CRÍTICAS
NACIONAL
Una emocionante trilogía pucciniana en el Liceu
Barcelona
Gran Teatre del Liceu
Puccini: IL TRITTICO
Il tabarro: Lise Davidsen, Ambrogio Maestri, Brandon Jovanovich, Pablo García-López, Valeriano Lanchas, Mireia Pintó, Marc Sala, Ruth Iniesta, Iván Ayón-Rivas.
Suor Angelica: Ermonela Jaho, Daniela Barcellona, Mercedes Gancedo, María Luisa Corbacho, Mireia Pintó, Marta Infante, Carolina Fajardo, Berna Perles, Laura Vila, Mar Morán.
Gianni Schicchi: Ambrogio Maestri, Daniela Barcellona, Ruth Iniesta, Iván Ayón-Rivas, Marc Sala, Berna Perles, Pau Armengol, Stefano Palatchi, David Oller, Mireia Pintó, Luis López Navarro, Tomeu Bibiloni.
Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu. Cor del Liceu (Dir.: Pablo Assante). Dirección musical: Susanna Mälkki. Dirección de escena: Lotte de Beer.
Conseguir reunir un reparto tan extenso y de excelencia para Il Trittico pucciniano es una hazaña al alcance de pocos teatros, y sin duda alguna el Liceu barcelonés se apunta un tanto muy importante con ello al haberlo conseguido. En este regreso de este trío de óperas la emoción recorre los títulos puccinianos y la directora de escena Lotte de Beer consigue con su moderna propuesta unificarlos a través de un túnel del tiempo que viaja desde el siglo XX del primer título al XIII del último. Una propuesta eficaz y vistosa a pesar de que encajaba mejor en alguno de los títulos; las obras se unieron gracias a diferentes cortejos fúnebres, un símbolo muy potente que se iniciaba con el féretro del hijo de la pareja protagonista de Il tabarro, cuyos intérpretes sobresalieron por su desempeño comenzando por el convincente y controlador Michele perfectamente caracterizado por Ambrogio Maestri. El barítono italiano supo entresacar un colorido y una expresividad exquisita del papel junto a una simplemente espectacular Lise Davidsen como Giorgetta, dueña de un instrumento amplio y bien proyectado que sorprendió además por su elegancia y capacidad para matizar sin olvidar una actuación ideal para el personaje.
El tenor Brandon Jovanovich fue un Luigi bien caracterizado de destacada proyección pero de emisión algo tosca, sobre todo en el agudo. Muy adecuado el resto del reparto, con especial mención del Talpa de Valeriano Lanchas y la Frugola de Mireia Pintó. Todos se movieron en una escenografía de efecto espectacular que solo adoleció de un exceso de humo y a la que le faltó algún detalle más clarificador en referencia al lugar en el que transcurre la acción, a orillas del río Sena: un amarre, agua o el perfil de la barcaza en la que sucede la trama. El final se resuelve con un potente efecto escenográfico en el que gira parte de la escenografía, lo que también se aplica en la segunda obra.
En Sour Angelica la escenografía mantuvo el dramatismo y la oscuridad de la propuesta, solo contrarrestado por el blanco de los hábitos de las monjas y de la efectiva iluminación sobre el humo con que sigue jugando la escenografía. En esta ópera protagonizada por mujeres que tan bien supo cincelar Puccini, la cotidianeidad de la vida del convento se ve trastocada por la desesperación de la protagonista en uno de los personajes más completos, trágicos y bellos ideados por el compositor italiano, que la siempre emotiva soprano Ermonela Jaho supo transmitir al público con una trascendencia y expresividad espectaculares. Al final de la velada recibió por ello una verdadera ovación. A pesar de que su instrumento no es todo lo delicado que demostraba hace algunas temporadas, Jaho sigue sabiendo tocar una fibra especial con una actuación siempre superlativa como ha hecho en este caso, el de la sufriente madre inmortalizada por Puccini. A su lado tuvo una gran actuación la Tía Princesa de Daniela Barcellona y todo el conjunto coral de monjas en sus respectivas parte solistas, con el vistoso final de la gran cruz iluminada que cierra este segundo título.
El título más popular de este tríptico operístico, Gianni Schicchi, se adaptó perfectamente a la escenografía a modo de túnel propuesta por Bernhard Hammer trasladando al público a la habitación de finado Buoso Donati. Aquí brilló sobre todo a una excelente dirección de actores que supo entresacar toda la comicidad de esta excelente farsa, enriquecida por el vistoso vestuario. Ambrogio Maestri fue un Schicchi de manual, con un canto de gran belleza y emotividad, rico en matices y un instrumento de gran clase, al que unió un físico perfecto para el personaje. Excelente el resto del reparto, con especial mención del noble Simone de Stefano Palatchi, la elegante Zita de Daniela Barcellona y muy especialmente el Rinuccio de Iván Ayón-Rivas, dueño de un instrumento joven, elegante, de buena proyección y excelente línea de canto. El tenor peruano brilló junto a la cuidada Lauretta de Ruth Iniesta.
Desde el podio, en su debut en el Liceu y en la obra, la directora finlandesa Susanna Mälkki causó una muy buena impresión controlando en todo momento al coro, a la orquesta y al inmenso reparto, acompañándolos con esmero y desgranando todos los matices y recovecos de esta genial partitura triple a la vez que ofrecía toda la fuerza dramática del final de Suor Angelica, la crudeza de Il tabarro y la finura de esa genial farsa que es Gianni Schicchi. * Fernando SANS RIVIÈRE, director de ÓPERA ACTUAL
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