CRÍTICAS
INTERNACIONAL
París: Rameau en clave 'hip hop'
Opéra Bastille
Rameau: LES INDES GALANTES
Nueva producción
Sabine Devieilhe, Florian Sempey, Jodie Devos, Edwin Crossley-Mercer, Julie Fuchs, Mathias Vidal, Alexandre Duhamel, Stanislas de Barbeyrac. Dirección: Leonardo García Alarcón. Dirección de escena: Clément Cogitore. 15 de octubre de 2019.
Después de la inauguración de la temporada con unos aplaudidos Puritani dirigidos por Riccardo Frizza, le tocó el turno a Jean-Philippe Rameau. La explosión de entusiasmo en la sala llegó con la soberbia interpretación de la danza de los sauvages. El hip hop prometido hizo finalmente irrupción en la institución parisina: un éxito innegable. La preparación física de los miembros de la compañía Rualité -nombre derivado de la palabra rue (calle, en francés) para designar esta especialidad nada académica en sus inicios-, y sobre todo la sorprendente adecuación de los movimientos de los bailarines a la música de Rameau, justificaron la reacción del público tan intensa, espontánea y sincera como la coreografía de Bintou Dembélé.
Participó, no poco, en este momento irrepetible de entusiasmo la orquesta Capella Mediterranea que Leonardo García Alarcón lanzó en ese momento por derroteros descabellados, desenfrenados, entusiastas, salvajes, como rezaba el título de la danza. Por supuesto que el director de la Capella había ganado implícitamente la confianza y el favor del público por su ingente trabajo al frente de sus músicos. Atento a cada atril, sin olvidar a los cantantes en el escenario, fue dando las necesarias indicaciones con gestos bien codificados, traducibles en música sublime por sus huestes en un recorrido de más de tres horas, sin pérdida de ritmo.
A los cantantes les traicionó la inmensidad de la sala Bastille, pues se vieron obligados a preocuparse por la proyección de sus voces y con ello perdieron la sutilidad necesaria, indispensable, para la interpretación de la música barroca. En este registro, las voces masculinas salieron mucho mejor del trance que las voces femeninas. Julie Fuchs prefirió acabar siendo casi inaudible antes que forzar su instrumento, pero se mantuvo fiel al género. Sabine Devieilhe y Jodie Devos añadieron a la dimensión vocal de su trabajo, justa en todo momento, un aporte dramático complejo y muy bien resuelto. Sobresalió de entre las voces masculinas la de Edwin Crossley-Mercer, grave y precisa. No por ello no merecieron el reconocimiento del público las intervenciones de Florian Sempey, Mathias Vidal, Alexandre Duhamel y Stanislas de Barbayrac.
El coro dirigido por Thibaut Lenaerts tuvo los mismos problemas que las voces solistas, pero pudo resolverlos más fácilmente con la excepción de los momentos, poco frecuentes, en los que se le pidió cantar en fortissimo.
Con la excepción de los momentos coreográficos, las ideas del resto de la puesta en escena de Clément Cogitore, de banal dramatización y abisal pobreza escenográfica -firmada por Alban Ho Van– incluso aburrió. Ni se entendieron las historias, ni se supo nunca quién era quién en el escenario.