CRÍTICAS
NACIONAL
El imaginario de Tinder eclipsó a Albéniz
Madrid
Teatro de La Zarzuela
Albéniz: THE MAGIC OPAL
Nueva producción
Ruth Iniesta, Santiago Ballerini, Luis Cansino, Damián del Castillo, Carmen Artaza, Jeroboám Tejera, Helena Ressurreiçao, Alba Chantar, Gerardo López, Tomeu Bibiloni y Fernando Albizu. Dirección musical: Guillermo García Calvo. Dirección de escena: Paco Azorín. 1 de abril de 2022.
Volvió The Magic Opal al Teatro de La Zarzuela tras más de un siglo sin hacer acto de presencia, y lo hizo bajo la actualización de registros de la radical propuesta por Paco Azorín. La opereta, que apenas puede sostenerse por lo improbable de la trama, se traslada a la actualidad en manos del regista en una crítica a los nuevos usos del amor, hoy vinculados tan a menudo con las aplicaciones móviles de citas. A partir de esa idea se construye un relato en el cual desaparece por completo el original para centrarse en un grupo de jóvenes que se enfrentan a una serie de pruebas tras haber elegido su propia ficha de personaje al más puro estilo Fornite.
Hasta aquí todo se ajusta a lo que puede (y debe) esperarse de un teatro que lleva ya muchos años buscando la tecla para mantener al público que ya tiene y convencer al que aún no ha cautivado. El problema surge cuando el relato se privilegia muy por encima de la música, y ésta acaba convertida en una mera excusa para el contexto imaginario. Con un argumento de montaje tan sobredimensionado, Albéniz apenas aparece, no porque se hayan omitido números musicales —que se han respetado íntegramente— sino porque aparecen arrinconados entre la acción continua.
Azorín dispone los elementos escénicos y el movimiento de sus personajes en un cajón polivalente regentado por un nuevo demiurgo —Eros XXI, interpretado con no poco cinismo por un gran Fernando Albizu— que impone y altera las normas en beneficio del espectáculo. El ritmo, la ironía y los guiños continuos al público forman parte de las virtudes del montaje, pero entre los defectos, además de la poca importancia que se le brinda a la partitura, está una asidua puerilización del espectador con la aparición de frases que se pretenden transformadoras pero que, en realidad, nada aportan. En ese entorno destacará Lolika, la protagonista, encarnada por una gran Ruth Iniesta que consigue construir un personaje moviéndose con soltura en el registro cómico sin descuidar una línea de canto perfectamente cimentada alrededor de las notas centrales y algunas buenas excursiones al agudo. Su amor platónico, Alzaga, estuvo encarnado por Santiago Ballerini, que empezó dubitativo pero fue ganando peso y confiando más en la belleza de su timbre. Más que notable el Trabucos de Damián del Castillo, un personaje que tiene que trasladar su punto de oscuridad casi infantil, así como la Olympia de Helena Ressurreiçao, magnética en el escenario en todo momento.
La labor de Guillermo García Calvo en esta ocasión fue realmente meritoria, porque la música aparecía descontextualizada pero sin perder la ambición en su andamiaje tímbrico. Consiguió muchas luces en los fragmentos instrumentales (obertura y preludio) y buen pulso en algunos números de vocación más rítmica, como el vals de Lolika, “Amor en su lecho de rosas”, y algunos de los coros de bandidos. En resumen, un buen espectáculo, pero a la espera de Albéniz. * Mario MUÑOZ, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL
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