CRÍTICAS
NACIONAL
Viernes de 'Ernani' en el Campoamor
Oviedo
Ópera de Oviedo
Verdi: ERNANI
Viernes de Ópera
Mario Chang, Borja Quiza, Gianfranco Montresor, María Zapata, María José Suárez, Josep Fadó, Jeroboám Tejera. Dirección musical: Daniele Callegari. Dirección de escena: Giorgia Guerra. Teatro Campoamor, 3 de febrero de 2023.
La Ópera de Oviedo despide estos días su 75.ª temporada. Y con ella, la función de los Viernes de Ópera que, en tres de los cinco títulos –Norma, Don Giovanni y este Ernani—, presenta un reparto alternativo en los roles principales de cada ópera, con entradas a más bajo precio que los marcados para las funciones de abono.
Ernani es una ópera de escasa presencia en los escenarios. Casi 30 años llevaba sin aparecer en Oviedo, temporada, por otro lado, aún con grandes deudas por saldar en su repertorio. La dificultad para reunir un cuarteto solista –dos, en este caso—, capaz de afrontar todo lo escrito por Verdi en la partitura complica el montaje de un título cuya trama tampoco ofrece demasiado al espectador. Todo queda a merced de la música y el canto. Bucear en la obra de Victor Hugo que sirvió como base al libreto de Francesco Maria Piave permite al regista rascar algo más, como Giorgia Guerra, responsable escénica de la propuesta que ha podido verse en Oviedo, contaba en el reportaje previo al estreno.
No es el objetivo de estas líneas analizar el lenguaje teatral o la escenografía, una suerte de Exin Castillos procedente de la Royal Opéra Wallonie, de este Ernani, asuntos ya tratados en la crítica de la función de estreno que puede leerse aquí. Tampoco la versión musical expuesta por el maestro Daniele Callegari, de tempi vivos y dedicada a exprimir el talento, como conjunto y en pasajes solistas, de la orquesta. Algunos leves desajustes entre el foso y la escena que salpicaron las funciones de abono también aparecieron aquí, sin graves consecuencias. También la inevitable, alarma de algún móvil, junto con las conversaciones durante la obertura, no precisamente de neófitos en el teatro, como si la ópera no empezase hasta que se alza el telón.
El Viernes de Ópera de Ernani se recordará, principalmente, por dos factores. Uno, puramente canoro, con la joven soprano María Zapata como gran triunfadora de la velada: la suya es una Elvira inteligente, que carga las tintas en los pasajes, sobre todo del tercio agudo, que más benefician a su veta lírica, sin escatimar nada en ellos ni tampoco pararse demasiado en un extremo grave en lógico desarrollo. Superada la prueba del “Ernani, involami”, con el que Verdi hace entrar a la soprano casi al inicio del primer acto, la función avanzó para ella en un constante crescendo de intensidad. Fue, por otro lado, casi la única de los cuatro protagonistas en trabajar reguladores, dinámicas… Hay mucha vida en Verdi por debajo del forte, y conviene recordarlo.
El otro hito fue la sustitución en plena función del bajo Christian Barone, elegido para la parte de Don Ruy Gómez de Silva. Prácticamente, desde el momento en que apareció en escena fue evidente que su voz iba desapareciendo poco a poco, hasta hacerse inaudible. Tras casi un mes de ensayos, no hubo momento de la verdad para el intérprete, que sufrió sobre las tablas. Qué difícil la vida del cantante. Una improvisada pausa, coincidiendo con la bajada del telón para el cambio de la escenografía, dio tiempo para que Gianfranco Montresor, titular del rol en las funciones de abono, se enfundase el vestuario, y la música pudiese continuar.
Ese accidentado final del primer acto demostró que, como el tenor Mario Chang reconocía en una entrevista para ÓPERA ACTUAL, “cantar Ernani es un reto”. El agudo final escrito por Verdi para su personaje desaparecía en su interpretación. La propia amplitud de la parte, y las constantes exigencias al intérprete, obligan a dosificar las fuerzas para llegar a la muerte final. El resultado de Chang fue un desempeño irregular, que, eso sí, mejoraba considerablemente en los dúos y pasajes más dolientes, y que alternó momentos de gran musicalidad con otros de emisión más abierta en los que el bandolero no acabó de encontrar su heroísmo.
La extensa capacidad actoral que acompaña siempre a Borja Quiza se puso por entero al servicio de su Don Carlo, antes y después de su coronación como emperador en el oscuro tercer acto. No llegó siempre al mismo nivel en lo vocal, con una emisión a ratos excesivamente dura, que cambiaba su natural facilidad y brillantez en repertorios más ligeros por una voz que se percibía empujada en exceso para tratar de encajar en el exclusivo traje de barítono verdiano. Es lícito el interés por explorar los límites de su instrumento, y de agradecer su ambición artística.
Ante un segundo elenco con menos oportunidades de ensayo que sus compañeros del primer reparto para rodar sus personajes, la labor de María José Suárez (Giovanna), Josep Fadó (Don Riccardo) y Jeroboám Tejera (Jago), al pie del cañón en todas las funciones, resultó determinante para que la maquinaria de Ernani avanzase hacia los generosos aplausos finales. * Pablo GALLEGO, corresponsal en Oviedo de ÓPERA ACTUAL
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