CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Un ‘Parsifal’ para descreídos en la Bastille
París
Opéra de Paris
Wagner: PARSIFAL
Simon O’Neill, Kwangchul Youn, Falk Struckmann, Marina Prudenskaya, Brian Mulligan, Reinhard Hagen. Dirección musical: Simone Young. Dirección de escena: Richard Jones. Opéra Bastille, 9 de junio 2022.
Fue Simone Young la reina de la noche parisina. La artista australiana supo arrancar las verdades musicales más ocultas en esta partitura de Richard Wagner. Acompañando a los cantantes o en transiciones musicales, desde la obertura hasta la última nota, consiguió claridad, solemnidad, precisión en los ataques, volumen en momentos de extrema necesidad y silencios expresivos. Dio fe de la aportación de cada atril y consiguió mezclar colores musicales nunca oídos en un sinfín de variaciones de intensidad. En suma, a los habituales de la Opéra pareció que dirigía una orquesta venida de los confines del mismísimo Montsalvat.
El coro de la casa –preparado por Ching-Lien Wu– fue, sin sorpresa, de una gran calidad; fieles a la partitura sus miembros cumplieron no solo vocalmente, sino también ejecutando los múltiples gestos de la liturgia algo folclórica impuestos por el director de escena. Recuérdese que el orden del Graal se había transformado aquí en una secta del tipo evangelista americano, con un libro muy espeso titulado Wort (Palabra) por biblia.
En el escenario las voces se expresaron a un excelente nivel. Kwangchul Youn, Gurnemanz, cubrió a la perfección el primer acto –volumen estable, buena prosodia en los recitativos, timbre atractivo– y si en algún momento en el tercer acto bajó la intensidad de su volumen, le sea perdonado. A Brian Mulligan –Amfortas– le asignó el director de escena un rol dramático importante que el intérprete sacó adelante con talento; vocalmente su actuación creció llegando en sus intervenciones finales a emocionar. Nada faltó –voz de trueno, violencia en el gesto– a la actuación de Falk Struckmann en el rol del malvado Klingsor y, como era de esperar, el público se lo agradeció ya al final del segundo acto. Marina Prudenskaya –Kundry– algo tímida al principio, impuso su personalidad y su voz, en particular durante su diálogo con Parsifal. Finalmente, Simon O’Neill campeó un Parsifal más heroico que lírico y, por encima de todo, su personaje adquirió credibilidad en el tercer acto, mientras que en los dos primeros, por orden del regista, distaba mucho de ser el héroe esperado por los del Graal.
En definitiva, hubo voces, orquesta, escenografía, imaginación… Faltó tal vez en la sala comprensión. ¿Qué idea podía tener el espectador de los objetos –la lanza y el cáliz–, o de los conceptos –fe, gracia, Viernes Santo, perdón, pecado, piedad, bautismo, arrepentimiento, pena…– remachados a lo largo de la obra? Hubo muchos medios en el escenario, sí, pero faltó lo esencial para entender el mensaje del compositor-poeta. Es por ello que Richard Jones, en un intento de absolver al público, en el último instante pidió a Parsifal salir tranquilamente del escenario de la mano de Kundry a vivir su vida de pareja y a los miembros del Graal despojarse de sus libros y casullas e irse también por el foro, dejando todo sobre la mesa al lado del Graal y de la Lanza que tantos sudores había costado a Amfortas, a Klingsor y a Parsifal. Según Richard Jones, “todo fue un cuento y nada verdad”. * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en París de ÓPERA ACTUAL
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