CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Un imperial ‘Don Carlo’
Marsella
Opéra de Marseille
Verdi: DON CARLO
Chiara Isotton, Varduhi Abrahamyan, Marcelo Puente, Nicolas Courjal, Jérôme Boutillier, Simon Lim. Dirección musical: Paolo Arrivabeni. Dirección de escena: Charles Rubaud. 9 de febrero 2022.
Imperial estuvo desde el podio Paolo Arrivabeni al frente de la orquesta de la Opéra de Marseille; mandón y sin temor a la charanga por momentos, lírico en los espacios propicios al ensueño, melódico hasta la médula sin caer en el pathos facilón, duro con los fuertes y comprensible con los débiles en el escenario, el maestro impuso siempre su voluntad. Cierto es que por momentos su frenesí obligó al coro a diluirse ante la orquesta o, peor, a forzar el tono, con el riesgo del error vocal o del mal gusto. Arrivabeni, primer mago incontestable de esta gran noche marsellesa, brindó al público, y también a los cantantes, la oportunidad de sentirse invadidos con delectación por la música del Don Carlo de Giuseppe Verdi.
Chiara Isotton debutó el personaje de Elisabetta con voz firme y segura en el registro grave, sin dudas en el agudo ni escamoteos en la coloratura, con un timbre cristalino capaz de traducir la dignidad, sobriedad y verdad de las emociones de una reina; se le vio enamorada de Don Carlo y temerosa ante su esposo. Jérôme Boutillier estrenaba el traje de Rodrigo; el barítono aprovechó, con gran sentido artístico, la oportunidad que le ofrecían el compositor y cantó saboreando los textos con voz bien controlada, viril, de perfecta prosodia, pensando lo que estaba diciendo, a la manera de un actor del teatro clásico.
Marcelo Puente, capaz de endosar cualquier rol de tenor con tal que demande fuerza, precisión vocal y presencia escénica, fue el Don Carlo que se esperaba: no defraudó en ningún momento, al contrario, tanto en solitario como en compañía de Posa, de Elisabetta, o del propio Felipe II, ofreció del príncipe una visión romántica –dramática y vocal– de altos vuelos.
El público, y con razón, aplaudió sin reservas la actuación de Varduhi Abrahamyan en el rol de Eboli; y no solamente sus dos intervenciones mayores, y en particular en un “O don fatale!” de campanillas, ya que la artista intervino con eficacia dramática y musical en secuencias de transición importantes para poder seguir el tortuoso relato.
En cambio Nicolas Courjal, tantas veces elogiado desde estas páginas, no tuvo esta vez una gran noche: si bien hay que aplaudir su prestancia física y su interpretación dramática como Felipe II, vocalmente le faltaron cuerpo y profundidad a sus intervenciones, como les faltaron idénticamente a Simon Lim en el papel del Gran Inquisidor.
Charles Rubaud pidió a sus intérpretes una actuación clásica, vale decir, como las de tiempos pretéritos, expresiva sin excesos y dando siempre prioridad al canto en relación con el gesto. Eficaz manera de obtener resultados sin salirse de la raya. Le ayudaron no poco la escenografía, rectilínea, alusiva, con gracia y sin complicaciones, firmada por Emmanuelle Favre y el sublime vestuario de Katia Duflot, gran artista del vestir teatral. El coro de la casa, preparado por Emmanuel Trenque, cumplió, que no es poco decir en este caso. * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en Francia de ÓPERA ACTUAL