Un Verdi con fuerza pero sin magia

A Coruña

06 / 09 / 2022 - José Luis JIMÉNEZ - Tiempo de lectura: 4 min

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Forza Coruña Meade / operaactual.com Un momento de 'La forza' en A Coruña © AAOC / Alfonso REGO
Forza Coruña Meade / operaactual.com Un momento de 'La forza' en A Coruña © AAOC / Alfonso REGO

Amigos de la Ópera de A Coruña

Verdi: LA FORZA DEL DESTINO

En versión de concierto

Angela Meade, Alejandro Roy, Borja Quiza, Ginger Costa-Jackson, Luiz Ottavio Faria, Luis Cansino, Alejandro Baliñas, Moisés Marín. Orquesta Sinfónica de Galicia. Coro OSG. Dirección: Giuseppe Finzi. Teatro Colón, 3 de septiembre de 2022.

El primer título representado de la temporada lírica coruñesa es una de esas piezas del repertorio que gustaba mucho en los años sesenta del pasado siglo pero que hoy cuesta ver en las programaciones. Y no hay manera de que se vuelva vintage. Se explica por las dificultades intrínsecas de encontrar intérpretes adecuados para La forza del destino, que en A Coruña se sirvió en la versión revisada de 1869, y en forma concertante. Sin un solo corte. Y probablemente esa desnudez escénica, que en otros títulos pasa más desapercibida por su tensión dramática, en esta larguísima página verdiana conlleve una cierta fugacidad en su conexión con el público. No fue en absoluto una mala velada, tuvo momentos interesantes, pero falto esa chispa para una mayor comunión entre artistas y público, que se mostró algo frío.

Y no sería por las arrobas de candor puestas en escena por Alejandro Roy; el tenor asturiano apostó su Don Álvaro a un canto (muy) heroico, con una voz que abruma en un teatro tan recoleto como el Colón, que se sabe ganador en los ascensos al agudo, timbrado, poderoso, apabullante. Sus dos dúos con el barítono, “Ne gustare m’e dato” y “Le minacce i fieri acenti”, fueron de auténtico poderío. Lo mejor de la noche. Sin embargo, su fraseo es rudimentario y se fía todo al material, mejor arriba que en el centro. La dicción también tiene margen de mejora. No obstante, se percibieron intentos de modular la emisión en el aria del tercer acto, “Oh tu che in seno agli angeli”, y de darle algo de variedad a la línea de canto.

El “Pace, pace mio Dio” de Angela Meade se instaló en una exquisita corrección formal, pero le faltó ese pellizco de magia"

En Angela Meade se percibe una sólida técnica vocal; la soprano estadounidense domina su instrumento, puede encontrar medias voces, se reconocen un centro y un grave asentados y unos ascensos al agudo plenos y timbrados. Distinto es que fuera capaz de provocar emoción con su Leonora di Vargas. Un canto un tanto frío, al que se le escapó la gran página que Verdi escribió para la soprano, ese “Pace, pace mio dio”, que se instaló en una exquisita corrección formal pero a la que le faltó ese pellizco de magia. Mejor estuvo en “Madre, pietosa vergine” en el segundo acto.

Hay que reconocerle a Borja Quiza que su desembarco a última hora –no era el barítono inicialmente previsto– en el Carlo di Vargas fue, cuanto menos, convincente. Se asienta sobre un fraseo muy trabajado. Dotó de nobleza al personaje y estuvo a la altura en sus dúos con Roy. El material es sonoro, aunque carece de cierta ductilidad, pero Quiza lo suple con una notable intención al cantar. Mejor se le sintió en las arias que en los recitativos, no obstante. Ginger Costa-Jackson, por su parte, fue la única que intentó desarrollar en el escenario algo de teatralidad, el volumen de la mezzo americana resultó algo justo, y tuvo su fuerte en el agudo, mientras centro y grave sonaban ligeramente velados.

En las voces graves, el Guardiano de Luiz Ottavio Faria cumplió, sin más. La voz está perdiendo terciopelo y suena recia, seca, con un atisbo de tremolo. Mucho mejor el Melitone de Luis Cansino, que con poco consigue hacer divertido el personaje; el barítono español dio una clase sobre canto bufo sin recurrir a gigionate ni trampas. Gustó mucho el bajo gallego Alejandro Baliñas, con dos pequeños roles (Marchese y Alcalde), luciendo un instrumento bien timbrado, de notable belleza y presencia. Un joven valor que A Coruña debería alistar en sus próximas programaciones. Bien cantado, igualmente, el Trabucco de Moisés Marín, quien tendrá otras dos citas con el público coruñés.

En el podio, Giuseppe Finzi fue el mejor aliado de los intérpretes. Les acompañó y cuidó en todo momento, respirando con ellos y permitiéndoles adaptarse a los tempi. Tuvo el tino de conseguir que las más de tres horas de ópera no se hicieran pesadas. Guió a la Sinfónica de Galicia con acierto, y la orquesta respondió con eficiencia. Más problemas hubo con el Coro de la OSG: muy flojas las voces masculinas, faltas de empaque y volumen, incluso con problemas de afinación. Ellas salvaron la papeleta.  * José Luis JIMÉNEZ, corresponsal en A Coruña de ÓPERA ACTUAL