CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Salome o el hechizo de luna de Elena Stikhina
Zúrich
Opernhaus Zürich
Strauss: SALOME
Nueva producción
Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, Michaela Schuster, Elena Stikhina, Kostas Smoriginas, Mauro Peter, Siena Licht Miller. Dirección musical: Simone Young. Dirección de escena: Andreas Homoki. 17 de octubre de 2021.
Excelente inicio de temporada en Zúrich, con la orquesta en el foso y el aforo al 100 por cien, manteniendo la mascarilla por deseo del público, a pesar de que las autoridades suizas permitan su retirada en el interior de los equipamientos culturales, previa muestra del certificado Covid. Pero más allá de respirarse un clima de cierta normalidad, este inicio de temporada se ha saldado con la mayor de las felicidades gracias a un sólido reparto encabezado por la soprano rusa Elena Stikhina, con Simone Young en el podio y la dirección de escena, casi siempre acertada, del intendente de la casa, Andreas Homoki.
El regista alemán concibió un espacio escénico –ubicado en esa terraza del palacio de Herodes– con el absoluto protagonismo de la luna llena y de su reflejo a modo de escenario circular, conectado a una pasarela que simula el acceso al palacio. Junto a ello, simbolizando la tragedia inevitable, aparecía y desaparecía una rueda de molino. En líneas generales, Homoki supo plasmar el libreto de Strauss –basado en el texto de Wilde– con gran acierto, a pesar de alguna idea peregrina sacada de su chistera. Convirtió aquí a Juan el Bautista en un personaje más cerca a la libidinosidad de la corte herodiana que de la pureza descrita en los evangelios sinópticos. En la versión de Homoki, Jochanaan, hastiado por la insistencia de Salome, termina por someterla sexualmente y con cierta carga violenta; Narraboth, al presenciarlo, se suicida y el primero le remata degollándole. Asimismo, durante la Danza de los siete velos, vuelve a aparecer el personaje bíblico, esta vez, para forzar a Herodías, quizá a modo de flashback. Un personaje que roza la insidia y que aparece espectralmente en el monólogo final de Salome, y al que esta, finalmente besa, en lugar de a la cabeza decapitada.
Musicalmente hubo dos protagonistas femeninas: Elena Stikhina y Simone Young. La directora australiana cosechó un sonoro éxito gracias a una lectura vibrante que supo masticar con claridad el entramado straussiano y con control de la sonoridad. No es la suya una dirección referencial de Salome, pero sí que supo dotarla de una importante carga dramática. Por su parte, la soprano rusa se erigió absolutamente con el rol protagonista. Dotada de un timbre de soprano lírico-dramática de gran extensión, abordó los pasajes más difíciles de la partitura con total seguridad, asemejándose al modelo que tenía en mente Strauss cuando escribió la obra. Salome debe tener un timbre de muchacha de 16 años, pero con la contundencia vocal de una Isolda. Y en Stikhina sucedió: coqueta, dulce, incisiva, mimada… Supo desenvolverse excelentemente en todas las exigencias, además de mostrar una proyección sobrada. Su creación del personaje le valió una cerrada y prolongada ovación.
A su lado, estuvo también un equipo vocal de gran nivel, con Kostas Smoriginas como un Jochanaan de gran contundencia vocal y entrega escénica, Wolfgang Ablinger-Sperrhacke como el repulsivo Herodes y la intrigante Herodias de Michaela Schuster. El tenor suizo Mauro Peter fue un verdadero lujo como Narraboth. * Albert GARRIGA, corresponsal en Zúrich de ÓPERA ACTUAL
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