ENTREVISTAS

Entrevista con Aigul Akhmetshina. Ha nacido una estrella

01 / 07 / 2023 - Helena MATHEOPOULOS - Tiempo de lectura: 5 min

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Aigul Akhmetshina Aigul Akhmetshina como Carmen en la Royal Opera de Londres, en la producción de Barrie Kosky © The Royal Opera / Bill COOPER

Hasta primeros de julio está dando vida a Charlotte de Werther en la Royal Opera de Londres y en agosto será Romeo en I Capuleti e i Montecchi en el Festival de Salzburgo, todo ello antes de ser Carmen en Múnich, Berlín y Nueva York. La mezzo de Baskiria, en Rusia, ha llegado para marcar una época.

La primera vez que vi actuar a Aigul Akhmetshina fue en el Wilton Hall en 2017, en La tragédie de ­Carmen, la adaptación de la ópera de Bizet a cargo de miembros del proyecto para jóvenes artistas del Covent Garden. Y quedé conmocionada. Allí creí haber visto mi primera Carmen auténtica, y eso que he visto a las más grandes intérpretes del papel de las últimas tres décadas. Se mostraba opulenta, madura y sensual, luciendo una voz aterciopelada y fascinante. Al saludarla vi que era una veinteañera atractiva, pero sin la madurez que mostraba en escena. En la temporada siguiente ya debutaba en la Royal Opera House de Londres. Seis años después el mundo de la ópera está abierto para Aigul Akhmetshina. Tras su triunfal debut del pasado año en la Ópera de San Francisco en La dama de picas y en el Metropolitan de Nueva York en Rigoletto, Peter Gelb, el director general del teatro neoyorquino, le ha dado carta blanca para interpretar el papel que desee. Y será Carmen en la nueva producción que firmarán Carrie Cracknell en la escena y Daniele Rustioni como director musical y que se verá en el Met a partir del 31 de diciembre.

Del acordeón a Montserrat Caballé

El camino hacia la ópera de esta excepcional artista empezó en Kirgiz-Miyaki, en la República Asiática de Baskortostán o Baskiria (Rusia). Es la pequeña de tres hijos de una madre soltera y, como su abuelo, tocaba el acordeón. Ya desde niña mostró una gran disposición para la música y para imitar voces; en el colegio cantaba en ocasiones especiales. Al cumplir seis años comenzó su formación en una escuela de música, pero como no había clases de canto se inclinó por el piano; en casa tuvo que conformarse con el acordeón del abuelo. “Odiaba ese instrumento, pero no teníamos piano y así ensayaba porque estaba decidida a convertirme en cantante”, recuerda. En aquellos años empezó a participar en concursos de música. “Aunque no siempre me iba bien, lo hacía para mejorar. Al cumplir 14 años me mudé a Ufá, la capital, para estudiar canto. Y tuve que empezar desde el principio. Aquella fue la primera ocasión en la que tuve contacto con la ópera oyendo a Montserrat Caballé cantando ‘O mio babbino caro’ y quise imitar aquel sonido”. 

© Antoni BOFILL

Aigul Khismatullina en el Concurso Viñas 2019

Estudió con Neilia Yusupova, a quien debe su técnica y el impulso de una carrera entonces complicada. “Nadie me había enseñado a cantar correctamente, forzaba mi voz natural y luchaba con la traqueítis, por eso llegué a Ufá con la musculatura vocal muy fatigada. Pero por la belleza de mi voz fui aceptada en las clases con 14 años, cuando se exigía tener 18. Tuve que arreglar muchas cosas para tener un canto saludable. Primero canté como soprano, pero tenía problemas con el registro agudo y me cansaba mucho. Cuando empecé como mezzo todo volvió a estar en su sitio”. Siguió con su profesora cinco años. “Mi meta era llegar a cantar en Moscú, pero en Rusia la competencia es grande y, además, la enseñanza y la capacidad para pulir el talento natural son un problema, por ello pensé que cantar en el extranjero ampliaría mis horizontes”. De hecho, ni siquiera se planteaba presentarse al Concurso de Moscú que cambiaría su vida. El año anterior no había sido admitida en el Conservatorio de la capital rusa y ya le había prometido a su madre que si no salía adelante optaría por una profesión más estable. “Soy una persona a la que le gusta mantener sus promesas, pero mi profesora insistió en que siguiera formándome”. Poco después recibiría una llamada del Concurso de Moscú en el que ya había participado con 16 años invitándole a volver a presentarse. “Canté ‘Una voce poco fa’ y fallé en el agudo. Más tarde supe que aquella convocatoria fue gracias a alguien se interesó por mí”. Se trataba de la segunda persona que jugó un papel clave en su carrera, Marcin Kopec, que se convertiría en su agente.

