Tiempos equívocos para la entrega de la rosa

Múnich

22 / 03 / 2021 - Lluc SOLÉS - Tiempo de lectura: 4 min

Print Friendly, PDF & Email
Der Rosenkavalier Una imagen de la producción de Barrie Kosky © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL
Der Rosenkavalier A la izquierda de la imagen, Christof Fischesser y Samantha Hankey © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL
Der Rosenkavalier Marlis Petersen brilló como Die Feldmarschallin © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL

Bayerische Staatsoper

Strauss: DER ROSENKAVALIER

Nueva producción en 'streaming'

Marlis Petersen, Christof Fischesser, Samantha Hankey, Katharina Konradi. Dirección: Vladimir Jurowski. Dirección de escena: Barrie Kosky. 21 de marzo de 2021.

Hace exactamente un año, cuando la pandemia todavía era joven, los teatros del mundo se vieron obligados a replantear su funcionamiento. Se impuso el streaming con patios de butacas vacíos, los repertorios se adaptaron a los nuevos tiempos y cayeron los estrenos en favor de los homenajes y las reediciones. La Bayerische Staatsoper fue una de las salas que supo transformar con más acierto su oferta, apostando siempre por la originalidad y la frescura pese a tener que renunciar a su larga lista de premières anuales. Pero la pandemia sigue su curso, y el teatro bavarés parece que se ha cansado de esperar. El estreno de la nueva producción de Der Rosenkavalier, a cargo de Barrie Kosky y Vladimir Jurowski, llegó como un soplo de aire fresco en este tiempo de restricciones. Y al mismo tiempo, con orquesta y elenco a toda vela ante palcos desiertos, puede leerse como elocución colectiva: se está acabando la paciencia.

El esfuerzo ha tenido que ser titánico. Los implicados no se cansaban de resaltar, en diferentes entrevistas, la dificultad que implica el tener que montar y ensayar un Strauss con las restricciones que aún imperan. Uno de los puntos fuertes de este Rosenkavalier es precisamente la respuesta de Jurowsky a la contingencia pandémica. El director trabaja con una partitura fiel a la reducción que hiciera Eberhard Kloke de la instrumentalización original de Strauss. Así, no solo consiguió reunir un número menor de músicos, sino que, en un interesante ejercicio de intertextualidad, situó Der Rosenkavalier mucho más cerca de su hermana neoclasicista Ariadne auf Naxos. La reducción de Kloke, que incluye, por ejemplo, el piano, se pensó efectivamente para la orquesta de la siguiente ópera de Strauss. Con este gesto historicista previo empieza un denso diálogo entre dimensiones temporales, que Barrie Kosky se encarga de afirmar fuertemente en el escenario. Y es que el amo de su Der Rosenkavalier es, sin duda, el tiempo.

"Espléndida sombra novecentista de Cherubino, la soprano Samantha Hankey brilló en el papel travesti de Octavian, con un timbre metálico que dominó, por ejemplo, en el maravilloso trío final"

El ejercicio vanguardista de Strauss y Hoffmanstahl despliega la cuestión de la temporalidad de forma consciente y lúcida, que tendría que servir para poner en jaque toda banalización del Neoclasicismo. La misma presencia constante del vals, en una ópera aparentemente ambientada en el siglo XVIII, da que pensar. Deleitándose en el anacronismo, se relaciona directamente Der Rosenkavalier con la herencia mozartiana, pero si se quieren silbar sus melodías más conocidas no puede evitarse el baile por excelencia de la Viena moderna. Con su proyecto neoclásico (o paseísta, como lo llamaba Hoffmanstahl), Strauss quería acentuar lo tremendamente problemático que es esto de recuperar el pasado. Kosky lee a la perfección esta complejidad, inscrita a partes iguales en el texto y en la partitura. Su propuesta, que introduce el reloj como motivo regulador de la obra, trabaja con una comicidad a medio camino entre la opereta novecentista y el buffo de Le nozze. Relectura de una relectura, el nuevo Rosenkavalier muniqués se desarrolla sin complejos en la maraña temporal que lo aleja del museo y lo ancla en el presente del teatro.

Pero si la última superproducción bávara supera todas las expectativas es, sobre todo, por el increíble trabajo escénico del elenco protagonista. Literaturoper por excelencia, la tercera colaboración de Strauss y Hoffmanstahl es todo un reto para los cantantes. La extenuante línea melódica que ya caracterizaba Salome o Elektra no desaparece por acercarse a las arias de Le nozze. Todo lo contrario; el parentesco con la ópera buffa dieciochesca le añade dificultad a Der Rosenkavalier, que exige de los intérpretes una rapidez de réplica quizá ajena a las óperas anteriores de Strauss. Christof Fischesser, en el desenfrenado papel del Barón Ochs, lidió como nadie con esa doble dificultad y se lleva la palma por lo que hace a presencia escénica. Espléndida sombra novecentista de Cherubino, la soprano Samantha Hankey brilló en el papel travesti de Octavian, con un timbre metálico que dominó, por ejemplo, en el maravilloso trío final. La consolidadísima Marlis Petersen, quien volvía a Der Rosenkavalier después de haberse enfrentado, años ha, al personaje de Sophie, llenó de madurez una Feldmarschallin que ha hecho las paces con el paso del tiempo. «Ja, ja», exclama en los últimos compases de la ópera, bendiciendo el encuentro de Octavian y Sophie con la condescendencia de quien sabe que tampoco el amor —representado en un cupido omnipresente que Kosky se encarga, con el wit que lo caracteriza, de convertir en un anciano— se salva del impecable paso de las horas.