Sensibilidad e incandescencia con René Pape

Madrid

30 / 11 / 2022 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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Elvira Megías/CNDM René Pape en el Teatro de La Zarzuela © CNDM / Elvira MEGÍAS
Elvira Megías/CNDM René Pape en el Teatro de La Zarzuela © CNDM / Elvira MEGÍAS

Centro Nacional de Difusión Musical

Recital de RENÉ PAPE

XXIX Ciclo de 'Lied'

Obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Antonín Dvorak, Roger Quilter y Modest Mussorgski. Michael Schültze, piano. Teatro de La Zarzuela, 28 de noviembre de 2022.

Para su debut en el arranque del nuevo Ciclo de Lied del Teatro de La Zarzuela, René Pape escogió un programa que conoce bien y que le permite lucir una de las voces de bajo más hermosas de la actualidad. Con ello también ha podido enfrentarse (e implicar al público) a asuntos que le interesan y le importan, como es la presencia de Dios en la existencia humana y el realidad ineludible, constante, de la muerte en la vida de los hombres.

La primera parte se ciñó al motivo religioso y se abrió con una casi desconocida cantata de Mozart de tema masónico: Eine kleine deutsche Kantate, Los que adoráis al creador del universo inconmensurable, K. 619, una pieza encantadora, con una ingenua y conmovedora confianza en el porvenir radiante de la Humanidad. Pape la desgranó sin dificultades, exhibiendo su musicalidad y un centro redondo y pulido. Vinieron luego las Canciones bíblicas de Dvorák basadas en varios salmos y compuestas por el compositor checo durante su estancia en Estados Unidos: reflejan una cierta nostalgia de la tierra natal, pero sobre todo la fe intacta de un creyente leal y sincero. El extraordinario control de la voz apareció ya en el virtuosismo desplegado en la primera canción (“Hay en torno a él nube y tinieblas”) y fue dejando paso, sin perder riqueza cromática y complejidad, a la alegría con que Pape entonó el precioso “Cantad al Señor un cántico nuevo”. Claro que expresadas con esta intensidad, estas Canciones bíblicas sugieren también a los desafíos que la fe plantea.

"En la 'Canción de cuna' Pape consiguió, con aparente facilidad, variar el color y la densidad en el patético diálogo entre la madre y la muerte ante el niño enfermo"

La tonalidad trágica llegó en la segunda parte, con los Cantos y danzas de la muerte de Musorgski, cuatro escenas que presentan el triunfo de la muerte. En “Canción de cuna” Pape consiguió, con aparente facilidad, variar el color y la densidad en el patético diálogo entre la madre y la muerte ante el niño enfermo. En “Serenata” exhibió su talento de actor para dar voz a la Muerte que seduce a una muchacha. En “La danza trepak” desplegó una suerte de voluptuosidad rítmica, con fondo de danza popular ucraniana (trepak), para demostrar lo grotesco y lo absurdo de la vida. “El mariscal de campo”, finamente, muestra la apoteosis triunfal de la muerte en la batalla, con una casi increíble variedad de acentos y colores desplegados desde una muy profunda introspección. Antes de Musorgski vinieron dos canciones sobre poemas de Shakespeare del británico Roger Quilter.

Acompañó muy bien el pianista Michael Schültze, que sustituyó a Camillo Radicke, socio habitual de Pape. El agradecimiento del público se expresó con grandes aplausos y ovaciones, recompensados con tres hermosas propinas: una inspirada An die Musik de Schubert, que parecía resumir el recital, Zweignun de Strauss y un himno religioso inspirado en una página de Sibelius.  * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL