CRÍTICAS
NACIONAL
Prégardien bendice la palabra cantada
Vilabertran
Schubertíada
Recital de CHRISTOPH PRÉGARDIEN
Canciones de Wagner, Duparc y Schumann. Julius Drake, piano. Canònica de Vilabertran, 18 de agosto de 2021.
Las posibilidades de la palabra como vehículo de expresión ciertamente son infinitas. Y es que, más allá de la comunicación ordinaria y el significado literal, la creación poética es capaz de otorgar una nueva dimensión al lenguaje discursivo, para aproximarse a los sentidos inefables imposibles de definir en los límites de un diccionario. Y en este periplo estético hacia el más allá, los versos encuentran en la música un aliado idóneo para amplificar recíprocamente sus poderes. Así lo constata el género lírico del Lied, en que el compositor entrega su sensibilidad a la métrica de la rima del poeta, fundando un equilibrio verdadero y potentísimo entre texto y melodía.
Sinceramente fieles a tal simbiosis, el tenor Christoph Prégardien y el pianista Julius Drake afrontaron en la Schubertíada de Vilabertran un repertorio cuidadosamente calibrado, que partía de los intensos Wesendonck-Lieder de Richard Wagner y seguía con las dóciles canciones de Henri Duparc, para concluir con las exquisitas líneas melódicas de Robert Schumann. Tres universos expresivos sin duda singulares y heterogéneos, pero en absoluto discordantes entre sí, que tenor y acompañante bordaron con una interpretación tan canónica como deliciosa. Prégardien, a pesar de ser también un artista conocedor de la ópera mozartiana y wagneriana, se erige fundamentalmente como un cantante especialista e idóneo para el Lied: su timbre resulta bellísimo, colmado de matices, detalles de dicción e infinitas resonancias armónicas, que requieren ser atendidas en el recogimiento de un espacio cálido y sagrado como la Canònica de Vilabertran.
Sin necesidad de previa para entrar en calor, el tenor comenzó a pulmón abierto con los mandatos que exigen los Wesendonck-Lieder de Wagner, basados en los versos de Mathilde Wesendonck, poetisa y amante del compositor. La escritura wagneriana para piano disminuye los decibelios y la densidad orquestal de sus piezas operísticas, pero exige igualmente una emisión corpulenta, que Prégardien cimentó desde la gravedad resonante hasta los agudos punzantes. Al mismo tiempo, la partitura ondea hacia pasajes calmos y silentes, cantados por el intérprete con sonido de cabeza prácticamente aspirado, como en el hermoso «Träume» («Sueño») final, que clama por la pervivencia de los sueños amorosos ante el abismo de la nada. En efecto, es el mismo canto sobre el triunfo del amor más allá de la muerte que exclama Isolda al final del Tristan, cuando Wagner todavía vislumbraba un mundo con redención posible, antes del ocaso irreversible de la Tetralogía.
De camino hacia Schumann, Prégardien ofreció cinco canciones de Duparc, músico sumamente hábil para unir su luminosa mélodie con el expresionismo de la metáfora escrita. En esta selección francesa, un momento especial fue la interpretación de Phidylé, en la que Julius Drake acompañó la delicadeza vocal del tenor recreando un ambiente bucólico, que recuerda y anticipa las oleadas impresionistas de Claude Debussy. Finalmente, Prégardien abordó el círculo de Lieder de Schumann inspiradas en los textos de Joseph von Eichendorf, que capturan la cambiante experiencia de un paisaje, desde los pájaros a las estrellas, la pasión o la melancolía. Maestro de las líneas melódicas apacibles, el compositor traza en el ciclo una paleta de colores multiforme, interpretadas por cantante y pianista con eminencia y teatralidad.
Superada la hora y cuarto de recital ininterrumpido, Prégardien tuvo todavía aliento para, después de la ovación del público, regalar hasta tres bises, ahora sí, firmados por Franz Schubert, con la sublime «Im Frühling» como cadencia final. * Aniol COSTA-PAU, redactor de ÓPERA ACTUAL