Tannhäuser vuelve a la carretera

Bayreuth

14 / 08 / 2021 - Xavier CESTER - Tiempo de lectura: 3 min

Print Friendly, PDF & Email
bayreuth tannhauser kratzer / operaactual.com Una escena de la producción de 'Tannhäuser' de Tobias Kratzer © Festival de Bayreuth / Enrico NAWRATH
bayreuth tannhauser kratzer / operaactual.com Stephen Gould (Tannhäuser) y Ekaterina Gubanova (Venus) © Festival de Bayreuth / Enrico NAWRATH
bayreuth tannhauser kratzer / operaactual.com A la derecha, Lise Davidsen como Elisabeth © Festival de Bayreuth / Enrico NAWRATH

Festival de Bayreuth

Wagner: TANNHÄUSER

Stephen Gould, Lise Davidsen, Markus Eiche, Ekaterina Gubanova, Günther Groissböck. Dirección musical: Axel Kober. Dirección de escena: Tobias Kratzer. Festspielhaus, 13 de agosto de 2021.

Algunos montajes no superan el efecto sorpresa del primer visionado. No es el caso de la producción de Tannhäuser de Tobias Kratzer, todo un éxito en su estreno en Bayreuth en 2019, buena prueba del ingenio y la habilidad del director alemán. Cambios en el reparto y la situación pandémica han provocado algunas modificaciones sin que la estructura global se vea afectada. Así, la furgoneta de Venus y su singular troupe debe pasar los preceptivos tests antiCovid. En el deambular por el interior del teatro, Kratzer se permite un guiño humorístico con una foto del ausente Valery Gergiev con la nota “vendré un poco más tarde”. Por otro lado, desorientaba ver en pantalla al drag queen Le Gateau Chocolat (no ha podido viajar a Bayreuth) y en escena y en el show en el jardín durante el entreacto al bailarín Kyle Patrick, pero la extrañeza desaparecía con rapidez.

Las referencias metabayreuthianas y la brillante combinación entre lo que se ve dentro y fuera del escenario, gracias al uso tanto de vídeos en directo como pregrabados, con un segundo acto de un virtuosismo admirable, son algunos de los puntos fuertes de una producción que adopta un tono más dramático en el tercer acto, con los peregrinos al templo sagrado del wagnerianismo convertidos en una masa de gente sin techo recogiendo todo lo que encuentran. En este segundo visionado, que Elisabeth solo quiera acostarse con Wolfram si se viste de payaso como Tannhäuser parece un giro más cruel, y la imagen filmada de los dos protagonistas en la carretera, rumbo al horizonte, es aún más desoladora tras el suicidio de la chica. Incapaz de escoger entre dos formas de vida, Tannhäuser se queda sin ninguna.

"A la autoridad vocal, gracias a unos recursos privilegiados, Lise Davidsen suma una dicción más penetrante y un fraseo más asertivo que no excluye oasis líricos"

Stephen Gould fue un Tannhäuser (casi) inoxidable, en una prestación que fue de menos (un primer acto algo inestable) a más (pletórico en el concertante del segundo acto, sobrecogedor en la Narración de Roma). No debe ser nada fácil sobrellevar el alud de expectativas creadas, pero comparando la Elisabeth del 2019 con la del 2021, la progresión de Lise Davidsen es innegable. A la autoridad vocal, gracias a unos recursos privilegiados (¡con qué poderío paró la turba que quería linchar a su amado!), se suma una dicción más penetrante y un fraseo más asertivo que no excluye oasis líricos como la plegaria del tercer acto. Markus Eiche fue un Wolfram de pura seda vocal, el más destacado de un grupo de cantores completado por Ólafur Sigurdarson (Biterolf), Jorge Rodríguez-Norton (Heinrich der Schreiber) y Wilhelm Schwinghammer (Reinmar von Zweter), en el que también se pudo lucir, gracias al uso de la versión de Dresde, el lírico Walther de Magnus Vigilius. Venus de timbre seductor y bien empleadas dosis histriónicas, Ekaterina Gubanova solo tuvo un problema, luchar contra el recuerdo de una robaescenas como Elena Zhidkova. Günther Groissböck provocó un terremoto en Bayreuth al renunciar, a pocos días del estreno, al Wotan de Die Walküre así como a la Tetralogía del 2022. El bajo austriaco ha mantenido sus otros compromisos con el festival, una suerte, porque como Landgraf Hermann pudo desplegar a placer uno de los instrumentos más bellos del momento entre su cuerda. Alexandra Steiner fue el delicioso Pastor (aquí una acomodadora del teatro).

Con Gergiev fuera, la producción recayó en la batuta fiable de Axel Kober. Sin grandes revelaciones (tampoco las ofreció su colega del Mariinsky), la versión tuvo un adecuado pulso teatral, con pasajes  como el concertante del segundo acto en los que el director alemán demostró su oficio, controlando con firmeza tanto las fuerzas dentro (solistas y orquesta) como fuera (coro) del teatro.  * Xavier CESTER, corresponsal en Bayreuth de ÓPERA ACTUAL