CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Una 'Elektra' moderada y emotiva
Salzburgo
Festival de Salzrubrgo
Richard Strauss: ELEKTRA
Nueva producción
Ausrine Stundyte, Asmik Grigorian, Tanja Ariane Baumgartner, Michael Laurenz, Derek Welton. Dirección: Franz Welser-Möst. Dirección de escena: Krzysztof Warlikowski. Felsenreitschule, 16 de agosto de 2020.
Fundado en 1920 poco después de una guerra mundial, el Festival de Salzburgo ha celebrado su centenario en medio de una pandemia que ha dejado la actividad operística bajo mínimos en todo el mundo. Cabe, por tanto, felicitar la determinación y el esfuerzo del equipo directivo del festival, liderado por Helga Rabl-Stadler y Markus Hinterhäuser, para llevar a cabo una edición de aniversario que, sin ser en absoluto la prevista inicialmente, ha mantenido la ambición y la calidad artística propias de un certamen de referencia como éste. La única nueva producción que se ha mantenido de los planes originales ha sido Elektra (función disponible gratuitamente en Arte.tv), una decisión lógica porque esta obra maestra aglutina a tres de los padres fundadores del festival: Hugo von Hofmannsthal, adaptador de la tragedia de Sófocles; Max Reinhard, director de la producción teatral de la misma, y Richard Strauss, que con esta ópera empezaría su fructífera relación con el literato austríaco.
En el foso de la Felsenreitschule, el centenar largo de músicos de la Filarmónica de Viena (sin mascarilla ni distancia de seguridad, pero sujetos a continuos controles sanitarios) desplegaron todos los sortilegios sonoros de la partitura straussiana bajo la mesurada batuta de Franz Welser-Möst. El director austríaco (regalado en esta función por su 60 aniversario con un opulento ‘Happy Birthday’ por parte de orquesta y solistas) evitó caer en cualquier tentación de histerismo sonoro para subrayar la cantidad ingente de detalles dinámicos y tímbricos de una música a la que solo faltaron mayores dosis de visceralidad. En todo caso, esta óptica benefició a algunas voces que no poseían los requerimientos volumétricos que la obra en principio plantea. Este fue el caso sobre todo de la Elektra de Ausrine Stundyte, que compensó con creces el ligero déficit en decibelios con una encarnación más centrada en el desequilibrio emocional de la protagonista. Con un agudo suficiente y penetrante y una gran capacidad fraseadora, su Elektra fue a más hasta llegar a emocionar por la belleza de la línea en la escena del reconocimiento de Orest, un Derek Welton de gran firmeza vocal.
Asmik Grigorian, aplaudida Salome en el mismo escenario, ofreció una Chrysothemis muy distinta a la visión habitual, más enérgica y decidida, menos acomplejada por su hermana, servida por una voz que capeó con soltura los diferentes clímax sonoros. Con una dirección de orquesta que evitó todo exceso histriónico, era lógico que tanto el lírico Ägisth de Michael Laurenz como la Klytämnestra de Tanja Ariane Baumgartner, de voz carnosa y fresca, se encontraran bien cómodos.
La mezzosoprano alemana fue quien abrió la función con un prólogo recitado, derivado de Esquilo, donde justificar su decisión de matar a Agamemnon. Fue una de las aportaciones del montaje de Krzysztof Warlikowski, un añadido que, más que inefectivo, se reveló incoherente con la evolución posterior de una figura que parecía surgida de un melodrama del Hollywood de los años 50. Con decorado y vestuario de su colaboradora habitual, Małgorzata Szczęśniak, y con el también habitual recurso al vídeo para mostrar acciones paralelas o reacciones en primer plano, el director polaco quiere profundizar en la relación y los traumas de las tres protagonistas, pero se queda en la mera declaración de intenciones ante una puesta en escena fría y sin tensión, que sólo consiguió crear cierto efecto con el vídeo con la sangre y el enjambre de moscas enfurecidas que persiguen al matricida Orest. Un balance pobre para un Warlikowski que hace dos años había triunfado en el mismo escenario con The Bassarids de Henze, otra obra de inspiración mitológica.
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