CRÍTICAS
NACIONAL
Regresó el Mozart postmoderno al Real
Madrid
Teatro Real
Mozart: LA FLÁUTA MÁGICA
Andrea Mastroni, Stanislas de Barbeyrac, Rocío Pérez, Anett Fritsch, Ruth Rosique, Andreas Wolf, Mikeldi Atxalandabaso, Elena Copons, Gemma Coma-Alabert, Marie-Luis Dresen. Dirección: Ivor Bolton. Dirección de escena: Barrie Kosky y Suzanne Andrade. 19 de enero de 2020.
Volvió al Teatro Real la producción de La flauta mágica a cargo de Barrie Kosky y Suzanne Andrade, muy bien acogida en 2016 por su tratamiento informal e irreverente de la última ópera de Mozart. Volvieron las proyecciones de dibujos animados, las referencias al cine mudo (Pamina recuerda a Louise Brooks, Papageno a Buster Keaton, etc.) y las imágenes pop, todo ello proyectado sobre una gran pantalla que ocupa la boca del escenario entera, en una estética de ingenuidad más postmoderna que infantil.
Desaparece la actuación, obligados los cantantes a movimientos fijos para coordinarse con las proyecciones, y padece la propia ópera, reducida al simple entretenimiento. Las partes habladas se sustituyen por carteles propios del cine mudo, acompañados de variaciones sobre la Fantasía en do menor del propio Mozart, con pianoforte amplificado. Desde el podio, Ivor Bolton se acomodó a esta situación, con una dirección uniformemente acelerada, algo falta de matices y flexibilidad en el primer acto, lo que creó una cierta sensación de monotonía. La dirección mejoró luego, con algunos hermosos matices expresivos, inducidos tal vez por la seriedad de la obra. La Orquesta Titular del Teatro Real respondió con finura aunque no faltaron los desajustes, algo más que ocasionales. Bien el Coro del Real y los Tres Muchachos, a cargo de tres niñas de gran profesionalidad y preciosas voces de los Pequeños Cantores de la Jorcam.
En el reparto destacó la Pamina de Anett Fritsch, con una voz cuajada, de timbre muy hermoso y una capacidad expresiva fuera de lo común. Muy bien también Ruth Rosique en su breve pero jugosa intervención como Papagena, dando la respuesta a un Andreas Wolf que bordó su Papageno con medios sobrados y una comicidad innata y muy humana. Muy interesante el Tamino de Stanislas de Barbeyrac, tenor mozartiano de voz amplia, que utiliza en toda la extensión, lo que le da al personaje un atractivo especial aunque a veces se resienta la línea de canto. Excelente Andrea Mastroni como Orador y Sarastro, de instrumento aterciopelado y profundo, y bien la Reina de la Noche de Rocío Pérez, que se sobrepuso con resolución a la inclemente tesitura y planteó un personaje un poco más vulnerable de lo habitual. Mikeldi Atxalandabaso cantó un Monostatos fanfarrón e insolente, siempre humanizado a pesar de todo, y las tres damas –Elena Copons, Gemma Coma-Alabert y Marie-Luise Dresen– derrocharon humor y virtuosismo. Gran éxito, como hace tres años.
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