CRÍTICAS
NACIONAL
¡Vuelve pronto, Saioa!
Madrid
Teatro de La Zarzuela
Recital SAIOA HERNÁNDEZ y FRANCESCO PIO GALASSO
Obras de Francisco Asenjo Barbieri, Reveriano Soutullo y Juan Vert, Amadeo Vives, Miguel Marqués, Rafael Calleja y Tomás Barrera, Federico Moreno Torroba, Ruperto Chapí, Pablo Sorozábal, Manuel Penella y Tomás Bretón. Vincenzo Scalera, piano. 28 de marzo de 2021.
Resulta difícil de entender que la madrileña Saioa Hernández, una de las mejores sopranos de la actualidad, no cante más en su país y en su ciudad. En particular porque la soprano, que domina el repertorio de una spinto de grandísima categoría, gusta también de la zarzuela, de la que sin duda ha aprendido –y se nota– ese descaro y esa especial valentía que requieren unas formas musicales al mismo tiempo populares, aristocráticas, a veces profundamente sentimentales y siempre comprometidas de una forma particular, más allá de la simple exhibición. Es una gran escuela para cualquier cantante, y ayuda a comprender esa escuela de canto española de la que esta gran intérprete hoy en día es una de las mejores representantes.
En su primer recital en el Teatro de La Zarzuela, Saioa Hernández escogió un repertorio español, de gran lucimiento, pero también de gran variedad de matices expresivos. En la primera parte, exhibió la belleza del timbre, lo esmaltado de la voz y la variedad de colores para tres romanzas interiorizadas, de tono melancólico y meditativo, como son «Un tiempo fue que en dulce calma» de Jugar con fuego, «De qué me sirve el trono» de Los diamantes de la corona, y la bellísima y atormentada «Lágrimas mías, ¿en dónde estáis?» de El anillo de hierro. Vino luego el descaro madrileño, perfectamente entonado con la gracia imprescindible, de «Mi tío se figura» de El rey que rabió, para acabar, ya en las propinas con la preciosa y emocionada romanza de El gato montés, la obra con la que la cantante debutó en el Teatro de La Zarzuela hace ya nueve años.
Como colofón, la soprano y el tenor Francesco Pio Galasso entonaron el famosísimo «Torero quiero ser» de la misma obra, con gracia, chispa y sentido del humor (incluido algún pase taurino con mantón de Manila). Antes, los dos cantantes habían demostrado su musicalidad en una magnífica interpretación de «¡Cállate corazón!», una página difícil, que requiere una técnica perfecta y una capacidad expresiva de primer orden. «¡La van a oír!”, de Doña Francisquita, fue cantada con toda elegancia requerida, como los otros tres dúos finales, que constituyeron una espléndida antología de las escenas amatorias de la zarzuela grande, como una demostración de lo que se puede sacar del género. En solitario, Galasso se lució en páginas, casi todas, de gran brillantez y popularidad, como «Te quiero, morena», cantada a plena voz, sin escatimar efectos, o la justamente célebre «¡Adiós, Granada!».
Acompañó el gran Vincenzo Scalera, que dio toda una lección de cómo se suplen al piano, sin esfuerzo aparente, los colores y la intensidad de una orquesta, al tiempo que ponía su fina sensibilidad al servicio de los cantantes. También interpretó una versión muy humana, por lo cantable que resultó, del Intermedio de La leyenda del beso.
Éxito memorable, que expresó bien el deseo del público de Madrid por seguir escuchando a Saioa Hernández.