CRÍTICAS
NACIONAL
Sevilla: Chénier despide la era Halffter
Teatro de la Maestranza
Giordano: ANDREA CHÉNIER
Clausura de la temporada
Alfred Kim, Ainhoa Arteta, Juan Jesús Rodríguez, Mireia Pintó, Marina Pinchuk, Fernando Latorre, David Lagares, Alberto Arrabal, Moisés Marín, Cristián Díaz. Dirección: Pedro Halffter. Dirección de escena: Alfonso Romero. 14 de junio de 2019.
Tenía especial trascendencia para el Maestranza la función vivida el pasado 14 de junio, última de las programadas de Andrea Chénier. En ella Pedro Halffter se despedía de la dirección artística del coliseo sevillano que la llevaba ostentando desde 2004. Que el nuevo director, Javier Menéndez, cuente con él para las representaciones de La Traviata en la próxima temporada es un gesto que le honra, toda vez que nadie ha llevado tan lejos la calidad artística de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. La presentación de la Tetralogía wagneriana (con La Fura dels Baus) y el estreno en España de un buen ramillete de óperas del siglo XX son el mejor legado del director madrileño. Entre lo menos notable, la deriva de las producciones en sus últimos años de gestión, de la que este Chénier no es ajena en varios aspectos.
La ópera de Giordano llegaba a Sevilla en una coproducción del Festival Castell de Peralada y ABAO Bilbao Opera. Una escenografía tradicional pero didáctica plantea una excesivamente espartana metáfora de la decadencia de la burguesía –con su lámpara de araña, techos y vidrieras resquebrajados–, con escasa dirección de actores pero competente en líneas generales, y eficaz, desde luego, para seguir el desarrollo de la trama.
Giordano parece haber cosido a la medida de Ainhoa Arteta el personaje de Maddalena de Coigny, pues tanto dramática como canoramente la soprano lo defendió con una solvencia que fue respondida con una fuerte ovación tras su aria central, “La mamma morta”, dicha con un hermosísimo timbre, un vibrato nada excesivo y una apreciable capacidad de proyectar. Evocadora y muy bien interpretada, Arteta demostró que se encuentra en un excelente momento.

Ainhoa Arteta deslumbró en la piel de Maddalena de Coigny
Puede que su partenaire, Alfred Kim –que aquí se le recuerda de hace años en las funciones de Aida–, no fuera el Chénier con mayor tensión dramática que se podría anhelar, pero a cambio sí que tuvo una imponente capacidad de proyección, con un canto muy lírico que fluyó de forma natural pese a algún cambio brusco de registro. El dúo con Maddalena al final del segundo acto funcionó aunque no se produjo gran química entre ambos.
En cada nueva presentación el barítono Juan Jesús Rodríguez crece como cantante en una carrera cimentada en un ir hacia arriba constantemente. El cantante español fue un Carlo Gérard con los deberes muy bien aprendidos y con una voz que corrió por todo su registro sin atisbo alguno de estrechez ni estrangulamiento. Desdichadamente fue condenado a un dibujo del personaje absolutamente envarado, sin tonos grises.
David Lagares se ha convertido en un cantante fundamental en este teatro que siempre aporta su voz profunda y buen hacer en roles de secundario. Buena línea de canto la de Marina Pinchuk, Mireia Pintó y Alberto Arrabal. El Coro del Maestranza arrojó un resultado muy notable. Y en el foso la ROSS lució músculo, concertando más que bien con las voces y con un Pedro Halffter remachando cuanto de bueno hay en una partitura que leyó con pucciniana intensidad y gran delectación en los momentos centrales.
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