Una discutida final del Hans Gabor-Belvedere

Dortmund

02 / 06 / 2023 - Albert GARRIGA - Tiempo de lectura: 5 min

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Belvedere concurso De izquierda a derecha: Jose Simerilla Romero, tercer premio, la ganadora Ann-Kathrin Niemczyk y el segundo premiado Filip Filipović © Belvedere Singing Competition / Holger BLECK
Belvedere concurso La soprano Ann-Kathrin Niemczyk gana la 41ª edición del Concurso Internacional de Canto Hans Habor - Belvedere © Belvedere Singing Competition / Holger BLECK

41º Concurso Internacional de Canto Hans Habor – Belvedere

Gala final

Katleho Mokhoabane, Liam James Karai, Karis Tucker, Franko Klisovic, Aksel Daveyan, Ian Castro, Grisha Mastirosyan, José Simerilla, Théo Imart, Joshua Sanders, Neven Crnic, Filip Filipovic, Lluís Calvet, Seray Pinar, Ann-Kathrin Niemczyk. Dirección: Motonori Kobayashi. Oper Dortmund, 28 de mayo de 2023.

Esta 41ª edición del Concurso Internacional de Canto Hans Gabor-Belvedere no puso las cosas fáciles al jurado, el cual distinguió a la joven soprano alemana Ann-Kathrin Niemczyk con el máximo galardón, ya que hubo un nivel general, en la final, muy elevado. Quizá, también llamaría la atención que, de los 15 finalistas, solo 3 fueran mujeres, acostumbrados a una mayor presencia femenina y que, además, de cuatro tenores, dos, el español José Simerilla y el croata Filip Filipovic, fueran los siguientes máximos galardonados. Y Niemczyk, que cantó última, por cierto, se impuso por un instrumento rotundo, quizá no la mejor cantante, pero sí la más impresionante, en una interpretación algo inmadura y trompeteante: con tan solo 23 años fue la benjamina de la final. A su “Dich, teure Halle” le faltó sutileza, menos cantar para la sala y más pensando en Tannhäuser. Pero eso vendrá, seguro. De hecho, durante la deliberación del jurado de la prensa internacional, este fue uno de los puntos a tratar, ¿se debía premiar a la joven promesa más impresionante a quien aún le quedaba recorrido formativo por hacer o a la joven promesa mejor hecha? El criterio fue el segundo, que, como se sabe, no compartió con el jurado de directores de teatros y festivales.

Algo similar ocurriría con el segundo y tercer premiados. Como los tenores solventes para cierto repertorio parecen hoy un rara avis, en esta final aparecieron dos que, a falta de mayor musicalidad y elegancia, sobre todo en el tenor de Croacia, se premiaron instrumentos de generosa belleza y proyección. Filipovic, de 26 años, anduvo sobrado de medios para su Alfredo aunque pecando en la elegancia del fraseo y, en ocasión, una emisión algo tensa. Por su parte, al tenor español nacido en Argentina Jose Simerilla, 27 años, dotado de un instrumento privilegiado y con una entrega absoluta, se refugió en la exageración para un Lensky que busca la introspección y el fraseo y canto naturales.

La final se inició con la obertura de La flauta mágica, dirigida por el titular de la orquesta del teatro de Dortmund, el maestro japonés, Motonori Kobayashy. Se podría decir que la de Dortmund ha sido la mejor orquesta para el Belvedere de los últimos años, pero aun así pecó de tempi más impuestos que pactados con los cantantes, que pasaron factura en más de una ocasión. Y si en la primera intervención en solitario no consiguió crear la atmósfera necesaria, en el preludio del tercer acto de Lohengrin, supo sacar un sonido brillante, de gran impacto sonoro.

