Saioa Hernández, protagonista de un Nabucco inmersivo y desatinado

Ginebra

18 / 06 / 2023 - Albert GARRIGA - Tiempo de lectura: 3 min

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nabucco ginebra Una escena de la nueva producción de 'Nabucco' de Christiane Jatahy © GTG / Carole PARODI
nabucco ginebra Saioa Hernández como Abigaille en Ginebra © GTG / Carole PARODI
nabucco ginebra Una escena de la nueva producción de 'Nabucco' de Christiane Jatahy © GTG / Carole PARODI

Grand Théâtre de Genève

Verdi: NABUCCO

Nueva producción

Nicola Alaimo, Saioa Hernández, Riccardo Zanellato, Davide Giusti, Ena Pongrac, Giulia Bolcato, Omar Mancini, William Meinert. Dirección musical: Antonino Fogliani (compositor del Intermezzo final). Dirección de escena: Christiane Jatahy. 11 de junio de 2023.

Como cierre de temporada del Grand Théâtre se ha propuesto un Nabucco con un reparto encabezado por la soprano madrileña Saoia Hernández (Abigaille) y el barítono italiano Nilcola Alaimo (Nabucco), debutante en el rol y conocido por sus papeles rossinianos. Pero para el teatro, lo más notorio de este Nabucco no fueron los solistas, sino la nueva coproducción –creada junto a, entre otros teatros, el Maestranza de Sevilla—, con una dirección de escena errática de la cineasta brasileña Christiane Jatahy. La regista quiso jugar con un espectáculo inmersivo, haciendo cantar aparte del coro desde las butacas de la sala. De hecho, Nabucco es una ópera para coro y solistas y así se hizo notar, hasta el invento de un final escrito como intermezzo por Antonino Fogliani, incorporado abruptamente después de las últimas notas de Abigaille, que llevaría a repetir el “Va pensiero” a capella en medio del público y con las luces de la sala encendidas.

De hecho, la participación del coro fue de notable-alto, y despertó una cerrada ovación al finalizar el pastiche Jatahy-Fogliani, pero sin ningún entusiasmo durante su gran pieza en el momento que tocaba. Cosas del público suizo será. La producción en sí tampoco tenía nada de polémico, pero carecía de brillantez y, sobre todo de respeto a los cantantes y, por ende, al público. Un concepto basado en los refugiados, con la presencia de cámaras de TV, dos gigantescos espejos retro-proyectados, una gran falda por la que se pelean las hermanas, símbolo del poder o la chaqueta de Nabucco, ¿otro símbolo de poder?, que se calza Abigaille. Y todo ello, en un espacio completamente abierto, que hacía que las voces no proyectaran adecuadamente, amén de una iluminación deficiente. Hasta con semejante espacio abierto, la regista le hizo la faena a Alaimo de tener que cantar el “Dio di Giuda!” desde el fondo de todo del escenario, con los problemas que eso conllevaba, incluso desde las primeras filas de platea.

Fogliani, si no hubiera sido por su complicidad en ese Intermezzo final, llevó a buen puerto la obra verdiana, consiguiendo un sonido compacto del foso de Ginebra, con una Suisse Romande en estado de gracia. El maestro estuvo muy atento a las dinámicas y al fraseo y a lo que ocurría en escena, apoyando en todo momento a los cantantes que ya tenían lo suyo.

El instrumento de la soprano madrileña es espectacular, incisivo a la vez que carnoso y voluptuoso"

Volvía al escenario ginebrino, después de 7 años de ausencia, Saioa Hernández, ahora encarnando uno de sus roles de batalla desde que lo debutara en Dresden en 2019. El instrumento de la soprano madrileña es espectacular, incisivo a la vez que carnoso y voluptuoso. Su Abigaille fue, sin duda, lo mejor de la velada con un control absoluto del canto legato en la belcantista “Anch’io dischuiso un giorno” –o en su escena final—, y espectacularmente afilada en el recitativo y la cabaletta. También dio lo mejor en su dúo con un inspirado Nicola Alaimo como Nabucco. El barítono italiano, muy conocido por sus roles rossinianos y bufos, hizo un debut en el rol por todo lo alto; su instrumento es prodigioso y su escuela le permitió abordar el papel con absoluta elegancia, dibujando un “Dio di Giuda!” para el recuerdo, a pesar de las trastadas escénicas.

El Zaccaria de Riccardo Zanellato tuvo una prestación algo irregular con, quizá, su mejor página “D’Egitto la sui lidi”; sin embargo, sonó forzado en el resto de las intervenciones. Algo similar le ocurriría al Ismaele del tenor italiano Davide Giusti, quien mostró un buen instrumento y una línea y musicalidad muy bonitas que vendrían enmascaradas por una emisión forzada. También contaba con un magnífico instrumento la Fenena de Ena Pongrac que lamentablemente desafinó en su aria “Oh! Discuiso e il firmanto”.  * Albert GARRIGAcorresponsal en Ginebra de ÓPERA ACTUAL