CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Zúrich: Domingo vitoreado en su vuelta con 'Nabucco'
Opernhaus Zürich
Verdi: NABUCCO
Plácido Domingo, Otar Jorjikia, Vitalij Kowaljow, Oksana Dyka, Veronica Simeoni, Stanislav Vorobyov, Lonardo Sánchez, Ania Jeruc. Dirección de escena: Andreas Homoki. Dirección: Fabio Luisi. 13 de octubre de 2019.
Para la reposición de la minimalista producción de Andreas Homoki de Nabucco, la Opernhaus de Zúrich diseñó un nuevo interesante reparto en el cual, en una única función, Plácido Domingo celebraría su jubileo en el coliseo suizo.
En primer lugar, hay que calificar de gran acierto que el retorno del artista español en una producción escenificada para conmemorar los 50 años de su debut en este teatro. A lo excepcional de la ocasión se le sumaría que esta sería la primera actuación escenificada de Domingo en todo el mundo después del escándalo que le ha venido rodeando desde agosto. Pero este Nabucco funcionó con toda normalidad, la de un éxito que desde hace medio siglo persigue al artista que cosecha vítores por su entrega, su dedicación, su honestidad artística. Al público que quiere escucharle poco le importa la caza de brujas estadounidense. El arte está por encima de todo, y si Domingo es culpable de algún delito, ya lo pagará, pero su arte siempre quedará. Y el clima de normalidad fue también un gran acierto: ni aplausos al salir al escenario antes de cantar, ni excesos durante, ni al finalizar. Fue todo estrictamente artístico y musical, y así debería ser siempre.
La expectación por el estado vocal del ahora barítono era total, y el milagro Domingo volvió a suceder. A estas alturas ya no hay que hablar de la idoneidad de su timbre, que poco encaja en los roles de barítono, o de los pocos ensayos que realiza. ¡Qué más da! Domingo ensaya, a su manera y se entrega como nadie, convenciendo en este caso con un personaje que se cree dios, aportando un Nabucco más sollozante que ebrio de poder. No es que su versión mejore la visión de Homoki, pero sí que emociona más, tal y como sucedió en el “Dio di Giuda”, donde Domingo desplegó todo su abanico de musicalidad, o en el dúo “Donna, chi sei”, donde estuvo inconmensurable al lado de una Oksana Dyka (Abigaille), fuera de serie. La soprano ucraniana exhibió una Abigaille sobrada de medios, con agudos punzantes en forte y en flotantes pianissimi, y con una segura coloratura. Lástima, en ocasiones, de unos graves carentes de armónicos que afeaban una interpretación muy sólida.
El Ismaele de Otar Jorjikia tuvo una calidad fantástica; el joven tenor georgiano surgido del OpernStudio zuriqués que tanto gustó en su sustitución a última hora de Marcelo Álvarez en el Ballo verdiano demostró que está haciendo una carrera sólida, gracias a un saber decir impecable y un timbre de carnosa belleza. De hecho, fue una noche en la que se disfrutó de todo, incluso de una orquesta y coros que, a pesar de la palpable emoción, se notó los pocos ensayos de una reposición –con todo el empeño verdiano del maestro Fabio Luisi–, y también de ese Zaccaria de Vitalij Kowaljow, que en otros teatros suena a poco, aquí sonó contundente y elegante, a pesar de unas notas graves insuficientes.
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