CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Un 'Onegin' esencial
Roma
Teatro dell’Opera
Chaikovsky: EVGENI ONEGIN
Maria Bayankina, Yulia Matochkina, Anna Viktorova, Saimir Pirgu, Markus Werba, John Relyea, Andrea Giovannini. Dirección: James Conlon. Dirección de escena: Robert Carsen. 21 de febrero de 2020.
Esta versión escénica fue creada para el Metropolitan de Nueva York en 1997 pero no parece haber envejecido, y el único elemento que revela su edad es la ausencia de esas interpretaciones forzadas que afligen a tantos espectáculos de ópera actuales. Robert Carsen restituye todo el espíritu de Evgeni Onegin, con una interpretación actoral muy cuidada y en la que cada detalle revela cómo los sentimientos apasionados de los jóvenes están destinados a marchitarse rápidamente para dejar lugar a la nostalgia por los amores no vividos y a la felicidad que se ha escapado de las manos.
Los personajes lucen un vestuario riquísimo de Michael Levine, fiel a la moda de la época, pero se mueven en un escenario casi vacío que da sentido a la desolada tristeza de sus destinos. La bellísima iluminación de Jean Kalman crea la atmósfera adecuada para cada uno de los cuadros: luces otoñales sobre una alfombra de hojas muertas para el primer cuadro, una noche iluminada por la gran luna plateada para la escena de la carta, un amanecer de niebla y frío para el duelo, hasta el palacio de Gremin, triste y gris, cuando la juventud y las pasiones de Tatiana ya se han desvanecido.
Maria Bayankina era Tatiana, perfecta en sus duetinos con Olga y Filipievna en los dos primeros cuadros y muy en su papel –gracias también a su presencia escénica y a su actitud principesca- en el último acto. En la escena de la carta, sin embargo, sufría las limitaciones de un timbre vocal que no le permitía una paleta suficiente de inflexiones y matices. El italo-albanés Saimir Pirgu trasladó a la figura de Lensky el aplomo de sus primeros papeles mozartianos y la intensidad de sus actuales personajes verdianos: muy bien. También de procedencia mozartiana, Markus Werba dibujó un Onegin absolutamente perfecto tanto en su aspecto de joven blasé y escéptico como en su transformación por efecto del amor hasta el extremo de hacerle perder su actitud displicente: excelente como cantante y sobre todo como actor, consiguió transmitir toda la vana presunción y la profunda antipatía del personaje.
John Relyea presta al amor senil del Príncipe Gremin por Tatiana una profunda vena de resignada tristeza. Muy bien Yulia Matochkina y Anna Viktorova como Olga y Filipievna respectivamente, y una mención especial para Andrea Giovannini en la figura del patético, anticuado y fundamentalmente ridículo poetastro francés Monsieur Triquet. Un elogio particular debe ser tributado al coro preparado por el maestro Roberto Gabbiani. James Conlon dirigió admirablemente y la orquesta se esmeró en la respuesta. Pero se está hablando de teatro y aquí la perfección técnica no lo es todo, por lo que hubiera sido de desear una cohesión interpretativa más íntima entre a orquesta y las voces solistas y una mayor profundización por parte del director en la psicología de los personajes.
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