CRÍTICAS
NACIONAL
Yoncheva sube a España al escenario de La Zarzuela
Madrid
Teatro de La Zarzuela
Concierto de SONYA YONCHEVA
Debut en el teatro
Obras de Federico Chueca, Pablo Sorozábal, Federico Moreno Torroba, Rafael Millán, Miguel Marqués, Joaquín Gaztambide, Gerónimo Giménez, Pablo Luna, Reveriano Soutullo y Juan Vert, Manuel Penella, Ruperto Chapí y Gonzalo Roig. Alejandro del Cerro, tenor. Dirección: Miquel Ortega. 29 de abril de 2021.
No siempre se tiene la ocasión de escuchar a una de las grandes estrellas de la ópera internacional cantando zarzuela. Es lo que ocurrió en Madrid, con una Sonya Yoncheva radiante, como siempre, de talento, belleza y simpatía, y que volvía a los escenarios españoles para abrir una brecha en un repertorio nuevo para ella. El debut fue espectacular. Para empezar, Yoncheva tiene esa vitalidad extrovertida que es imprescindible para cantar bien la música española. No porque sobreactúe, ni gesticule, ni intente bailar (sí lo hizo, y con buen criterio, en una estupenda versión de «¡Yo soy Cecilia Valdés!», del cubano Gonzalo Roig), pero sí porque la zarzuela, y la música hispana en general, no vale si no se consigue interpretarla como algo vivo, que se manifiesta como tal, único e irrepetible, en el escenario. Comprender eso y conseguirlo, es mucho más difícil de lo que parece.
Luego viene la técnica vocal exigida por un repertorio del que la propia soprano confesó en voz alta y en diálogo con el público, que «no es fácil». No lo es, efectivamente, por las exigencias técnicas, muy marcadas, por ejemplo, en las asombrosas carceleras de Las hijas de Zebedeo, que combinan el bel canto y la evocación popular con una naturalidad asombrosa, ni en la famosísima «De España vengo», que requiere pasar de un registro explosivo a otro interiorizado sin apenas transición. No tampoco en la melancólica petenera de La Marchenera ni en la maravillosa romanza «Yo me vi en el mundo desamparada», de Gaztambide, con su línea de canto elegante y sostenida.
Tampoco es fácil que una voz tan grande como la de Yoncheva se adate a la picardía y a los sobrentendidos del dúo de El gato montés, en el que contó con la excelente colaboración de un Alejandro del Cerro en estado de gracia, canora e interpretativa. Yoncheva lo consiguió todo: agudos brillantes, medias voces luminosas, filados exquisitos e interminables, e incluso bajadas sin problemas al registro más grave, lo que le proporciona una versatilidad expresiva asombrosa. Finalmente, además del derroche musical y técnico, está lo puramente artístico. El recital fue, en el fondo, una serie muy hermosa de retratos femeninos: empezando con los lamentos introvertidos El pájaro azul y El anillo de hierro, hasta la alegría del amor cumplido, en «¡Vaya una tarde bonita!» y el orgullo radiante de «¡De España vengo!».
Ya solo falta que Yoncheva cante una zarzuela completa y que interprete a Mari Pepa, Paloma o la Menegilda. Entonces –sin exagerar nada– volverá a redescubrir los grandes títulos del repertorio que canta e interpreta tan excelsamente. Acompañó, con una prestación de gran calibre, la Orquesta Titular del Teatro de La Zarzuela, que se lució en algunas páginas muy hermosas y poco conocidas (el preludio de Los Borrachos de Gerónimo Giménez), bajo la dirección atenta, muy fina y expresiva de Miquel Ortega. De propina, una apabullante Habanera de Carmen de Bizet en perfecto francés, con acompañamiento al piano de Ortega.
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