Salzburgo: El éxito se fraguó en el foso

11 / 08 / 2019 - Xavier CESTER - Tiempo de lectura: 3 min.

Print Friendly, PDF & Email
© Salzburger Festspiele / Ruth WALZ
© Salzburger Festspiele / Ruth WALZ
© Salzburger Festspiele / Ruth WALZ
© Salzburger Festspiele / Ruth WALZ

Festival de Salzburgo

Mozart: IDOMENEO

Nueva Producción

Russell Thomas, Paula Murrihy, Ying Fang, Nicole Chevalier. Director: Teodor Currentzis. Director de escena: Peter Sellars. Felsenreitschule, 9 de agosto.

Para la producción de Idomeneo que inauguraba la edición de 2019, el Festival de Salzburgo volvió a confiar en el equipo artístico que en 2017 realizó con éxito otra ópera de Mozart, La clemenza di Tito: Peter Sellars y Teodor Currentzis. El director norteamericano ve muchos paralelismos entre la primera  obra maestra de la madurez mozartiana y la actualidad: la pugna entre generaciones, entre unos padres incapaces de cambiar un mundo al borde del desastre, y unos hijos sin miedo a salir de los caminos convencionales para asumir su destino. Súmese el papel decisivo del mar en la ópera, y se entenderá el enfoque de Sellars.

La mayoría de elementos del decorado de George Tsypin parecen objetos de plástico como los que devastan hoy en día los océanos, flotando en el inmenso espacio de la Felsenreitschule sobre unos tubos móviles que James F. Ingalls ilumina entre el azul marino y el rojo sanguíneo, mientras que el vestuario de Robby Duiveman nos sitúa en una sociedad militarizada. Pero a medida que avanza la obra, el discurso ideológico se diluye y el director se centra en los traumas de los personajes, recurriendo a la gestualidad ritualizada marca de la casa, con escenas deslumbrantes como el psicopático “D’Oreste, d’Aiace” d’Elettra. Incluso el personaje más negativo de la trama tiene su espacio en el redentor final, culminado con una coreografía del samoano Lemi Ponifasio sobre la música de ballet de Mozart.

La convencida apuesta multicultural de Sellars tiene también su reflejo en un reparto presidido por la diversidad racial, un equipo que asume con convencimiento los postulados escénicos pese a un nivel vocal sólo correcto. La mayoría de las voces pecan de ligeras, a excepción de Russell Thomas, metido ya en Otello y otros papeles de tenor spinto. La voz es recia y el intérprete, meticuloso, pero incluso la versión menos florida de “Fuor del mar” evidencia que ésta no es su vocalidad. Con un timbre anónimo y un grave insuficiente, Paula Murrihy es un Idamante voluntarioso que se resarce en el rondó “Non temer, amato bene” inserido en el tercer acto. Ying Fang es una Ilia cristalina, a la que sólo le falta mayor carnosidad en la voz, mientras que la Elettra de Nicole Chevalier tiene un déficit de veneno en sus primeras intervenciones, mejorando en los acentos más efusivos del segundo acto y poniendo toda la carne en el asador en su brillante aria final. Correctos Levy Sekgapane (Arbace), Issachah Savage (Gran Sacerdote) y Jonathan Lemalu (Nettuno i La voce) en sus breves intervenciones.

El gran protagonista de la función, y el más aplaudido en los saludos, es Teodor Currentzis, quien firmó una versión primorosa de la partitura. Asumiendo, por razones dramatúrgicas, los cortes en los pasajes de recitativo secco e inserciones como las de un fragmento de Thamos, el director griego equilibró de forma magistral el lirismo más cálido y envolvente con la solemnidad bien entendida y el dramatismo más punzante. Currentzis contó con la precisión pluscuamperfecta de su coro MusicAeterna de Perm y la infinita variedad de matices y colores que es capaz de ofrecer un conjunto fabuloso como la Orquesta Barroca de Friburgo, para nada penalizado por el hecho de tocar de pie. El éxito de la función se fraguó en el foso. – ÓA