CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Schubert, amor, dolor y muerte, según Loy y Von Otter
Basilea
Theater Basel
EINE WINTERREISE
Nueva producción
Obras de Schubert. Anne Sofie von Otter, mezzosoprano. Kristian Bezuidenhout, piano. Nicolas Franscicus, actor. Claudio Rado, Kristian Alm, Giulia Tornarolli, Matilda Gustafsson, bailarines. Dirección de escena: Christof Loy. 22 de enero de 2022.
La nostalgia, la alienación, la soledad, la lucha entre el amor y la muerte. Bajo estos fundamentos y con la mirada puesta a un calidoscopio de un espejismo de Franz Schubert se concibió el espectáculo Eine Winterreise firmado por Christof Loy y con la veterana mezzosoprano Anne Sofie von Otter como su eje principal. Musicalmente se trata de un compendio de Lieder de Franz Schubert y algunas obras para piano y violín a modo de schubertiada, junto a cartas escritas por el compositor, a la búsqueda de un relato dramático singular, donde un Schubert hipotéticamente maduro rebusca en sus recuerdos que acaban decayendo en la soledad y la muerte. Todo ello es, por tanto, Eine Winterreise (que no Die Winterreise –de Müller– o el popular Winterreise de Schubert) que vive el propio compositor vienés.
Anne Sofie von Otter, que en tantas ocasiones se ha travestido durante su carrera, lo vuelve a hacer para meterse en la piel de un Schubert de edad avanzada, en el que quizá se habría convertido en caso de haber sobrevivido a la sífilis. Ese Schubert que, a través de un compendio liederístico con obras de los tres ciclos (Winterreise, Die schöne Müllerin y Schwanengesang) y otros tantos, busca la complicidad de los textos de Müller, Hein, Rellstab y Seidl (en «Die Taubenpost» que es su último Lied) para narrar la introspección del compositor. Se ve Schubert de joven, con esa relación confusa con su amigo Schober (del que se escuchó su Viola), los excesos y el contacto con prostitutas –incitado por su amigo– o la relación algo tumultuosa con su padre. El resultado escénico es conmovedor, ya desde ese espacio decadente que quiere ser un café musical donde se solían reunir de jóvenes, en estado ruinoso en la visión del Schubert maduro, donde renacen antiguas pasiones, vivencias, tristezas y dicotomías.
También el piano (instrumento de principios del siglo XIX), magníficamente interpretado y con total complicidad por el australiano Kristian Bezuidenhout, entraba en el juego escénico. El sonido que salía del escenario era añejo, quizá no permitía el juego de matices al que se está acostumbrado, pero todo ello formaba parte de la línea dramática. También ese violín desafinado y sin vibrato del fragmento de la Fantasía en Do Mayor. Y claro, de Von Otter, acorde con el personaje, también se escuchaban sonidos muy maduros –nada que ver con esa frescura de Viola de su grabación de 1997 para DG–, desgastados y sin armónicos. ¡Pero qué musicalidad! ¡Qué clase y qué canto aristocrático! La mezzosoprano sueca (1955) conmovió y consiguió transportar a ese universo agobiante con el que mira nostálgicamente su vida de juventud. En “Der Dopplegänger” perturbó con un canto desesperado a la vez que exquisito; “Im Abendroth” fue una lección de musicalidad y elegancia; “Liebesbotschaft” resultó tan sentido… esto solo por citar tres fragmentos de un conjunto músico-teatral del gran calibre.
Escénicamente, Er (“Él”, el personaje de Von Otter) se ve rodeado de un Schubert joven (interpretado por un agitado Nicolas Franciscus) y de Schober (Kristian Alm), con quien reviven escenas muy cariñosas, divertidas y, a la vez, libertinas. El poeta, de familia adinerada, que acogió a Schubert en su casa familiar –y que, gracias a ello, pudo componer gran parte de sus obras–, muestra su lado más disoluto a la vez que próximo al músico. La cortesana (Matilda Gustafsson) y Viola (Guilia Tornarolli) exhiben también la cara y la cruz de los sentimientos de Schubert, el miedo a la muerte junto a la vitalidad, el pesimismo y la soledad. * Albert GARRIGA, corresponsal en Suiza de ÓPERA ACTUAL
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