CRÍTICAS
INTERNACIONAL
William Christie en la cumbre de Mondonville
Versalles
Opéra Royal
Mondonville. TITON ET L’AURORE
Nueva producción
Reinoud Van Mechelen, Gwendoline Blondeel, Emmanuelle de Negri, Marc Mauillon, Ana Vieira Leite, Renato Dolcini. Dirección musical: William Christie. Dirección de escena: Basil Twist. 8 de julio 2022.
Los presentes que no conocían a Jean-Joseph Cassanéa de Mondonville (1711-1772), autor de pocas obras y mucho éxito en su tiempo, ya no podrán olvidarlo. Tal fue el impacto causado por esta obra de su autoría ahora recuperada: dos horas de éxtasis que se saludaron luego con vítores y aplausos nunca vistos en la regia Opéra Royal de Versailles. Hará unos 40 años William Christie sorprendió en la misma sala (y en la Opéra Comique de París) con Atys de un tal Jean Baptiste Lully, conocido entonces solo por un restringido círculo de melómanos. Esta vez ha descubierto a un compositor que enriquecerá de seguro la lista de creadores del siglo XVIII presentes en las salas de ópera.
Titon et l’Aurore se resume en un prólogo entre Prométhée (dios del fuego) y Amour, seguido de tres actos en los que cuatro personajes –el pastor Titon, l’Aurore, Éole, dios del viento y la pastora Palès– sufren y disfrutan de sus cuitas amorosas. Todo acaba bien.
Si la noche fue memorable lo fue en primerísimo lugar gracias a Les Arts Florissants y a su director, William Christie, que dio vida a cada atril, a cada personaje, a cada situación dramática, con una intensidad nunca vista en el trabajo del director. Tal fue la pertinencia de sus gestos que parecía que la música surgía de sus propias manos. Atento siempre al foso y al escenario, accesoriamente a la partitura, dejaba al cantante la iniciativa en los momentos de transición para recuperarla, con gesto preciso y elegante, cuando la coordinación entre el foso y la escena se iba complicando. Trató con especial mimo los momentos sinfónicos –los ballets– en los que la gracia melódica y la plenitud del sonido mostraban la inspiración del compositor y su profundo conocimiento de los instrumentos.
Su dirección dio confianza a los cantantes. Seis voces de gran magnitud, ataques sin complejos, emisiones claras, bien proyectadas, justas, expresivas y con prosodias perfectas. Renato Dolcini, de registro grave y fraseo elegante, impresionó en su rol de Prométhée, al lado de la vivaz Ana Vieira Leite –Amour–, que en materia de aplomo no le fue a la zaga durante el suntuoso prólogo. Siguió Reinoud Van Mechelen –Titon, el pastorcillo enamorado– con voz firme, bien timbrada, de color estable. A su lado, la dinámica y enamorada Aurore –Gwendoline Blondel– se mostró segura de su amor por el pastor. Emmanuelle de Negri –la impetuosa pastora Palès– lució un estilo vocal con muchas facetas de ritmo y de color. Aunque enamorada del pastor, impidió con su sacrificio que Éole –un Marc Maulillon de extraordinaria presencia vocal– estorbase los amores de los protagonistas. Cada intervención del coro supuso una vigilancia particular del director. El resultado fue siempre de campanillas.
Basil Twist, autor de la puesta en escena, del vestuario y de todo lo demás, se sometió al género barroco: vistió con gran imaginación a los pastores de pastores y puso falsos corderos bien animados por un grupo de marionetistas de gran destreza. Pidió a sus actores el dramatismo, algo exagerado, que demandaba el género y no dio mayor importancia a la maquinaria que transportó a Amour en dos momentos esenciales de la obra. * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en Francia de ÓPERA ACTUAL
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