CRÍTICAS
NACIONAL
Valencia: El drama tras la fábula
Palau de Les Arts
Chaikovsky: IOLANTA
Estreno en Valencia en versión escenificada
Lianna Haroutounian, Vitalij Kowaljow, Valentyn Dytiuk, Gevorg Hakobyan, Boris Pinkhasovich, Olga Zharikova, Marina Pinchuk, Gennady Bezzubenkov, Andrei Danilov, Olga Syniakova. Dirección: Henrik Nánási. Dirección de escena: Mariusz Trelinski. 22 de marzo de 2019.
Esta Iolanta suponía la vuelta al Palau de Les Arts del repertorio ruso, ausente en las últimas temporadas. No deja de ser curioso que el último título que se oyera en el teatro fuese precisamente este mismo, Iolanta, en 2012 aunque en versión de concierto y con la compañía del Real. En esta ocasión, la novedad estribaba en que se iba a poner en escena, pero no deja de ser llamativo que no se buscase otro título en un repertorio tan amplio y tan poco frecuentado en Les Arts. Sea como sea, siempre es una delicia el disfrutar de este postrero ejemplo del arte de Chaikovsky. En apariencia, esta obra parece una mera fábula de una princesa que no puede ver y consigue superar su ceguera gracias al amor; sin embargo, en ella hay elementos que transcienden la literalidad de la trama y permiten interpretarla en clave psicoanalítica. En ese sentido, no faltan lecturas de la obra que ven en el personaje de Iolanta una especie de alegoría de la homosexualidad del autor. Convenza o no esta visión, lo cierto es que hay aspectos que demuestran que esta historia no ha de tomarse a la ligera: el tabú de la enfermedad, la ocultación, la vergüenza… Por eso hace muy bien Mariusz Trelinski en situar la acción no en el siglo XV original, sino en una época más cercana a la composición de la ópera. Crea un espacio aislado, una habitación algo siniestra, con aire de sanatorio, en medio del bosque que se manifiesta como ideal para el desarrollo de la acción. Por cierto, él dirigió la reposición, algo que rara vez ocurre últimamente en Les Arts cuando es una producción alquilada.
Lianna Haroutounian fue una Iolanta de gran capacidad técnica e inteligencia para conseguir el máximo de la partitura con sus nada desdeñables medios vocales. Valentyn Dytuk sorprendió por la calidad de su interpretación. Con una voz de tenor lírico, pero de escuela rusa, es capaz de firmar una excelente interpretación; recurrió a cierto uso de la voz mixta para los efectos más líricos con un gran resultado. Vitalij Kowaljow fue un magistral René por la elegancia y solvencia de su canto. Otra sorpresa fue la de Boris Pinkhasovich como Robert con unos impresionantes medios vocales. Una delicia fue disfrutar del Ibn-Haqia de Gevorg Hakobyan, un gran cantante, que demostró un enorme clase en su interpretación.
Henrik Nánási volvía a estar al frente de la Orquesta de la Comunitat, un conjunto que lo adora. De hecho su nombre siempre suena como posible titular. Razones no faltan pues es un gran músico que consigue siempre excelente resultados por la claridad y precisión de sus interpretaciones. Sabe sacar las excelencias de los músicos de esta orquesta y también equilibrar las dinámicas con las voces. Ahora bien, a veces le falta sentido dramático para transmitir la tensión que se esconde tras la música. Un ejemplo: al dúo de los protagonistas en el que faltó rubato para transmitir la intensidad del momento, algo similar ocurrió en el concertante en el que Iolanta expresa su deseo de poder ver.