CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Sara Blanch, una sonámbula de campanillas
Niza
Opéra de Nice Côte d'Azur
Bellini: LA SONNAMBULA
Sara Blanch, Edgardo Rocha, Cristina Giannelli, Annunziata Vestri, Adrian Sâmpetrean, Timothée Varon, Emanuele Bono. Dirección musical: Giuliano Carella. Dirección de escena: Rolando Villazón. 4 de noviembre 2022.
La soprano catalana Sara Blanch se presentó en la Opéra de Nice con el personaje de Amina –que debutaba– sin escatimar detalles, feliz de encontrarse envuelta en aquel maremágnum de dificultades, con la voz de una gran profesional y el entusiasmo y la generosidad de una debutante. Su técnica le permitió superar las infinitas tretas de la partitura, resaltando las líneas melódicas, con agudos brillantes y cálidos como soles, ejecutó las enrevesadas coloraturas con sencilla elegancia y, más difícil todavía, mantuvo el timbre homogéneo e hizo perfectamente audibles las notas finales en la múltiples y diabólicas transiciones del forte al piano. Dotada de una emisión de amplio espectro, enriquecida con un pelín de negrura el registro medio, la artista española dio una consistencia dramática inusitada al personaje. Su trabajo, coronado por el aria final finamente ejecutada, encantó al público y su presencia en el escenario estimuló a los comprimarios.
Edgardo Rocha fue un Elvino de gala; con un timbre no tan rico en armónicos como el de su amada, mantuvo una emisión estable, potente y un trabajo dramático de calidad que a punto estuvo de igualarse con Blanch al inicio del acto segundo. Al final de la velada se le notó algún cansancio justificado por la longitud de sus intervenciones. Adrian Sâmpetrean campeó un Conde Rodolfo de voz amplia, sonora, timbre viril, sin dificultades en el grave, aunque algunas se notaron en el agudo –el metal por lo menos– cuando se aceleraba su canto. Annunziata Vestri, fue una Teresa discreta, justa y elegante y se notó en Cristina Giannelli –Lisa– una gran profesionalidad vocal algo disminuida por el frecuente metal de su emisión que la artista compensaba con un trabajo dramático de buena ley. Completaron el reparto a buen nivel Timothée Varon –Alessio– muy a gusto en el papel y Emanuele Bono, salido de coro de la casa, en el rol del indispensable notaio. El coro, muy estable en el escenario por orden del director de escena, cumplió.
Giuliano Carella al frente de la Filarmónica de Niza mantuvo el difícil equilibrio entre el foso y el escenario en los dúos, tríos… Y, muy en particular en las intervenciones del coro y los concertantes. Por el contrario, con gran tino, dejó a los cantantes la iniciativa del tempo cuando cantaron solos.
En una escenografía simple y eficaz de Johannes Leiacker, Rolando Villazón optó por una puesta en escena sumamente tradicional, vale decir con un respeto total para el cantante –sin ninguna acción secundaria para distraer al público durante las arias y los diálogos–, y si bien su modista Brigitte Reiffenstudel acertó en adecuar el vestuario a la época, el director no se atrevió a integrar el signo de la cruz (un gesto usado comúnmente en el supuesto lugar y época) y, todavía peor, por chiste o porque sí, cambió el final casando a Elvino con Lisa: morcilla totalmente ilógica dado que se sabía que Lisa había tenido una relación íntima con el Conde, lo cual hacía imposible el perdón de Elvino. * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en Francia de ÓPERA ACTUAL
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