Callas, le pedí que me lo pusiera y la emoción que sentí al oírla fue algo indescriptible. En ese estado emocional no se piensa en si cada una de las notas es perfecta. Nadie es perfecto, pero es la verdad –el grito, el llanto– lo que conecta contigo”.
“Y así es como empezó todo. Ahora, después de más de 300 funciones, sigo sintiendo que cada vez es la primera. Has experimentado un crecimiento, tienes más experiencia de la vida y has profundizado más en estos sentimientos, y si todo esto no lo aplicas a tu interpretación, es inútil seguir cantando este papel. Se puede cantar muy bien, pero además se necesita sangre, sudor y lágrimas para provocar la catarsis, como en las tragedias griegas. Si no somos capaces de hacerlo, ¿por qué insistir en seguir haciendo lo mismo?”.
El drama persigue a la catarsis
Si a veces, estando en escena, se tiene la impresión de estar a la vez dentro y fuera del personaje, ¿cómo se resuelve la situación? “No lo sé. No es algo que ocurra a menudo. Me pasó a mí una vez en una Traviata y, a decir verdad, me asusté un poco. Sentí una sensación de frío, así como la imposibilidad de sacar algo de mí misma, como si la voz se hubiera independizado de mi cuerpo y flotase por su cuenta en el aire; era como si mi cuerpo se separara del mundo. Fue una sensación que no sabría describir. Cuando se llega al tercer acto de esta ópera llega el cansancio y hay que pensar en graduar el sonido, pero en ese momento yo no pensaba en ello porque había una cierta desconexión conmigo misma, como si la gravedad no me afectase. Sentí que iba a derrumbarme, y aquello fue tan revelador que en ese momento sentí que esa era mi voz auténtica. Es imposible explicar cómo de pronto me sentí liberada, pero al mismo tiempo me supuso una cierta frustración, porque esa sensación de libertad no iba a ser siempre posible. Son momentos únicos pero también peligrosos porque se entra en otra dimensión y se corre el riesgo de perder el control”.

Como Liù de 'Turandot' en San Diego
“Solo cuando se alcanza esta dimensión de verdad se puede emocionar a los demás. Y por supuesto, aquí en Grecia [la entrevista se realiza en Grecia el pasado octubre, durante los ensayos de Madama Butterfly en la Ópera Nacional Griega] empezó todo. El objetivo del drama griego fue siempre la catarsis. Y, como ya dije, si no puede alcanzarse ese tipo de conexión, ¿para qué molestarse?”.
Después de Violetta, el próximo papel de Jaho en el Liceu será el de Antonia en Les contes d’Hoffmann, papel que cantó por primera vez en París en 2016 y que repetiría en Ámsterdam en 2018, un personaje con el que asegura tener mucho en común. “Es cierto que tengo con él muchas similitudes, y al igual que ella tengo una dedicación especial a la música. Vocalmente el carácter lírico de su voz de soprano me sienta de maravilla. El mayor reto consiste en aportar los elementos vocales y dramáticos imprescindibles para llegar a la última escena de la mejor forma posible. El efecto de esa proyección no es otro que el de hacer más creíble al personaje”.
En el caso de esa heroína se produce el fascinante conflicto entre su amor por el arte y el amor por un hombre. ¿Cómo lo afronta Ermonela Jaho desde su experiencia personal? “Es esa una situación que ocurre todos los días, por varias razones. La carrera de una mujer no solo se ve obstaculizada por la realidad que la rodea sino por su decisión personal al elegir entre su carrera y la vida familiar. Pero si has construido tu vida junto a la persona adecuada todo puede hacerse más fácil. Ese, por lo menos ha sido mi caso”. Jaho está casada con un amigo de la infancia, el ingeniero en electrónica Ervin Strafa. “No creo que el amor por el arte sea superior al de la familia, pues ambos forman parte de la misma existencia. Se puede carecer de uno o de ambos, pero siempre faltará algo, y por ello en lugar de considerarlos como fuerzas opuestas capaces de destruir, hay que procurar que se completen el uno con el otro en un deseado equilibrio”.

