CRÍTICAS
NACIONAL
Ruth Rosique y su ‘Pierrot’ canónico
Sevilla
Espacio Turina
Concierto de RUTH ROSIQUE
XXXII Ciclo de Música de Cámara
Pierrot Lunaire de Arnold Schoenberg y Tres canciones de Weill. Conjunto de cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección: Óliver Díaz. 15 de mayo de 2022.
Culminaba el XXXII Ciclo de Música de Cámara de la Sinfónica de Sevilla con el más interesante programa de una serie de propuestas altamente conservadoras, en los que tampoco aprovecha la formación para acercarse, si quiera en formato reducido, a la música de creación actual. Tampoco lo hizo en esta ocasión aunque sí que ocupaba en ella un lugar central una de las creaciones más representativas de la modernidad, todavía hoy composición que sigue en la disyuntiva de su propia (in)definición; Pierrot Lunaire, Op. 21 (1912), de Arnold Schoenberg.
La discografía, en múltiples ocasiones, impone sus cánones aunque solo sea por la capacidad de fijar en la memoria auditiva una y otra vez unas determinadas aproximaciones. Sucede de manera singular con esta obra que nos ocupa en la que, entre múltiples y casi siempre valiosos acercamientos, destacan dos de manera rotunda. De un lado la grabación de Christine Schäfer junto a Pierre Boulez (Deutsche Grammophon); paradigma de un lectura con hiriente bisturí en la que lo lírico y el Sprechstimme se combinan de alucinada manera. De otro, la muy reciente grabación de la violinista Patricia Kopatchinskaja (Alpha); puro fuego vanguardista; lectura negra como el carbón, burlona y ácida hasta decir basta. La soprano Ruth Rosique, vaya por delante, demostró en este concierto haber hecho un intenso trabajo con los pentagramas de Schoenberg hasta el punto de que podría afirmarse que su interpretación, dentro de la línea más canónica, resultó ser ejemplar desde el punto de vista vocal.
Rosique posee un instrumento que se mueve con extrema ductilidad en los agudos y es capaz de recrearse algo menos en la zona grave; por lo que algunos momentos de virulencia un punto descarnada impuestos por Óliver Díaz con los profesores de la ROSS acabaron resultando excesivos para que lograra imponerse a ellos. Esto no va en demérito de la interpretación; si acaso esos fugaces emborronamientos podían interpretarse como pasajes coléricos en mitad del siempre enmarañado y críptico devenir de los poemas de Albert Giraud. En todo caso la soprano no se aventuró en exceso a seguir los pasos de la actriz original Albertine Zehme y reivindicó un Pierrot para cantante lírica. Aun así, y aunque se entienda la obra más en el ámbito de lo performativo que de lo estrictamente operístico, Rosique realizó una interpretación encomiable llena de afectos (ensoñados, grotescos, ensimismados) y con un empleo muy intenso y acertado de la declamación.
Como prólogo y como despedida, enmarcando a Pierrot y también desdibujando innecesariamente su poderoso efecto en la escucha, se ofrecieron tres canciones de Weill en un viaje de ida y vuelta entre Berlín y Broadway. En ellas (Mackie Messer, especialmente, también en Nanna’s Lied) Rosique se mostró especialmente cómoda tras los escollos impuestos por Schoenberg; tocaba entonces un tono ligero de musical que la cantante y los músicos de la Sinfónica de Sevilla redondearon gracias también a unos arreglos instrumentales esmerados y muy adaptados a la voz del propio Díaz. * Ismael G. CABRAL, corresponsal en Sevilla de ÓPERA ACTUAL
CRÍTICAS RELACIONADAS