Triunfo total para 'Die tote Stadt' con Jonas Kaufmann

Múnich

19 / 11 / 2019 - Juan Antonio MUÑOZ - Tiempo de lectura: 5 min

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Die tote stadt Jonas Kaufmann brilló en Múnich interpretando sin fisuras al complejo protagonista de 'Die tote Stadt' © Bayerische Staatsoper / FJS Media / Ewa BLAUTH
Die tote stadt Junto a Jonas Kaufmann brilló una extraordinaria Marlis Petersen © Bayerische Staatsoper / FJS Media / Ewa BLAUTH
Die tote stadt La producción de Simon Stone contó con la genial dirección musical de Kirill Petrenko © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL

Bayerische Staatsoper

Korngold: DIE TOTE STADT

Nueva producción

Jonas Kaufmann, Marlis Petersen, Andrzej Filonczyk, Jennifer Johnston, Mirjam Mesak, Corinna Scheurle, Manuel Günther, Dean Power. Dirección: Kirill Petrenko. Dirección de escena: Simon Stone. 18 de noviembre de 2019.

Cuando se presencia una puesta en escena como esta, se entiende el éxito que Die tote Stadt tuvo al momento de su estreno y en los años que siguieron. Extraordinaria a todo nivel, con un elenco magnífico y un director superior, y una propuesta escénica vertiginosa, sorprendente y emocionante, es un hecho artístico que a la vez implica un crecimiento del concepto del teatro lírico del siglo XXI.

Hay algunas cosas que hay que saber, porque no todo el mundo conoce la obra ni al compositor, ni ha podido asistir antes a una representación de esta ópera. Erich Wolfgang Korngold (1897-1957) fue hijo de un crítico musical, Julius Korngold, quien, de paso, es el libretista de Die tote Stadt con el seudónimo de Paul Schott junto con el propio Erich, niño prodigio que estudió nada menos que con Zemlinsky. Este dijo que no podía enseñarle más cuando su alumno tenía 12 años. Erich comenzó a componer música a los siete y a los once estrenó su primera obra en el Teatro Imperial de Viena. Luego vino la Obertura Schauspiel, que su maestro Zemlinsky no podía creer que hubiese orquestado a sus 14. Puccini, al conocer su música, dijo que «Korngold tiene tanto talento que podría dar la mitad y todavía tendría bastante para él». Bruno Walter, en 1916, estrenó en Múnich sus óperas Der Ring des Polykrates» y Violanta, y el éxito fue tan grande que «La ciudad muerta» fue objeto de disputa entre los teatros alemanes por el derecho al estreno mundial; al final, se produjo un estreno doble simultáneo en Hamburgo y Colonia (1920). El compositor tenía 23 años. Todo eso antes de que Erich debiera huir de Alemania para refugiarse en Estados Unidos, donde triunfó en Hollywood.

El tema de La ciudad muerta sobre la superación (o no) de la muerte del ser amado estaba en sintonía con el público de los años veinte que acababa de pasar la Primera Guerra Mundial. En los dos años siguientes a su estreno, la ópera había recorrido el mundo e incluso fue representada varias veces en el Metropolitan Opera de Nueva York, donde se estrenó en noviembre de 1921. A pesar del éxito —o a propósito de él— la obra fue prohibida por el régimen nazi debido a la ascendencia judía de Korngold y después de la Segunda Guerra Mundial cayó en el olvido.

En Die tote Stadt converge todo lo mejor de Korngold: orquestación apabullante, un infinito juego de colores, el arte de la variación y también la audacia de un espíritu musical que, sin embargo, no quiere traicionar el sonido del mundo romántico. Esto último también se manifiesta en el libreto, ya en sus evocaciones a Robert, le Diable de Meyerbeer, ya en la construcción de la historia, que alterna el adentro y el afuera del personaje principal, Paul, como también lo que su entorno exhibe y esconde. El sueño —teorías jungianas y freudianas en pleno desarrollo— tiene aquí importancia central, lo que es lógico porque la obra simbolista en que se basa, Bruges, la mort (Georges Rodenbach), transporta al clima opresivo de una ciudad que parece estancada en el pasado, tal como lo está Paul dentro de su casa o de su mente, añorando a su mujer Marie, muerta. Por eso es que Paul le dice a Brigitta: «Brujas y yo somos uno. Rendimos culto a lo que ha sido: a la muerte y al pasado».

"Kirill Petrenko es un maestro en cuyas manos las obras se configuran y también se transfiguran. La suya siempre es una versión porque Petrenko es un artista y no solo un director de orquesta"

Kirill Petrenko es un maestro en cuyas manos las obras se configuran y también se transfiguran. La suya siempre es una versión porque Petrenko es un artista y no solo un director de orquesta. Aquí se sitúa ante un Korngold en el que descubre vínculos con Richard Strauss y donde ayuda a exhibir esos aspectos de modernidad que jamás esperan ni pretenden sepultar la melodía. Un Korngold ecléctico, en el que la brillantez de la orquestación y el virtuosismo desatado al que expone a los instrumentistas y a las voces, siempre termina por ceder el lugar de mayor importancia al lirismo, como sucede con la milagrosa aparición, en medio de la turbulencia, de ese bellísimo dúo que es «Glück, das mir verlieb» (Felicidad, que me has dejado), que se convierte en una especie de mórula de la ópera y que se instala tanto en el público como en los personajes de Paul y Marietta como una entidad reminiscente y salvadora. Fue notable la forma en que Petrenko fluyó por los mil estados diferentes de esta música caprichosa que pone en sonido el viaje del personaje protagónico por los recovecos de su mente enferma y por la incerteza de sus visiones.