El destino se guardaba aún otro milagro. David Gowland, director del proyecto de artistas jóvenes del Covent Garden de Londres la invitó a una audición. “Había una multitud de todo el mundo para optar a cinco plazas. Y gané”. Gowland le presentó a Helena Bayliss, la preparadora del repertorio ruso en la Royal Opera. “Fui a vivir a su casa y tanto ella como su marido y sus hijos fueron para mí como una familia”.

© Teatro Real / Javier DEL REAL

Aigul Akhmetshina en su debut en el Teatro Real de Madrid como

Carmen y la lucha por la libertad

El curso empezaba en septiembre, pero antes Akhmetshina cantó La Cenerentola en Baugem (Francia), en su debut operístico (y que en 2021 interpretaría en el Teatro Real de Madrid); después ganó el concurso Belvedere antes de cantar La tragédie de Carmen. “Es uno de esos personajes que cada vez que lo cantas descubres algo nuevo. Desde el principio supe que era una personalidad fuerte, que lucha por su libertad, y en esto se parece a mí. Quiero sentirme libre, sin que nadie tenga que decirme lo que tengo que hacer, pero la libertad está en nuestro interior. En el fondo somos nuestra propia cárcel. Carmen huye de sí misma porque no se acepta”. En el Covent Garden también interpretó a Rosina de Il barbiere rossiniano. “Ella es divertida, obstinada y muy lista. Está sometida a presión y quiere liberarse. Es una soñadora, pero sabe cómo manejar a un hombre que puede proporcionarle la seguridad que le falta”. Siempre en Londres, en junio y julio está interpretando a Charlotte de Werther, uno de sus papeles soñados. “Me apasionan el papel y la música; ella carece de segundas intenciones y me permite mostrar mi talento dramático”, apunta.

Aigul Akhmetshina: "Muchas veces los papeles pequeños son los más difíciles. En ellos no hay lugar para las equivocaciones; soy consciente de las dificultades que comportan"

En los próximos años quiere asumir papeles belcantistas que le permitan desarrollar todas sus potencialidades en el agudo y la coloratura, y empezará con Maria Stuarda en Ámsterdam y con Romeo de I Capuleti e i Montecchi, su primer papel masculino que interpretará en Salzburgo. A todo ello, sin embargo, seguirán dos años repletos de diversas producciones de Carmen. Otro de sus sueños es el de cantar Dalila, así como volver al papel de Dulcinea en el Don Quichotte de Massenet que ya hizo con gran éxito en el Festival de Wexford, pero su agente cree que ahora es un papel pequeño para ella, lo que Akhmetshina rebate: “Muchas veces los papeles pequeños son los más difíciles. En ellos no hay lugar para las equivocaciones; soy consciente de las dificultades que comportan”.

Además de en el Met, le esperan como Carmen en la Royal Opera de Londres, en la Ópera de París, en la Deutsche Oper de Berlín y en Lisboa, Múnich y Baden-­Baden. “Sobre el escenario, en ópera, me siento segura, pero los conciertos no me gustan porque me siento como si estuviese desnuda. Estás muy expuesta y se necesita mucho menos tiempo en la interpretación, lo que exige una mayor energía. En escena, en cambio, eres como una máquina funcionando a todo motor, con su orquesta, su coro y el vestuario, en una manifestación masiva. Todo funciona, como una maquinaria bien engrasada. Es una sensación incomparable”. Mirando atrás, se siente satisfecha. “Siempre tuve la convicción de que algún día cantaría en un gran escenario. Y cuando tengo una idea en la cabeza, sé que, con calma, llegaré donde quiero. Ir paso a paso siempre me ha ido bien, pues implica estabilidad y la visión del camino que se quiere hacer. Y aunque solo llevo seis años en esta profesión, tengo el propósito de hacer una larga carrera”.– ÓA