CRÍTICAS
NACIONAL
Sansón y Dalila en la franja de Gaza, con Nancy Fabiola Herrera y Gregory Kunde
Sevilla
Teatro La Maestranza
Saint-Säens: SAMSON ET DALILA
Nancy Fabiola Herrera, Gregory Kunde, Damián del Castillo, Alejandro López, Francisco Crespo, José Ángel Florido, Manuel de Diego, Andrés Merino. Dirección: Jacques Lacombe. Dirección de escena: Paco Azorín. 14 de noviembre de 2019.
Es ahora, en el escenario del Teatro de la Maestranza, cuando la puesta en escena de Samson et Dalila de Paco Azorín, estrenada el pasado verano en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, ha adquirido toda su concentración y capacidad de impacto como propuesta integradora y conceptual que trasciende, notablemente, la peripecia histórica que se nos narra. El escenógrafo, sin caer en obviedades, aborda procesos tristemente tan actuales de sometimiento, ira, conflicto y abolición violenta de la disidencia ideológica.
Y en este sentido la recreación está abierta a un punto de vista y también al contrario. El Templo de Dagón es la franja de Gaza y la polarización de roles de la ópera se convierte en el conflicto palestino israelí abordado sin demagogia alguna, y sí con un sentido de la espectacularidad muy medido. Ya por la aparición en escena de un elevado equipo de figuración (integrado por colectivos de capacidades diversas), ya por un cinematográfico tercer acto (razonablemente explícito) en el que la violencia televisada en dos grandes pantallas remitía a una concepción dramatúrgica muy furera.
Es justo indicar que el Coro del Maestranza ha escrito una página para su historia, y para la del teatro, con su imponente prestación. Íñigo Sampil, su director, se ha convertido en el músico que más lejos ha llevado a esta formación, que lució voces compactas, bien empastadas y de rotunda proyección. En una ópera tan bien escenificada fue una lástima que el tenor Gregory Kunde no estuviera actoralmente a la altura, viéndosele desubicado en algunos momentos. Nada que objetar en lo vocal, con un registro en plena forma, muy centrado, lleno de expresividad y con una capacidad casi natural para imponerse por encima de todo el elenco. A su lado, la Dalila de Nancy Fabiola Herrera no desmereció. Cantó con gran dominio del fraseo y con un timbre algodonoso, bellísimo en su parte media, y con agudos bien redondeados. El barítono Damián del Castillo actuó mejor que los protagonistas –en su papel de filisteo, aquí jeque árabe– y derrochó energía en unas intervenciones que le situaron como una de las sorpresas canoras más felices de la función.
Cumplidor el bajo Alejandro López, como también Francisco Crespo. Manuel de Diego, José Ángel Florido y Andrés Merino, con menos capacidad para el lucimiento, mantuvieron el gran tono de la representación. No así en el foso Jacques Lacombe, que impuso a la Sinfónica de Sevilla un tono general de cierta languidez, directamente moroso y alicaído en el dúo del segundo acto de los protagonistas. Y, en fin, junto con el Don Pasquale de Laurent Pelly aplaudido hace solo unas semanas; era esto lo que pedía a gritos el Teatro de la Maestranza, volver a resituarse como coliseo de hoy en el que se ven cosas de hoy. Si es esta una linea firme a seguir por a seguir por su nuevo director, Javier Menéndez, auguramos un gran éxito a su gestión.
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