La dirección escénica de Simon Stone está íntimamente ligada a la escenografía de Ralph Myers. No se entiende una sin la otra. El escenario giratorio de la Ópera de Baviera está aquí en constante movimiento, para mostrar todos los ángulos posibles de un edificio de departamentos de hoy en día; ambientes en los que transcurre la vida triste de Paul tras la muerte de su mujer y donde él guarda, con devoción, todo lo que ella dejó al morir. Incluso su pelo. El juego dramático corre por este escenario que fluye sin dar tregua, a velocidad cinematográfica, exigiendo a los cantantes una variedad inusitada de acciones teatrales (desde subir por escaleras de emergencia hasta bañarse y hacer el amor sobre una mesa), que van dando cuenta de una realidad que no es tal. La confusión que hay en la mente de Paul se traslada así a la escena a través de un fluir incesante que sume en una suerte de mareo ensoñado incluso al público. El vínculo con Marietta, con el solo paso de una habitación a otra, se convierte en la recuperación de los gestos y los momentos de dulce amargura que Paul guarda en su memoria de la muerte por cáncer de su mujer, Marie. Las imágenes, fantasmales y corpóreas, se suceden ante el protagonista y ante la sala en un juego que intercambia verdad, duda y sueño: un logro teatral que marca el camino de la ópera para hoy y para el futuro, con un trabajo de actores milimétrico, exacto y de enorme rigor. Aparte de las referencias a Robert, le Diable, de Meyerbeer, y los guiños con la Commedia dell’arte, que se encuentran en la obra misma, Stone agrega elementos que recuerdan filmes como Pierrot, le fou, de Godard, en clara referencia al personaje de Paul, o Blow up, de Antonioni. El equipo Stone-Myers-Mel Page (vestuario) fue ovacionado por la audiencia; algo que es una rareza en estos días de modernidades usualmente abucheadas.

Intérpretes mayúsculos

El rol de Paul está hecho para Jonas Kaufmann, por afinidad vocal y expresiva. El tenor alemán muestra que Paul vive en un doble plano. Está en la realidad y no está. Está dentro de sí y fuera de sí. Cree que se comunica y más bien no lo hace. Ama el recuerdo y está tentado de olvidar. El olvido es para él algo no deseado, pero que lo angustia. Nervioso hasta la neurastenia, no quiere salir de ese estado, hasta que se da cuenta de que debe hacerlo, pero aun en ese momento duda. Finalmente resuelve. Las vías del escape físico (de su cuerpo a través del sexo, al que termina cediendo), de su vida (a través del abandono de la ciudad y del recuerdo de su mujer muerta), de su mente, de su culpa, de su sueño / pesadilla, son opciones que lo gobiernan y no lo dejan actuar. Está inmovilizado y aterrado, venerando el tiempo ido, a los santos y a los espectros. Marietta se le presenta como oportunidad de fuga, quizás elaborada por su propia mente. A través de Paul, Kaufmann se pregunta a sí mismo y a la vez interroga al público con su construcción del personaje: ¿La creó el mismo Paul para luchar contra el fantasma que lo ata o es algo que vino a él enviado quizás por la propia Marie, que se le aparece como una visión múltiple y a la que escucha? Qué poder el de esta frase en voz de Jonas Kaufmann: «Und gestern wieder träumt ich am Gitter von der Entschwundenen, von ihr, Marie»: Paul está atrapado, soñando con la red de los desaparecidos. Lo mismo que las sutilezas que encuentra cuando, a poco entrar a escena, recuerda el aliento de Marie (dein Atem), sus ojos (deine Augen), y ese espacio extático que juntos, Petrenko y Kaufmann, encuentran para la frase «No sé quién es ella, pero la invité a venir aquí. Ella vendrá, y en ella viene mi muerta». La voz de Kaufmann, poderosa y sana, resplandece en todo el registro, y alcanza lo sublime en «¿Así que volveré a ver el brillo de tu pelo dorado en su blanca frente», cantada con un hilo de voz, en el dúo «Glück, das mir verlieb» y en el final, cuando la melodía del abandono comienza diluirse, tal y como desaparece (o se vuelve cenizas, como en este caso), el recuerdo de la amada muerta.

Junto a él está la extraordinaria Marlis Petersen, en el doble y también agotador rol de Marietta/Marie. Actriz consumada, a través de su voz va creando las vidas paralelas que tiene encomendadas, sumiendo a Marie en una emisión letárgica y lóbrega, y a Marietta en la total materialidad, lo que además traslada al movimiento escénico de una y de otra: la terminal Marie en un estado de fragilidad conmovedora, y Marietta, siempre frontal, con el ímpetu de un volcán. También Frank, el amigo de Paul, tiene una doble dimensión; es uno cuando la realidad se impone y otro muy distinto cuando Paul cruza el umbral del sueño: un personaje muy bien resuelto por el barítono Andrzej Filonczyk. El excelente equipo se completó con Jennifer Johnston (Brigitta), Mirjam Mesak (Juliette), Corinna Scheurle (Lucienne), Manuel Günther (Gaston / Victorin) y Dean Power (Graf Albert).