Triunfo cretense de Rattle y Kožená

Berlín

24 / 03 / 2023 - Cocó RODEMANN - Tiempo de lectura: 4 min

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idomeneo berlín Una escena del 'Idomeneo' mozartiano dirigido por David McVicar en Berlín © Staatsoper Unter den Linden / Bernd UHLIG
idomeneo berlín Una escena del 'Idomeneo' mozartiano dirigido por David McVicar en Berlín © Staatsoper Unter den Linden / Bernd UHLIG
idomeneo berlín Una escena del 'Idomeneo' mozartiano dirigido por David McVicar en Berlín © Staatsoper Unter den Linden / Bernd UHLIG

Staatsoper Unter den Linden

Mozart: IDOMENEO

Nueva producción

Anna Prohaska, Magdalena Kozena, Olga Peretyatko, Andrew Staples y Linard Vrielink. Dirección musical: Simon Rattle. Dirección de escena: David McVicar. 19 de marzo de 2023.

Estrenada en Múnich en 1781, Idomeneo se considera como la primera gran ópera de Mozart, aunque nunca salió de la sombra de los cinco famosos dramas musicales del genio de Salzburgo. La nueva producción de la Staatsoper Unter den Linden puso de manifiesto que hacer justicia hoy a esta obra sigue siendo un reto especial. El drama es pura agitación desde el primer compás hasta el último. El rey cretense Idomeneo ha jurado sacrificar a la primera persona que encuentre en la orilla si Neptuno le salva de una tormenta, y esa primera persona es Idamante, su propio hijo, quien no sabe nada del juramento y, además, está preocupado por asuntos muy distintos: ama a la princesa troyana Ilia, prisionera de guerra. Para completar la confusión, él es amado por la hija de Agamenón, Electra, que también se encuentra en la corte de Creta.

Hasta aquí el argumento, varias veces tratado, tomado del mito de Ifigenia y también musicado mucho antes que Mozart, concretamente en 1712 por André Campra, una versión que se pudo ver en la Staatsoper durante las Jornadas Barrocas de 2021.

"Kožená incluso dominó hábilmente los tramos sombríos de la dirección escénica, eludiendo repetidamente el canto en rampa prescrito"

La partitura de Mozart está finamente labrada, ofreciendo estilos y formas múltiples y musicalmente diferenciados, como nunca antes habían existido. La Staatskapelle y Simon Rattle celebraron esta deliciosa riqueza sonora con abandono, con una especie de intensidad arcádica que hacía soñar. Cuerdas, maderas, metales estuvieron sutilmente tratados: todo sonaba cálido y noble, elegante, exquisito.

Para los solistas vocales, el enfoque interpretativo de Rattle era bastante peligroso, ya que necesariamente perdían ímpetu dramático. Esto fue especialmente cierto en el caso de Olga Peretyatko, Elettra; quien conozca la impulsividad con la que puede actuar la soprano rusa tuvo que asombrarse ante su tranquila interpretación. En «Tutto nel cor vi sento», el aria de furia del primer acto, permaneció pálida e inexpresiva. A Anna Prohaska, Ilia, también le faltó vehemencia dramática, pero lo hizo mejor; su registro medio es realmente bello y en las zonas agudas el timbre se vuelve ligeramente metálico. El tenor lírico inglés Andrew Staples fue sólido como Idomeneo y a su altura vocal estuvieron el holandés Linard Vrielink como Arbace y el poderoso e intimidante Florian Hoffmann como el Sumo Sacerdote. Pero, ¿no falta alguien? Sí, Magdalena Kožená: la velada le deparó un triunfo a quien ya había cantado Idamante en Salzburgo, y desde entonces había tenido varias oportunidades de profundizar en el papel. Soberana en cada compás, extremadamente expresiva, sin caer en el amaneramiento, Kožená incluso dominó hábilmente los tramos sombríos de la dirección escénica, eludiendo repetidamente el canto en rampa prescrito. Su Idamante concuerda con lo que su marido sugería desde el podio, no necesariamente en términos de interpretación, pero vocalmente en una clase propia en la autentificación de un personaje reflexivo y sensible.

La puesta en escena de David McVicar es conceptualmente cuestionable, pero de un gusto impecable. La abstracta superficie de juego es ocre y una gigantesca mascara mortuoria flota sobre ella; hay mucha proyección de sombras y niebla escénica, además de exuberantes telas fluidas, la mitad de las cuales pueden situarse en la antigüedad, la otra mitad en la época de Mozart, aderezadas con una pizca de teatro noh japonés.  Al director escocés le gusta trabajar para el templo de la antigüedad llamado Metropolitan Opera, y así es como se vio su producción en Berlín, como una ópera para todos aquellos que están cansados del teatro basura y dispuestos a aceptar a cambio de estridentes experimentos pasajes de cultivado aburrimiento. La novedad vino al final. Idomeneo no solo es destronado, expiando así su cruel juramento, sino también asesinado por su pueblo.  * Cocó RODEMANN, corresponsal en Berlín de ÓPERA ACTUAL