Un 'Peter Grimes' por la paz deslumbra en la Bayerische

Múnich

09 / 03 / 2022 - Lluc SOLÉS - Tiempo de lectura: 4 min

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petergrimes-operaactual-bayerische (1) Una escena de la nueva producción de Stefan Herheim © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL
petergrimes-operaactual-bayerische (1) Una escena de la nueva producción de Stefan Herheim © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL
petergrimes-operaactual-bayerische (1) Rachel Willis-Sørensen (Elen Orford) y Stuart Skelton (Peter Grimes) © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL

Bayerische Staatsoper

Britten: PETER GRIMMES

Nueva producción

Stuart Skelton, Rachel Willis-Sørensen, Iain Paterson, Claudia Mahnke. Dirección musical: Edward Gardner. Dirección de escena: Stefan Herheim. 6 de marzo de 2022.

La Bayerische Staatsoper vuelve a ofrecer al público la totalidad de sus localidades, y esto, en un teatro de dimensiones colosales como es el muniqués, se nota. El lleno volvió el pasado domingo con el estreno un tanto atropellado del flamante Peter Grimes de Stefan Herheim. Atropellado por las dos circunstancias que determinan el momento histórico, el coronavirus, que obligó retrasar el estreno una semana y dejó fuera de juego el propio Herheim, y, por supuesto, el desastre de Ucrania. Con un emotivo discurso el teatro dedicó la nueva producción a las víctimas de la guerra y la velada empezó con la interpretación del himno de Europa.

Beethoven cedió el paso a Britten casi sin solución de continuidad, ya que Herheim ataca la primera escena de Peter Grimes con las luces de sala aún abiertas. Quizás en referencia al famoso gag de los hermanos Marx, los miembros del coro —los habitantes del Borough— salen al escenario de uno en uno, acumulándose poco a poco hasta llegar a saturar el espacio. El regista consigue así concentrar la atención en el coro, elemento encargado de abrir la ópera; en la primera escena, los habitantes del pueblo se reúnen para juzgar la conducta del pescador Peter Grimes. Herheim parte de esta idea para generar, conjuntamente con Silke Bauer, una imagen escénica verdaderamente sencilla. La trama se desarrolla en su totalidad en la misma sala de audiencias, en forma de buque tumbado, con un juego constante de niveles y cortinas que remite al propio quehacer teatral.

"El tenor Stuart Skelton encaró el papel desde la apertura vocal que pide Britten, exhibiendo naturalidad en todo momento, con el riesgo que esto supone en los pasajes más agudos"

Aparte de poner de nuevo sobre la mesa la metadiscursividad —esta temporada la Bayerische no deja de insistir en ello; basta hacer referencia a la obsesión por las bambalinas de la última première, La zorrita astuta (ver crítica este enlace)—, las cortinas y las tablas de Herheim funcionan por su capacidad de trasladar lo onírico, indudablemente presente en el potente libreto de Montagu Slater. La sencillez de la propuesta, sin embargo, es peligrosa teniendo en cuenta la cantidad de cuerpos y voces que integran el reparto. En este sentido hay que destacar la maestría del coro de la Bayerische Staatsoper, que sabe moverse fluido en un marco un tanto restringido y monótono. Especialmente inspirados estuvieron los personajes secundarios como el capitán Balstrode (Iain Paterson), el reverendo Horace Adams (Robert Murray) o Auntie y sus dos sobrinas (Claudia Mahnke, Lindsay Ohse y Emily Pogorelc). Su papel de representantes del pueblo los hace imprescindibles como contraparte dramatúrgica de Grimes, y en la tarde del domingo todos estuvieron brillantes.

En el cadalso, o quizás detrás del espejo, está efectivamente Peter Grimes, el pescador de mala estrella. El tenor Stuart Skelton encaró el papel desde el arranque vocal que pide Britten exhibiendo naturalidad en todo momento, con el riesgo que esto supone en los pasajes más agudos. Su “Now the Great Bear and Pleiades”, himno anti-belicista y momento central en la ópera, fue sensacional. Igualmente excelente estuvo la soprano Rachel Willis-Sørensen, en el papel más obviamente lírico de Ellen. Su voz emocionó sobre todo en comunión con las de sus compatriotas mujeres en el maravilloso cuarteto “Do we smile or do we weep”.

Se da en Peter Grimes un flagrante choque entre dos temáticas. La más aparente, de un lado, es la pregunta por la pertenencia; Grimes busca desesperadamente la aprobación de la comunidad, y en esto se parece a otros famosos outsiders de la historia de la ópera, como Tannhäuser o Walther von Stolzing. Por otro lado, sin embargo, están los espectros de Ibsen; Grimes parece ser depósito de la culpa, de lo reprimido de toda la comunidad del Borough. El nuevo Grimes de Múnich es especialmente interesante porque explora esta segunda temática. En el juicio conclusivo del personaje (“Peter Grimes, Peter Grimes!”, grita el pueblo enfurecido), el coro interpela directamente al público, y las luces de sala se abren durante un escalofriante momento. A la sombra de Brecht, Herheim obliga al espectador a hurgar en su mala conciencia. Y así fragiliza, una vez más, la ya de por sí tambaleante cuarta pared.  * Lluc SOLÉS, corresponsal en Múnich de ÓPERA ACTUAL