Salome revisitada por Lydia Steier en la Bastille

París

28 / 10 / 2022 - Jaume ESTAPÀ - Tiempo de lectura: 3 min

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salome-operanationaldeparis-operaactual-1.jpg Una escena del nuevo montaje de Lydia Steier © Opéra de Paris / Agathe POUPENEY
salome-operanationaldeparis-operaactual-1.jpg Elza van der Heever como Salome © Opéra de Paris / Agathe POUPENEY
salome-operanationaldeparis-operaactual-1.jpg Una escena del nuevo montaje de Lydia Steier © Opéra de Paris / Agathe POUPENEY

Opéra de Paris

Strauss: SALOME

Nueva producción

John Zaszak, Karita Mattila, Elza van der Heever, Iain Paterson, Tansel Akzeybek, Luke Stoker y otros. Dirección musical: Simone Young. Dirección de escena: Lydia Steier. Opéra Bastille, 27 de octubre 2022.

En la primera nueva producción de la temporada lírica de la Opéra de Paris, la directora Simone Young subrayó las líneas melódicas con fino cincel. Matizó hasta el mínimo detalle las transiciones, no fue avara en decibelios siempre en función de las posibilidades de los cantantes: fue dura para con Herodes desde un buen principio porque el cantante se lo permitía, pero esperó en cambio el aria final de Salome para aumentar la intensidad de orquesta ante la cantante. En suma, obtuvo de sus maestros lo mejor de lo que podían dar, sin traicionar al compositor y mantuvo el indispensable equilibrio entre foso y escenario por mor de las capacidades (las voluntades tal vez) de los cantantes.

Elza van der Heever –Salome– tal vez por prudencia no desplegó hasta el final de su trabajo la vitalidad que le animaba. Hasta aquel momento, la parte dramática pareció atraer mayormente su atención y si bien sus agudos en forte estuvieron siempre a la altura, metalizó la voz y no dio potencia suficiente al registro grave. En la recta final plantó cara a la orquesta y demostró sin ambages ser una digna intérprete de Richard Strauss. John Zaszak, Herodes de campanillas, por el contrario, dominó el foso de la primera a la última nota, y sedujo al público a pesar de una emisión ácida, por el contrario estridente y poco agradable al oído. No le faltó presencia escénica a Iain Paterson –Jochanaan– y la elegancia de su fraseo realzó el lado místico del profeta, Le faltó en cambio, y fue una lástima, la potencia a la que tiene acostumbrado la tradición. Tansel Akzeybek, tenor de timbre elegante y regular, buena proyección, firmeza y claridad en el registro agudo, se distinguió en el papel de Narraboth. El público apreció la breve intervención de Luke Stoker en el papel del Primer Nazareno.

Karita Mattila, escondió sus actuales dificultades vocales detrás de una interpretación dramática ingeniosa, divertida, y muy bien preparada de Herodias. El desbaratado enfado de los cinco judíos fue un momento de puro gozo para el público y de magnifico entendimiento entre el escenario y el foso.

"La parte dramática de Elza van der Heever pareció atraer mayormente su atención y si bien sus agudos en forte estuvieron siempre a la altura, metalizó la voz y no dio potencia suficiente al registro grave"

Momme Hinrichs situó la acción en un lugar gris y frio, sórdido y desamparado, trabajado hasta el más mínimo detalle a base de líneas rectas, colores contrastados, espacios adecuados al movimiento dramático. Excelente. Apláudase la original idea de Lydia Steier de mostrar a Salome como un personaje del todo anti erótico que sucumbe al erotismo primario –la masturbación– a la vista y al oído de Jochanaan para luego ofrecerse descaradamente en el escenario a su padrastro en la escena del baile, todo ello respetando siempre lo que estaba diciendo la música: un tour de force digno de verdadero encomio.

Por el contrario, las incesantes escenitas secundarias desviaron la atención sin añadir nada interesante. Esperemos finalmente que no se generalice la idea feliz que consiste en cambiar de un solo trazo el final de una obra con un chiste final. Ya se comentó en el reciente Parsifal dirigido por Richard Jones. Allí Parsifal y Kundry se fueron por el foro cogidos de la mano, aquí los guardias mataron a Herodes en lugar de matar a la heroína. Es un guiño tal vez divertido, pero facilón y de muy mal gusto.  * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en París de ÓPERA ACTUAL