CRÍTICAS
NACIONAL
'Radamisto' mágico en el Palau
Barcelona
Palau de la Música
Händel: RADAMISTO
Inauguración del ciclo Palau Ópera
Philippe Jaroussky, Emöke Baráth, Anna Bonitatibus, Marie-Nicole Lemieux, Aliacia Amo, Zachary Wilder, Renato Dolcini. Il Pomo d’Oro. Dirección musical: Francesco Corti. 6 de octubre de 2021.
El Palau de la Música vivió una noche apoteósica con la obra que inauguraba el nuevo ciclo Palau Ópera, en el que se podrán ver también, en los próximos meses, auténticas delicatessen como L’Orfeo de Monteverdi por L’Europa Galante y Fabio Biondi, Giulio Cesare, también de Händel, interpretado por Forma Antiqua, así como King Arthur y The Fairy Queen de Purcell a cargo del ensemble Vox Luminis.
La obra escogida para inaugurar el ciclo ha sido Radamisto, la ópera con la que el joven Händel se lanzó a la conquista definitiva de Inglaterra, país en el que desarrollaría su meteórica carrera primero a través del género operístico, en concreto de la opera seria, y posteriormente con sus extraordinarios oratorios. Para el estreno de Radamisto, Händel reunió una brillante compañía italiana que contribuyó al éxito decisivo de este título primerizo en Londres. Lo que vino después es ya historia de la ópera.
Lo mismo se puede decir de esta versión ofrecida en el Palau que contó, también, con un cast extraordinario, no solo por la calidad de las voces y su compenetración sino porque, más allá de preferencias y pequeños detalles, todos los cantantes mostraron una indiscutible personalidad que aportó gran relieve a cada uno de los personajes, del primero al último. Pero es de justicia empezar esta reseña destacando la extraordinaria lectura orquestal que ofreció el conjunto Il Pomo d’Oro liderado desde el clavicémbalo por Francesco Corti. Una interpretación llena de fuego, de contrastes, vibrante, de gran fuerza dramática que, además, contó con intervenciones solistas de altura. Sostenidos por un bajo continuo poderoso, la sección de cuerda logró una variedad de dinámicas y colores vastísima, las maderas se mostraron impecables y las trompas poderosas. Mención aparte merece la exquisita intervención de la concertino Zefira Valova en el aria de Polissena del tercer acto, uno de esos momentos que quedan en la memoria. Y es que Il Pomo d’Oro, que ya se lució recientemente en el recital de Joyce diDonato, ha llegado en poco más de diez años a un momento de madurez que lo sitúa, sin duda, en el top de las formaciones instrumentales en el campo operístico barroco.
Philippe Jaroussky era el reclamo principal de esta producción que empezó en Barcelona una gira europea a la que se le presume un éxito estrepitoso. El famoso contratenor ya ha anunciado que el de Radamisto será, probablemente, su último rol händeliano. Una decisión inteligente pues su instrumento muestra ya cierto desgaste, especialmente cuando debe expresarse en forte. Pero esa misma inteligencia se muestra también en la utilización de los recursos que aún posee, es decir una messa di voce impecable, unos pianissimi bellísimos y, sobre todo, el fraseo y la clase de un gran artista. Consciente de sus limitaciones, puso todo el énfasis expresivo en «Ombra cara», aria del segundo acto que cerró la primera parte, y en su emotiva intervención final, «Qual nave smarrita».
La soprano Emöke Baráth, que ya se lució en su última aparición en el Palau junto a Jaroussky, fue una Polissena extraordinaria tanto por medios como por expresividad. Posee una voz muy timbrada, de una coloración oscura típica de las cantantes del este, y un absoluto dominio técnico para manejarla. Como ya se ha comentado, su dueto con el violín de Valova fue unos de los momentos álgidos de la noche. Por su parte, Marie-Nicole Lemieux, si bien empezó un tanto fría, fue creciendo hasta deparar, en el segundo y tercer acto, momentos de una fuerza dramática estremecedora. La voz, que tiende al registro de contralto pero posee una gran extensión, es espectacular por volumen y color y su sólida técnica le permite ejecutar los pasajes de agilidad de manera brillante. Anna Bonitatibus, por su parte, dio una lección magistral de canto; su atención permanente a la partitura puso de manifiesto que aún no tiene del todo interiorizado el papel, pero ello no fue óbice para que la mezzo italiana ejecutase con absoluta perfección cada uno de los endiablados pasajes del papel de Tigrane. Sin duda, con el paso de las funciones su interpretación crecerá y será, si cabe, aún más redonda que en este estreno.
La soprano Alicia Amo como Fraarte confirmó su calidad vocal, un perfecto dominio estilístico y carácter tanto en sus arias como en sus enérgicos y teatrales recitativos y sorprendente resultó la prestación de Zachary Wilder como Tiridate pues, a diferencia de los tenores de voz blanquecina que habitualmente abordan los escasos roles händelianos, mostró un instrumento robusto que no estuvo reñido con una considerable agilidad. Su estilo, en algunos momentos, pudo parecer un tanto tosco pero el intérprete dio carácter y autoridad a su rol, completando el reparto, el impecable bajo barítono Renato Dolcini, de timbre lírico y fraseo elegante.
Si en la primera parte de este Radamisto ya se puso de manifiesto la calidad de la propuesta en términos globales, en la segunda, y muy especialmente en el tercer acto, súbitamente surgió la magia, ese intangible, una electricidad que se apoderó de intérpretes y público que provocó que, al final de la representación, la sala en pleno estallara, puesta en pie, en una atronadora y merecida ovación. * Antoni COLOMER, crítico de ÓPERA ACTUAL
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