Un desconocido Prokófiev triunfa en la visión de Bieito

Madrid

23 / 03 / 2022 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 4 min

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angeldefuego-prokofiev-operaactual-real (1) Una escena del montaje de Calixto Bieito © Teatro Real / Javier DEL REAL
angeldefuego-prokofiev-operaactual-real (1) Una escena del montaje de Calixto Bieito © Teatro Real / Javier DEL REAL
angeldefuego-prokofiev-operaactual-real (1) Ausrine Stundyte (Renata) y Leigh Melrose (Ruprecht) © Teatro Real / Javier DEL REAL

Teatro Real

Prokófiev: EL ÁNGEL DE FUEGO

Estreno en España

Ausrine Stundyte, Leigh Melrose, Dmitry Golovnin, Agnieszka Rehlis, Mika Kares, Nino Surguladze, Dmitry Ulyanov, Josep Fadó, Gerardo Bullon, Ernst Alisch, David Lagares, Estíbaliz Martyn, Anna Gomá. Dirección musical: Gustavo Gimeno. Dirección de escena: Calixto Bieito. 22 de marzo de 2022.

Resulta difícil entender por qué una ópera como El ángel de fuego no sube a los escenarios con mayor frecuencia… Quizá su intensidad requiera apariciones pausadas, o tal vez las dificultades vocales y de actuación planteadas a los dos protagonistas complican su programación. Sea lo que sea, se trata de una de las grandes óperas del siglo pasado, de las mejores de Prokófiev, compuesta a lo largo de muchos años, entre 1919 y 1927, y que él mismo, que había vuelto a su Rusia natal en pleno estalinismo, nunca llegó a ver en escena. Basada en una novela del simbolista Valery Bryusov, relata la peripecia de Renata, una mujer que dice haber sido visitada por un ángel, al que parece confundir con un conde del que está enamorada. Le ayuda un caballero, Ruprecht, que se apiada y se enamora de ella; Renata le rechaza y termina en un convento, sometida a un exorcismo que no sale bien. Prokófiev situó la obra, como la novela, en el siglo XVI, un mundo pintoresco de brujas, inquisidores y caballeros andantes en el que todavía está presente algo del espíritu del más allá.

El director de escena burgalés Calixto Bieito anula cualquier referencia de época en su propuesta y sitúa la obra en un siglo XX sin determinar, ante un gigantesco cubo que gira sobre sí mismo con una precisión cronométrica mientras en su interior se van iluminando diversos cubículos en los que se desarrolla la acción. El mago Agrippa se convierte en un médico abortista (y practica en escena lo que parece un aborto); el caballero se transforma en un gañán y Renata en una desgraciada: una víctima traumatizada, desde la perspectiva ultra sentimental tan propia de la actualidad; una histérica, desde otra. La ópera, en cualquier caso, pasa a ser un gélido relato de terror con toques gore, no siempre resulta fácil de entender y pierde buena parte del lirismo, que queda a cargo de la orquesta y los cantantes. Afortunadamente, estos lo suplieron todo.

"Ausrine Stundyte, con una energía fuera de serie, supo encontrar la línea de canto apropiada, que no perdió en ningún momento, y su versatilidad y su entrega hicieron justicia al personaje"

La soprano Ausrine Stundyte se echó a la espalda el papel de Renata, de dificultad extraordinaria: siempre en escena, debe aunar intimidad y excesos. Stundyte, con una energía fuera de serie, supo encontrar la línea de canto apropiada, que no perdió en ningún momento, y su versatilidad y su entrega hicieron justicia a un personaje llamado al panteón de las grandes trastornadas de la historia de la ópera. El barítono Leigh Melrose encontró la vocalidad justa para devolver a Ruprecht el tono ingenuo y aristocrático que le corresponde como buen caballero enamorado. De gran presencia vocal y escénica, Nino Surguladze impuso un instrumento brillante y denso de una extraordinaria claridad. Estupenda Agnieszka Rehlis en los papeles, muy comprometido el primero, de Vidente y Madre superiora, y de gran prestancia el Mefistófeles (también el mago reconvertido a médico) de Dmitry Golovnin. Un poco falto de autoridad, aunque solvente, el Inquisidor de Mika Kares y rotundo y dramático Josep Fadó en su doble aparición. Muy convincente el resto del reparto.

Debutaba en el podio del Teatro Real el valenciano Gustavo Gimeno, y lo hizo a lo grande, por eso es de esperar que vuelva con frecuencia: en su trabajo hubo claridad, tensión, brillantez y una soltura extraordinaria, de gran elegancia para una partitura complicada. Fabulosa la Orquesta Titular, llena de contrastes, matices y de colores, y muy bien el Coro (femenino) en la crucial escena final del exorcismo. Antes de la representación, la Orquesta tocó el himno nacional de Ucrania. Gran éxito, de los que se recuerdan.  * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL