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Un ‘Lohengrin’ sin cisne para ovacionar a Thielemann
Salzburgo
Osterfestspiele Salzburg
Wagner: LOHENGRIN
Nueva producción
Hans-Peter König, Eric Cutler, Jacquelyn Wagner, Martin Gantner, Elena Pankratova, Markus Brück. Dirección musical: Christian Thielemann. Dirección de escena: Jossi Wieler, Anna Viebrock y Sergio Morabito. 18 de abril de 2022.
El Festival de Pascua de Salzburg culminó el lunes con la despedida de Christian Thielemann y la Sächsische Staatskapelle Dresden (Premio Herbert von Karajan 2022) como anfitriones. El año que viene será el turno de otra notable formación sajona, la Gewandthausorchester de Leipzig, bajo la batuta de Andris Nelsons. La verdad es que nadie quiere oír a hablar de una despedida definitiva del podio de este evento de Thielemann, ese discípulo del profeta Von Karajan tan querido en la cuna de Mozart. Pero la retirada, sea definitiva o temporal, es ya un hecho, y para darle la solemnidad que requería el director berlinés escogió la que es, según se dice, su ópera favorita. Al cabo de poco menos de 30 años, Lohengrin volvió a Salzburg en una nueva producción.
La velada en el Festspielhaus fue antes que nada una celebración de la maestría de Thielemann. Nada pudo el espectacular escenario de este teatro de teatros, uno de los más amplios del panorama actual, contra el foso elevado, diseñado especialmente por Karajan para dejar bien claro quien manda ahí. La experiencia operística en Salzburg es exactamente la contraria que en Bayreuth: la orquesta y el director están casi tan expuestos a la vista del espectador como aquello que sucede sobre el escenario. Como siempre, el gesto recogido y delicado de Thielemann hizo las delicias del público salzburgués. Cabe decir que, escogiendo Lohengrin, el director se aseguraba la carambola: Wagner es su especialidad, y la sexta ópera del compositor de Leipzig es seguramente la más adecuada para homenajear el buen trabajo de la orquesta.
Es Lohengrin, en efecto, el primer de los dramas wagnerianos concebidos enteramente a partir del material musical. Decir esto es tanto como decir que, en su obra, la música tiene una función dramatúrgica evidente: desaparece la obertura, que se convierte en Vorspiel, un preludio, y el Leitmotiv adquiere una importancia inaudita en obras anteriores. Thielemann y la Sächsische Staatskapelle convirtieron ese rol dominante de la música en la excusa perfecta para destacar, brillando especialmente en el preludio y en los apoteósicos clímax orquestales del segundo acto.
Sin contar con ninguna voz calificable de estelar, el reparto de la velada estuvo a la altura. Hans-Peter König y Markus Brück, el rey Heinrich y su heraldo, hicieron gala de su experiencia wagneriana para sentar la base tímbrica sobre la que se irguió, de un lado, la pareja Telramund-Ortrud —unos fantásticos Martin Gantner y Elena Pankratova, que llevaron a sus papeles respectivos tan cerca de Lady Macbeth y de su cobarde esposo como requiere la trama—, y de otro, la pareja Lohengrin-Elsa. Ni Eric Cutler ni Jacquelyn Wagner poseen eso que se ha dado en llamar el grito wagneriano, pero sus personajes, afortunadamente, tampoco lo requieren. Sus timbres más bien delgados, pero precisos y valientes, tuvieron que competir con un coro sobredimensionado y quizás un poco estridente, pero muy bien dirigido sobre el escenario.
La sombra alargada de Thielemann en el día de su despedida acabó eclipsando el trío de directores que dio a luz teatralmente a este nuevo Lohengrin. Pero el trabajo conjunto de Jossi Wieler, Anna Viebrock y Sergio Morabito fue sin duda encomiable. Si bien su propuesta se regocija demasiado en la indecisión o la apertura que conlleva el trabajo a seis manos, la dramaturgia fue suficientemente inteligente como para servir un Wagner respetuoso y sin pegotes. A parte del anacronismo convertido en estandarte, que introduce la pizca de ironía necesaria para consumir cualquier drama wagneriano hoy en día, es de destacar el no-lugar en que se convierte el famoso reino de Brabant. Para el recuerdo quedará la decisión de dejar al caballero sin cisne, negándole la llegada acostumbrada desde el cielo para hacerlo surgir, torpe y sorprendido, de la mismísima alcantarilla. * Lluc SOLÉS, corresponsal internacional de ÓPERA ACTUAL
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