Después de la célebre pieza mozartiana fue el turno del tenor sudafricano Kathleho Mokhoabane, 26 años, quien hizo gala de un timbre precioso y de una generosa proyección, a pesar de una no tan bien leída página “Dies Bildnis” de La flauta. La noche brilló por la presencia de barítonos y un jovencísimo Liam Jamese Karai, 24 años, procedente del Reino Unido, que pasó bastante por encima su lectura del Catálogo mozartiano. Por su parte, la mezzosoprano estadounidense de 29 años, Karis Tucker, mostró un instrumento voluptuoso lleno de carnosidad que pecó de falta de técnica y de fraseo en su “When I am laid” de Dido & Aeneas de Purcell. Siguiendo con los barítonos, dos de Armenia llamaron especialmente la atención: Aksel Daveyan, 27 años, estuvo exultante en el “Largo al factotum”, con agudos no escritos atacados con asombrosa facilidad, y un color más adecuado para otra cuerda, quizá baritenor. Por su parte, Grisha Martirosyan, con tan solo 24 años, demostró una madurez y seguridad inusuales en la explosiva “Kto mozhet srravnitsia” de la Iolanta de Chaikovsky.

Si hubo un cantante con actitud de futuro divo, ese fue el contratenor croata Franko Klisovic, 27 años, quien arriesgó mucho en la difícil página “Va tacito e nascosto”, del Giulio Cesare de Händel, en la cual intentó hacer gala de una extensa tesitura aun por trabajar, pero a quien no le faltó desparpajo en las cadencias y en el diálogo con la trompa.

Otro contratenor también participó en la final, el francés Théo Imart, 28 años, que mostró una buena madurez musical en “Ombra mai fu” de Serse de Händel pero a quien le fallaron los nervios para una emisión demasiado vibrada, casi trinada.

"Niemczyk, que cantó última, por cierto, se impuso por un instrumento rotundo, quizá no la mejor cantante, pero sí la más impresionante, en una interpretación algo inmadura y 'trompeteante'"

Siguiendo con los barítonos, hubo otros dos que mostraron su gran buen hacer, a pesar de que el jurado oficial no les brindó ningún reconocimiento: Neven Crnic, de Bosnia y Herzegovina, con 27 años, y el catalán Lluís Calvet, de 30 años; ambos intérpretes fueron los que despertaron mayores discusiones dentro del jurado de la prensa, que quería premiar a los cantantes que llegaron más preparados. Y es que Crnic se mostró muy musical, elegante y tan adecuado para el repertorio ruso que dejó mudo al público con el aria de Yeletsky de La dama de Picas de Chaikovsky. Por su parte, Calvet, que mostró un francés fantástico, quiso demostrar demasiado en el aria de Valentin “Avant de quitter ces lieux”, del Faust de Gounod. Una lástima, porque la voz es preciosa, y se mostró conocedor del estilo francés, excepto en momentos en qué pecó de falta de canto legato y de la finesse necesaria –quizá motivado por un efectismo de fácil cuadratura– que no ayudó. Con todo, a ambos cantantes se le auguran fructíferas carreras.

Dos tenores, los americanos Ian Castro, 27 años, y Joshua Sanders, 29 años, también hicieron gala de instrumentos a tener en cuenta. Si el primero navegó entre las notas falsas y un fraseo algo cortante en “Una furtiva lagrima” del Elisir donizzetiano, Sanders se mostró algo fuera de estilo y con un sonido no del todo homogéneo, amén de una coloratura difusa en “Languir per una bella”, de L’Italiana rossinana.

La penúltima cantante de la gala, antes de dar paso al torbellino Niemzcyk, fue la mezzosoprano turca Seray Pinar, 27 años, quien apareció muy segura con la difícil “Parto, parto” de La clemenza di Tito de Mozart. Pinar exhibió un oscuro y a la vez único instrumento, bien proyectado y con mucha intencionalidad que pecó de una dicción imposible y de –¡lástima!– varias notas falsas, aunque estuviera perfecta en los pasajes de mayor dificultad.  * Albert GARRIGA, crítico de ÓPERA ACTUAL