CRÍTICAS
NACIONAL
Verdi en la intimidad
Zaragoza
Teatro Principal
Recital CARMEN SOLÍS
Obras de Verdi. Rubén Fernández Aguirre, piano. 3 de noviembre de 2020.
Volvió a Zaragoza la soprano extremeña Carmen Solís con un programa dedicado en exclusiva a Verdi. Presentó el disco compacto que acaba de grabar, con la peculiaridad de evocar la memoria del genio de Busseto interpretando arias de cámara, dedicados a un reducido y selecto auditorio, como preámbulo a sus ejemplares óperas. Carmen Solís atraviesa un periodo de espléndida madurez; su voz de lírica spinto posee una gran riqueza de armónicos y una genuina belleza. En el recital se recrearon cuatro de dichas partituras en cada una de las dos partes de la velada, añadiendo otras cuatro arias de óperas verdianas emblemáticas cuidando, con mimo extraordinario, el ritmo y la eufonía en la variación de registros. Destacaron «La seduzione», que es lema del disco, «Brindisi» y «Stronello».
Resultó estremecedora la sinceridad y el dramatismo que aportó al personaje de la reina española, de origen francés, Isabel de Valois, en una identificación personal cuidadosa del aria de Don Carlo. Aprovechó la dulzura del «Ave Maria» de Otello, sin olvidar el estado de ánimo psicológico del personaje. Con ahínco y holgura, con una perfecta regulación (piano–forte–piano) en el si bemol, sin perder el lirismo, emocionó al público en «D’amor sull’alli rosee» de Il trovatore. Su última aria, «Pace, pace mio Dio», de La forza del destino, fue una de las más sentidas del concierto, con una construcción musical y dramática de melodía expansiva.
Dadas las restricciones de aforo impuestas por las circunstancias actuales, el limitado público se entusiasmó con el virtuosismo canoro de Solís. Perfecta comunión de compenetración con la soprano tuvo, desde el piano, Rubén Fernández Aguirre, quien además tuvo la delicadeza de interpretar, con su ejemplar poderío, un vals de Verdi de 1859 que estaba desaparecido y, un siglo después, fue hallado en la tienda de un anticuario. El pianista expuso que el compositor italiano Nino Rota lo escuchó y lo adaptó a la banda sonora de la paradigmática película de Luchino Visconti, El gatopardo. Melodía maravillosa y ensoñadora.
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