Como Violetta Valéry en el Teatro Real de Madrid
De Barcelona a París
Después de Barcelona Jaho viajará hasta la Opéra de París para cantar allí la Marguerite de Faust, un papel que ya hizo en la Ópera de Helsinki. “Como ya dije, trato de hallar elementos comunes en todos los papeles que interpreto. Creo que es la única manera de hacerlos míos y poder transmitirlos al público. En Marguerite veo a una muchacha sencilla que es capaz de brindar al mundo su belleza y su inocencia. Todas hemos empezado así, en realidad hasta que llega el momento de prescindir de la inocencia para asegurar la propia protección, aunque ello suponga tener que desprenderse de parte de la belleza de nuestras almas”.
“Vocal y dramáticamente los retos son parecidos a aquellos a los que tiene que enfrentarse Antonia, pero más difíciles, porque el proceso de maduración es más largo. El principal peligro en el caso de Marguerite radica en la última escena, en la cual se repite una y otra vez el mismo tema, lo que exige extremar el cuidado para modular el efecto en cada repetición hasta alcanzar ese final redentor. El compositor supo describir así la pérdida de la inocencia, reemplazada por la belleza y la determinación que superan a las circunstancias”.
Una voz con poderío vocal
De entre los demás papeles que Jaho tiene en repertorio, aquellos con los que mejor se identifica son los de Suor Angelica y Butterfly. A primera vista parecería que esta mujer diminuta con aspecto de bailarina no pueda dominar esas tesituras de lirico-spinto de manera tan convincente y con tanto poderío vocal. Su primer papel pucciniano fue el de Mimì en Bolonia, a los 20 años. Una cantante joven interpretando a un personaje joven también, se identificaría inmediatamente con el compositor, “y gradualmente descubrí en mi a la cantante verista. Yo tenía mis dudas, porque compartía la creencia de que se necesitaba un voz más grande y dramática para ese repertorio, pero al estudiar la partitura vi que la música de Puccini es más diferente de lo que se piensa. Acepté por tanto la propuesta del maestro Pappano, ya que en Puccini y en Wagner es el director el que manda (Jonas Kaufmann opinaba lo mismo cuando le entrevisté en la pasada primavera) y decidí que fuera el público quien juzgara y tuviera la última palabra. Si le gustaba seguiría adelante, y si no, esa sería mi última Butterfly”.

Jaho junto a Plácido Domingo en 'Thaïs' (2018); la obra se ofreció en versión de concierto en el Teatro Real de Madrid y en el Festival Castell de Peralada con ambos cantantes como protagonistas
“Estaba un poco asustada, porque aunque Butterfly tenga solo 15 años tiene que competir con una orquesta de grandes dimensiones. Pero tampoco tiene que cantar siempre en fortissimo y hay en ella todo un juego de dinámicas que han de marcar la transformación de la protagonista. El segundo acto es, por supuesto, el más dramático y el más problemático para mí. El sonido debe ser potente y por eso decidí reservar mis fuerzas para la ocasión. Luego hay que volver a las inflexiones líricas para el dúo, porque en ese momento vuelve la vista atrás y recupera la personalidad que tuvo en sus primeras intervenciones en la ópera”.
Jaho tuvo un gran éxito en este papel y lo ha cantado ya en los principales teatros. “Me apetecía Butterfly porque era el papel en que quería verme mi madre, lo que no pudo hacer, pues murió en 2008, poco después de que debutara el personaje. Me sentí muy triste por ello y siempre reservé para ella una butaca vacía. Cada vez que lo canto pienso en ella y esto hace que se intensifique mi emoción al cantarla. Puede sonar a melodramático, pero cuando canto ‘Dormi, amor mio, dormi sul mio cor’ siento que es ella quien me abraza”.
El mismo tipo de emoción le sobrecogió la primera vez que cantó Suor Angelica poco después de haber perdido a sus padres, con quienes había estado muy unida. Al proceder de una comunidad en la que se carecía de muchas cosas, sus padres habían tenido que hacer muchos sacrificios para que ella pudiera terminar sus estudios ante la insistencia de Katia Ricciarelli. “Fue un esfuerzo enorme y tuve que ayudarme haciendo toda clase de trabajos, envidiando a las jóvenes italianas que parecían tenerlo mucho más fácil. Pero cuando se persigue un sueño, las dificultades pueden ser vencidas. Con el tiempo aprendía que todo había sido por mi bien. La experiencia en emociones, dificultades y buenos momentos me proporcionó una serie de valores que no parece que abunden en nuestro mundo. Y es la música la que hace que estas experiencias acaben teniendo importancia. Es difícil, pero vale la pena. Acaban siempre reflejándose en el escenario y da lo mismo que se proceda de Albania o de América del Sur. Cuando estás en escena no hay antecedentes que valgan. Todo está abierto y puedes expresar lo que alberga tu alma. Hubo un tiempo en el que creí que esa responsabilidad era excesiva. Pero ahora la recibo como una bendición”. –ÓA
* Agradecemos a Opera Now la reproducción de esta entrevista firmada por la editora asociada de la revista inglesa.
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