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Curro Carreres: "Las etiquetas de controvertido o polémico habría que ver quién las pone"
Hace años que ha consolidado un espacio propio en el mundo de la dirección escénico musical después de profundizar en los entresijos de la gestión artística. En los escenarios destacan sus propuestas tan rigurosas como
iconoclastas tanto en España como en América Latina. Espíritu libre y alma inquieta, su último proyecto se centra en el género chico que tanto ama, con una revisión de dos clásicos de la zarzuela como La revoltosa y Agua, azucarillos y aguardiente que estrena este mes en Oviedo y que prometen no dejar a nadie indiferente.
La producción del doble programa integrado por La revoltosa y Agua, azucarillos y aguardiente se tenía que haber estrenado el año pasado y, por los motivos que todos conocemos, se tuvo que cancelar. Por suerte, el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo ha mantenido el compromiso y lo podremos estrenar a finales de abril. El programa con las obras de género chico de Chueca y Chapí no conforma una pareja natural, ya que normalmente se programan junto a otras obras, pero considero que tienen muchos aspectos en común.
Ambas se estrenaron en 1897, en un teatro con personalidad propia como el Apolo, con poderosos personajes femeninos y Madrid como protagonista, aunque un Madrid muy distinto en cada caso. La obra de Chueca habla de desahucios, ministros corruptos y contiene guiños a la situación actual, con una trama bien planteada y resuelta. En cambio, La revoltosa, pese a su música maravillosa, es una anécdota que peca de un machismo yo diría que directamente obsceno, con una protagonista que debe pedir excusas por su capacidad de seducción. Por eso hemos cambiado los diálogos y trasladado la acción a 1969, momento en el que llegaron a España los ecos del mayo francés y se produjo un nuevo conflicto generacional.
Ambas obras, curiosamente, acaban con los personajes diciendo “vámonos a la verbena”. Eso ha servido a Curro Carreres de excusa para introducir una pieza final de Un puñao de rosas que va a ser nuestra particular verbena. Un encuentro social donde se ama y se abraza. Todo aquello que no podemos hacer ahora, así como una exaltación de la zarzuela.
Obviamente hay que leer las obras en su contexto original y no podemos cambiar la historia, pero también es cierto que creamos un espectáculo para un público de hoy, transversal, que igual va a la ópera que a un concierto de Lady Gaga. Se ha perdido la identificación de una clase social con determinada manifestación artística. Durante el siglo XIX se creó el corpus de teatro musical europeo, durante el siglo XX este corpus se institucionalizó. Sin creación nueva, empezamos a perder perspectiva.

Carreres nació en Murcia, donde estudió Derecho e Historia del Arte. En Madrid realizó un máster en Gestión Cultural en el Iccmu. Desde entonces ha colaborado y liderado un gran número de puestas en escena tanto a nivel nacional como internacional
La pasión de Curro Carreres por la ópera no viene en ningún caso de un contexto familiar, aunque en casa se escuchaba todo tipo de música. Con 13 años me llevaron a ver La flauta mágica por la Compañía de Ópera de Cámara de Varsovia. Más tarde empecé a hacer teatro en la Universidad y en seguida me di cuenta de que me interesaba especialmente la dirección y la gestión.
Creo que fui el último meritorio, definido como tal, en el Teatro de La Zarzuela de Madrid. Ahí conocí a Emilio Sagi y a Horacio Gutiérrez Aragón, así como a Gerardo Vera, Carlos Plaza o, más tarde, a Pier Luigi Pizzi, y aprendí mucho de todos ellos. Emilio y Horacio, pese a ser muy distintos, me enseñaron el oficio y, sobre todo, a respetar la profesión. En este caso, me gusta hablar más de artesanos que de artistas. Se abusa demasiado de este término en nuestro país. Me considero un artesano, un profesional. Si soy artista o no, solo el tiempo lo dirá. – ÓA
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