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Carlos Daza: “Donde me siento más cómodo es en el bel canto más puro”
Estaba estudiando la carrera de veterinaria cuando Roger Alier le descubrió y le presentó al que ha sido su único maestro, el tenor Eduard Giménez. Dotado de una amplia voz de barítono lírico y poseedor de una línea de canto de alta escuela, Carlos Daza está construyendo una carrera de gran solidez que, sin prisa pero sin pausa, le está situando en los escenarios más importantes del país, como en los del Teatro Campoamor de Oviedo, donde, si la Covid-19 lo permite, debutará el rol de Riccardo de I Puritani, de Bellini.
Mi rutina de trabajo estos días está condicionada por mi pareja, que a causa del confinamiento está trabajando desde casa. Pero hemos llegado a un acuerdo amistoso por el cual dispongo del piano para trabajar durante una hora al día para hacer algunos ejercicios y mantenerme más o menos en forma. No al máximo nivel, pero sin abandonarme.
Empecé a estudiar canto a una edad avanzada. De hecho, descubrí el mundo de la ópera bastante tarde y de manera un tanto casual. En mi adolescencia escuchaba otro tipo de música. Rock, Heavy Metal… Pero un verano trabajé en una biblioteca y ahí encontré una colección de música clásica y me dije: “¡Esto me gusta!” Luego me aficioné en la radio a Clásicos populares. Primero a la música sinfónica y desde ahí llegué a la ópera.
El repertorio en el que me siento más cómodo, el que más se adapta a mis cualidades es el bel canto puro, Bellini y Donizetti. Aquí puedo hacer largas frases con canto legato. Papeles como Riccardo, de I puritani, Alfonso, de La favorita o Malatesta, de Don Pasquale son ideales para mí.
Mis referentes principales, en la cuerda de barítono, son los grandes nombres de la escuela italiana. De Renato Bruson admiro la nobleza de su canto y su técnica de legato. Me encanta Sesto Bruscantini, que además del repertorio buffo interpretó roles líricos como los míos. Y qué decir del talento de Taddei, de las facultades de Cappuccilli o de Alessandro Corbelli, de estilos muy distintos. Y no quiero olvidarme de Vicente Sardinero, un cantante que me gusta mucho desde siempre.
En octubre debería debutar el rol de Riccardo, de I puritani, en la Ópera de Oviedo. ¡Ojalá sea posible! Se trata de un papel muy exigente, especialmente en el aria y en el dúo. Requiere una línea de canto amplia, pero a diferencia de otros papeles de Bellini o Donizetti, en esas dos escenas se requiere de una cierta agilidad para la coloratura. En cualquier caso creo que, ahora mismo, es un papel ideal para mis características.
No tengo aún notificación de muchas cancelaciones a causa de la pandemia, pero imagino que irán llegando. De momento, La traviata que se tenía que hacer en el Maestranza de Sevilla este mes de mayo no se hará en las fechas previstas. Veremos qué pasa con I puritani en Oviedo en septiembre y octubre. Mi siguiente proyecto importante está previsto para diciembre, una producción en el Liceu barcelonés que no puedo avanzar ya que el teatro aún no ha hecho pública la programación del próximo curso. Espero que las cosas se normalicen porque, con el tipo de medidas intermedias de las que se habla para los próximos meses, veo difícil que se pueda trabajar en un teatro. Será necesaria una mínima normalidad.
Si tuviese que escoger un papel que me gustaría cantar en un futuro próximo sería Alfonso, de La favorita de Donizetti. Lo he hecho ya en versión de concierto, pero me encantaría hacerlo en escena. Y hay papeles que sé que no cantaré nunca, pero puestos a soñar… Por qué no el Conte di Luna, de Il trovatore. ¡O Wotan, de La Valquíria! Aquellos largos monólogos del segundo acto y esa despedida final…– ÓA
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